«Ni estoy delgada ni soy perfecta»: la actriz que sucumbió al mito de Kelly Kapowski en ‘Salvados por la campana’
La intérprete californiana de 49 años, conocida por conquistar a millones de jóvenes en la serie juvenil de los noventa, se reinventa ahora como estrella de la televisión gastronómica tras denunciar el escrutinio mediático al que se ha visto sometida por su físico.
Fue el amor de verano de millones de jóvenes en todo el mundo. En España, concretamente, conocimos a Kelly Kapowski en 1990 y durante buena parte de la década protagonizó nuestros mediodías estivales con el mismo entusiasmo con el que copaba el corazón de Zack Morris. Era inevitable. La protagonista de Salvados por la campana fue creada como epítome del arquetipo de ‘novia de América’, una versión adolescente de lo que las Julia Roberts o Meg Ryan representaban en la gran pantalla por aquel entonces. Capitana del grupo de animadoras del instituto Bayside High, así como de los equipos de voleibol o natación, estudiante brillante pero sin caer en la pedantería, compañera tierna y divertida y con una belleza deslumbrante protagonizada por su gran sonrisa, sus ojos oceánicos y ese lunar en el pómulo digno de los mitos de Hollywood. Tal era la excelencia en todos los apartados de su álter ego, que la convirtió en una estrella internacional en apenas unos meses, que Tiffani Thiessen, la actriz que le daría vida, acabaría sucumbiendo ante un listón imposible de replicar en la vida. “Nunca fui como Kelly. Ella era la cheerleader y la perfecta vecina de al lado. Yo crecí en este negocio, nunca fui al colegio. Tampoco fui animadora ni asistí al baile de fin de curso. No tuve ninguna de esas experiencias”, confesaría la intérprete californiana, que lleva un cuarto de siglo intentando desligarse de los estándares exigidos por el papel más célebre de su carrera.
A sus 49 años, Thiessen está ya muy lejos de volver a frecuentar los niveles de fama internacional que le reportó su trabajo en Salvados por la campana o Sensación de vivir, donde cambiaría su registro para interpretar a Valerie, una especie de femme fatale. Casada con el actor e ilustrador Brady Smith desde 2005, tiene dos hijos (Harper y Holt) y, a pesar de que hace un par de años volvió a aparecer en el intento de resurrección –infructuosa– de Salvados por la campana, está completamente dedicada a su faceta como “estrella de la televisión gastronómica”. Tras presentar su propio programa de recetas (Dinner at Tiffani’s), ahora también ejerce como conductora de un formato de vídeos divertidos sobre cocina para la MTV (Deliciousness) y tiene dos libros en el mercado. En el último, Here We Go Again, que será lanzado este próximo mes de septiembre, busca darles una nueva vida a las sobras de comida.
La actriz ha denunciado en diferentes ocasiones la crudeza del escrutinio sobre su físico al que se ven sometidas las mujeres conforme van cumpliendo años, dice haber luchado contra eso desde la adolescencia. “He tenido problemas con mi peso desde los 17 años. Había mucha presión añadida porque he trabajado con mucha gente muy guapa y delgada, y a mí me han pedido mis productores que pierda peso. Duele de verdad, pero esto es parte de este negocio. La gente espera que esté delgada y sea perfecta… pero no lo soy”, alegó la intérprete en la revista Forbes, tras hablar sin complejos sobre los 20 kilos de peso que ganó en el embarazo de su hija o durante el reciente confinamiento por la pandemia. “Las actrices jóvenes se enfrentan a una presión adicional para lucir de una determinada manera y tener una talla concreta. Pero yo no era una chica de talla S y no trabajaba para conseguirlo. Nunca fui el arquetipo de modelo delgada”.
Antes de conseguir el papel que la catapultaría a la primera línea mediática, Thiessen ya tenía experiencia como modelo. Siendo solo una niña participó en diferentes concursos de belleza y con 13 años fue coronada como Miss Junior America. Tres años después era elegida como ‘Modelo del año’ por Cover Girl y aclamada como una “sex-symbol” de la televisión como Kelly Kapowski. “Todo fue muy repentino y muy abrumador. En las firmas de los centros comerciales acudían 5.000 niños que querían mi autógrafo. Doy mucho mérito a mis padres por haberme mantenido con los pies en la tierra hasta el día de hoy”, explica. Tras vivir diferentes relaciones con compañeros de reparto como Mark-Paul Gosselaar (Zack) y Mario Lopez (A.C. Slater), en 1999 Thiessen vivió el momento más difícil de su carrera después de que su pareja por aquel entonces, el también actor David Strickland, se quitara la vida en un hotel de Las Vegas.
La muerte de su novio coincidió con el gran momento de la carrera cinematográfica de la californiana, cuando Woody Allen la eligió para aparecer en su película Un final made in Hollywood. En el filme Thiessen daba vida a Val, una actriz que intenta seducir a un director de cine para que resucite su carrera sin saber que el cineasta acaba de quedarse ciego. El estreno de la película la llevó a pisar la alfombra del festival de Cannes y a ser vestida durante todo el tour de promoción por Giorgio Armani, pero esta supuso su última oportunidad para trabajar en una producción de gran nivel.
Antes de eso, Thiessen ha recordado las múltiples oportunidades que tuvo para engrosar su carrera con papeles tan memorables como el de Kapowski. Además de rechazar aparecer en la serie Embrujadas, Thiessen perdió el papel de Rachel Green en Friends, que fue a parar a manos de Jennifer Aniston. “Era demasiado joven. Era todavía un poco joven para poder cuadrar con el resto del reparto”, corroboró la actriz. Sin embargo, su momento profesional más agridulce llegó tras perder, en la última audición y tras decenas de castings, uno de los papeles principales en El mundo nunca es suficiente, una de las películas de James Bond protagonizadas por Pierce Brosnan. En un tiempo en el que dar el salto de la televisión al cine no era tan sencillo ni tan común como hoy en día, la estadounidense vio en la saga 007 la oportunidad de trasladar su fama catódica a la gran pantalla, pero el rol de chica Bond acabó en manos de Denise Richards. “Me quedé devastada. Recuerdo meterme en el coche y conducir hasta la playa y quedarme ahí durante horas, solo quería estar sola. Me dolió muchísimo porque lo deseaba muchísimo», dijo en una entrevista. «De todo aquello aprendí a no querer nada con tanta fuerza porque en esta industria lo más normal es que no te den el papel».
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