La insoportable guerra contra Candice Bergen por ser la primera madre soltera de la televisión
La actriz, conocida por legendaria serie Murphy Brown fue puesta en el ojo del huracán en 1992 cuando su personaje dio a luz a un niño fuera del matrimonio. Con motivo del 75 cumpleaños de la intérprete, repasamos el escándalo mediático que supuso este hito de visibilidad en la sociedad estadounidense.
El 21 de mayo de 1992 sobraban noticias de calado internacional candidatas a ser portada del prestigioso The New York Times. Tailandia se sumergía en una crisis política sin precedentes en varias décadas, el déficit federal de Estados Unidos estaba disparado y las cenizas de los tumultos antirracistas todavía ardían en el centro de la ciudad de Los Ángeles. Sin embargo, la imagen que abría el periódico aquel día era la de Murphy Brown, la protagonista de la exitosa serie homónima, sosteniendo a su bebé recién nacido en la cama del hospital. La presentadora acababa de convertirse en una de las primeras madres solteras en la historia de la ficción televisiva estadounidense, iniciando, sin saberlo, una guerra cultural que todavía hoy deja notar sus efectos.
Candice Bergen celebra este 9 de mayo su 75 cumpleaños convertida en una leyenda viva –nunca lo suficientemente valorada– de la televisión internacional. Y lo hace en plena forma, pocos meses después de haber estrenado su última película como intérprete (Déjales hablar, con Meryl Streep y Dianne Wiest), que le valió tres nominaciones a mejor actriz de reparto en diferentes galas de premios. Aunque jamás ganó un Oscar, su vitrina de trofeos es una de las más envidiables de su generación, con hasta dos Globos de Oro y cinco premios Emmy conseguidos gracias a su pionero rol en Murphy Brown. Bergen interpretaba a una presentadora televisiva divorciada, de mediana edad, que prefería pedir perdón que permiso, recién salida de una clínica de rehabilitación por su adicción al alcohol y que, en el último capítulo de la cuarta temporada, se convertía en madre soltera.
El escándalo fue promovido desde las entrañas de la Casa Blanca. “No ayuda a preservar los valores morales que en el prime time se emita algo como Murphy Brown. Un personaje que, supuestamente, es el epítome de la mujer trabajadora, bien pagada e inteligente de hoy, se burla de la importancia de los padres criando a un niño por sí sola y tildándolo como ‘una opción vital más”, dijo apenas unas horas después de la emisión del episodio Dan Quayle, vicepresidente de George Bush padre en 1992. “La glorificación de la vida de una madre no casada no ayuda a la mayor parte de las madres solteras, que no son presentadoras de televisión glamurosas y muy bien pagadas”, añadió Marlin Fitzwater, portavoz del gabinete. El contexto de precampaña electoral –que perderían después ante Bill Clinton– llevó al ejecutivo republicano a centrarse en la serie como excusa para, como diría Esperanza Aguirre, “dar la batalla cultural a la izquierda”, personificada por la élite hollywoodiense.
Las críticas tras la emisión del capítulo escalaron hasta el punto de que Bergen comenzó a recibir amenazas de muerte. En su biografía A Fine Romance, la californiana narra cómo se vio obligada a tener guardaespaldas siguiéndola durante las 24 horas del día, mirando de forma obsesiva el retrovisor cuando conducía hasta su casa tras una jornada de rodaje. Ella, ni siquiera fue la más crítica con los comentarios del vicepresidente, –“estoy de acuerdo en que los padres son importantes, pero su declaración ignoraba la existencia de madres solteras”, dijo–, pero los problemas de muchos espectadores para discernir entre actriz y personaje la colocaron en la diana mediática.
La serie, por entonces la segunda más vista del país solo por detrás de Roseanne, había hecho de Bergen una de las mujeres más populares del mundo. Después de trabajar durante dos décadas en el cine, con papeles tan destacados como Comenzar de nuevo (que le valió una nominación al Oscar) o Gandhi, su talento se consideraba infrautilizado por los rigores de una industria ante la que Bergen nunca quiso plegarse del todo. Antes de ponerse delante de la cámara, entre 1971 y 1976, ejerció como fotoperiodista para revistas como Esquire o Life. Durante aquel tiempo, tuvo la oportunidad de retratar a Muhammad Ali, Charles Chaplin, Arnold Schwarzenegger o miembros del Ku Klux Klan, y su obra se ha exhibido en diferentes ocasiones.
La trayectoria vital de la propia Bergen maridaba a la perfección con la ingobernable Murphy Brown, personaje que consiguió a pesar de las exigencias de los críticos de que el papel fuera para una actriz más joven y más atractiva –como Heather Locklear– y que tuvo una influencia indiscutible en la sociedad de la época: además de dar a luz, el personaje sufrió un cáncer de mama y experimentó con la marihuana medicinal. Un estudio del departamento de Sociología de la Universidad de Buffalo, publicado por Science Daily en 2018, confirmó que Murphy Brown había tenido un papel clave a la hora de desestigmatizar la maternidad fuera del matrimonio, “sobre todo entre las mujeres blancas de clase media”.
“Si el vicepresidente cree que es una desgracia que una mujer soltera tenga un niño, y si de verdad piensa que una mujer no puede criar a un bebé adecuadamente sin un padre, entonces mejor que se asegure de que el aborto continúa siendo seguro y legal”, contestó Diane English, productora ejecutiva y creadora de la serie a Qualey. Aunque la verdadera respuesta llegaría en septiembre, en el estreno de la siguiente temporada de la ficción, en el que ridiculizaron sus comentarios y que fue sintonizado por 70 millones de espectadores, todo un récord de audiencia para la serie. “¿En qué planeta vive?”, se preguntaba Brown mientras veía el discurso del vicepresidente en una escena.
El rechazo mediático a las críticas salidas de la Casa Blanca fue tal que apenas unas horas después ambos se vieron obligados a rectificar como solo un político que se juega la reelección, y ha elegido como enemigo a una de las series más queridas del país, sabría hacerlo. “Las madres solteras son heroínas”, dijo Qualey, que unos meses después incluso le mandó una carta y un peluche –con la forma de un elefante– a Bergen y hasta acompañó a un grupo de madres solteras en el visionado de un episodio de la serie. La recogida de cable de Fitzwater fue incluso más sonrojante: “La serie exhibe valores ‘provida’ con los que estamos de acuerdo”.
Tras mantenerse en antena hasta 1998, la ficción volvió a la parrilla hace tres años, de nuevo con Candice Bergen a la cabeza. Alentados, según dijeron, por la convulsión de la actualidad política de aquel año, con el gobierno de Trump y las fake news como un escenario mediático no tan distinto al de principios de los noventa, pero que no encontró el mismo respaldo de los espectadores. Según la revista Time, y a pesar de la cancelación temprana del reboot, Murphy Brown era la heroína feminista que necesitábamos antes y ahora. “Los artículos y las revistas de la época recogían sin descanso la noción de que las mujeres trabajadoras no podían ‘tenerlo todo’, de que la ambición femenina impondría un precio terrible a la felicidad personal. Murphy Brown reformuló la conversación, dramatizando las aspiraciones de tantas mujeres estadounidenses que intentan conciliar el deseo de tener una carrera e hijos”, escribía la periodista Joy Press.
Al igual que hoy se teoriza sobre cómo el testimonio de Rocío Carrasco en televisión ha provocado que las llamadas al 016, el teléfono de atención a las víctimas de la violencia machista, se multipliquen tras la emisión de la docuserie, el efecto de la ficción al normalizar a la mujer que quiere ser madre antes del matrimonio, careciendo de él o, directamente, sin una pareja estable, no puede ser minusvalorado. Según los datos del Instituto Nacional de Estadística correspondientes a 2018 (el último año en el que se tomaron registros), en nuestro país las madres primerizas solteras ya superan a las casadas, cuyo porcentaje ha descendido desde el 93 al 44% en las últimas cuatro décadas. Un fenómeno basado en motivos económicos, laborales y de conciliación, que ha provocado que la edad media de las madres cuando dan a luz por primera vez aumente de los 25 a los 31 años. En Estados Unidos, la tendencia es tan acentuada que los demógrafos sostienen que la mitad de los niños del país llegarán a los 18 años habiendo sido criados por madres que jamás dieron el ‘Sí, quiero’. El de Murphy Brown fue uno de ellos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.