Keri Russell: «¿Acaso alguien disfruta la alfombra roja? Es mucha presión»
Su interpretación de la fría espía del KGB en The Americans la ha devuelto al Olimpo televisivo al que ascendió en los noventa gracias a Felicity.
Permanece en la retina de muchos, inevitablemente, como Felicity, la heroína romántica cuya rizadísima melena despertó pasiones hace casi dos décadas en la serie de televisión homónima. Keri Russell se convirtió entonces en una suerte de encarnación de lo ñoño –con permiso de sus contemporáneas de Dawson crece–, por más que fuera de la mano del hoy consagrado J. J. Abrams (uno de los artífices de Perdidos y director de la próxima de Star Wars). Tras aquel bautismo de fuego, el personaje que eliminó esa etiqueta se hizo esperar, aunque la hemos visto de forma intermitente en el cine dando profundidad a papeles menores, como el de pupila de Tom Cruise en Misión Imposible III (2006) o el año pasado en el blockbuster El amanecer del planeta de los simios. Actualmente rueda The Free State of Jones, donde interpreta a Serena Knight, la esposa del confederado desencantado con la causa Newton Knight (Matthew McConaughey).
Su filmografía no evitó que se despertasen suspicacias cuando fue elegida hace dos años para protagonizar The Americans, el drama televisivo sobre un matrimonio de espías soviéticos del KGB infiltrados en Estados Unidos durante la Guerra Fría, cuya tercera temporada estrena Fox el 5 de abril. Sin embargo, la californiana de 39 años convence a público y crítica. Es más, gracias a la invención del exagente de la CIA Joe Weisberg sobre las peripecias de Elizabeth Jennings y su marido, Phillip (Matthew Rhys, pareja de ella en la vida real), la actriz ha contribuido a crear una nueva categoría de potente rol femenino: una agente que es capaz de hacer cualquier cosa para lograr una información vital (acostándose y eliminando a continuación al enemigo sin pestañear, si es preciso) y que, al llegar a casa, peina amorosamente la melena de su hija.
La antidiva. El personaje le va como anillo al dedo a Russell, quien reivindica para las mujeres algo más que el verse guapas y que, en persona, responde a su fama de normal y accesible. Pasamos un rato con ella en su primera visita a España («Ayer vi un espectáculo de flamenco y me encantó», confiesa) y confirmamos que la discreción caracteriza a esta rara avis de Hollywood, fan de Taylor Swift, de ir en bici por Brooklyn y de la cerveza. Esta última le sirve, bromea, de calentamiento para las escenas de sexo de la serie, que en esta entrega será «especialmente dura».
Elizabeth ha sufrido mucho, incluso una violación. ¿Se siente cómoda con este tipo de papeles?
Me resultan atrayentes, pero no creo que elija únicamente los de esa clase. He tenido la suerte de encontrármelos en los últimos años y me gusta interpretarlos, claro. Admiro a las mujeres con carácter, son cautivadoras.
¿Qué tiene en común con ella?
También soy madre de dos niños pequeños [River y Willa, de 7 y 3 años, fruto de su matrimonio con Shane Dear, de quien se divorció en 2013], así que supongo que eso te hace fuerte. No te queda otro remedio [se ríe]. Pero soy muy diferente. Elizabeth es muy testaruda, ve las cosas de una forma determinada y actúa en consecuencia. Yo soy más flexible en todos los sentidos, aunque admiro sus cualidades y creo que su forma de ver la vida es interesante. Quizá tenga más calma, en cierto modo, en el sentido de que no está siempre dudando.
Pero sus decisiones, sobre todo en lo que concierne a sus hijos, pueden resultar incomprensibles para el espectador. ¿Hay algo en ella que le decepcione?
No. Sé que se ha escrito mucho sobre si es una mala madre, pero a mí me parece fascinante. Obviamente se trata de una serie de ficción, no son espías reales, y el guión es increíblemente imaginativo. Pero lo encuentro refrescante, incluso.
La segunda temporada fue aún mejor valorada que la primera. ¿Cómo le gustaría que evolucionara?
Mi parte favorita es cuando la trama se centra en el matrimonio. La parte de los espías es emocionante, sexy y divertida, pero a mí me conmueve más la otra, por lo complicada que puede llegar a ser. Aunque sea ficción, me gusta cómo aborda el tema de las relaciones.
¿Esperaba tan buena acogida?
No, nunca la esperas. Y no siempre te dejas llevar tanto por lo que haces, así que ha sido muy motivador.
Tiene una relación muy estrecha con sus compañeros de reparto.
Creo que parte del éxito es que todos encajamos muy bien, incluso salimos juntos. ¡Y Matthew Rhys y Noah Emmerich tienen tanto talento! [el segundo interpreta al agente del FBI y vecino de los protagonistas, Stan Beeman]. Sin duda, una de las cosas que me encanta de The Americans es que hay mucha química entre ellos, ambos grandes actores que se entregan mucho. Todos son muy trabajadores, una palabra con la que no se describe necesariamente a los actores [se ríe].
Keri Russell en The Americans
Cordon Press
Ídolo adolescente. Russell, que dio sus primeros pasos en televisión con solo 15 años en el programa Mickey Mouse Club, ha admitido que estuvo a punto de tirar la toalla tras Felicity. Su actuación en ésta le valió el Globo de Oro con 23 años, pero también la obligó a tomarse un respiro durante dos: «Me había perdido ese momento en que toca ser rebelde. Tuve que ser responsable demasiado tiempo y necesitaba un respiro», ha admitido. No era para menos: su drástico corte de pelo de 1999 hizo historia al provocar, según dicen, un descenso de la audiencia (lo cierto es que pudieron influir otros factores, como un cambio de horario), y provocó que WB Network tomase medidas para que sus jóvenes estrellas no modificasen en adelante su estilo sin autorización. Ella confiesa que llegó a hartarse de estar en el punto de mira: «Apenas sobrevivía».
Empezó muy joven en esta profesión. ¿Le ha dado algún consejo a los dos actores que interpretan a sus hijos en la serie, Holly Taylor y Keidrich Sellati?
No, ¡son bastante maduros! Es extraño verles crecer así. Holly es formidable, en esta temporada veremos mucho más de ella. Ambos lo son, no creo que necesiten consejos.
Felicity representa un periodo muy intenso de su vida que llegó a agotarla. ¿No tiene miedo de volver a sentirse así con The Americans?
Hay muchas diferencias. La principal es que entonces era más joven. No sabía qué esperar. Fue una locura, también para Matt Reeves [cocreador de la serie junto a J. J. Abrams]. Era la primera vez para todos, nunca habíamos estado en el ojo público a ese nivel. Fue algo monumental para nosotros. Por otro lado, Felicity tenía 22 episodios por temporada; The Americans, solo 13. Así es más sencillo tener una vida, hijos, amigos… Y ahora comparto el protagonismo.
¿Diría que lo mejor de su carrera está por llegar?
La verdad es que me ha ido muy bien, los últimos dos años han sido increíbles. Pero tener hijos siempre aporta una necesidad de equilibrio, quieres trabajar cada vez menos. Esta serie me permite rodar cuatro meses y medio al año. Es genial, porque el resto del tiempo puedo llevar a los niños al colegio, cosas así. Si tuviera que pensar en algo sería en proyectos pequeños, como una película independiente. Algo que solo me llevara un par de meses.
Su debut teatral en el Off-Broadway, hace ya una década, obtuvo muy buenas críticas. ¿No le tienta subir de nuevo a las tablas?
¡Quién sabe! Depende de la historia y del equipo. Pero no es algo que persiga ahora.
¿Disfruta la alfombra roja?
¿Acaso alguien la disfruta? [se ríe]. Sí, supongo que hay quien se lo pasa bien posando y todo eso. Es algo a lo que he tenido que acostumbrarme y por fin lo he conseguido, pero no sé si disfrutar es la palabra que mejor define lo que siento. Aprecio la ropa y alguno de esos momentos, pero es duro ser una chica, ya sabes a qué me refiero. Es muy diferente a actuar y yo no soy modelo. Es mucha presión, aunque a veces sea divertido.
¿Así que ha acusado el proverbial dictado de Hollywood de ser eternamente joven y bella?
Aún no. Pregúntame en dos años y quizá te conteste: «¡Oh, Dios mío, me siento tan mayor!». Pero ahora me veo realmente bien. A veces lo comento con mis amigas: estoy a gusto con cómo soy, no querría tener 20 años otra vez. Creo que tengo un gran aspecto. Justo ahora [se ríe]. Veremos en 10 años…
Pero no se prodiga mucho en eventos y desfiles.
No me interesa mucho la moda, no es algo con lo que haya crecido. Claro que me gustan los diseños bonitos y admiro el chic francés, cómo lo consiguen sin aparente esfuerzo. También la parte artística de la industria. Pero en mi vida diaria no me complico demasiado.
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