Jane Seymour: «En mi vida casi muero tres veces y una de ellas fue en Madrid»
La doctora Quinn fue chica Bond con 22 años y mujer Playboy con 67. ¿Su próximo trabajo? Una serie española en la que encarnará a Leonor de Aquitania.
El verdadero nombre de Jane Seymour (Uxbridge, Londres, 1951) es Joyce Penelope Wilhelmina Frankenberg, pero ella eligió llamarse como una reina del Renacimiento, la tercera esposa de Enrique VIII. Dice que siempre le han interesado los personajes históricos. A lo largo de sus 50 años de carrera se ha metido en la piel de muchos, de María Antonieta (para una miniserie de 1989) a Costanze Mozart en Amadeus, la obra de teatro dirigida por Peter Shaffer en 1981 que inspiró la película de Milos Forman. «He actuado vestida con trajes de época la mayor parte de mi vida. Para mí hubo un momento en el que era todo un desafío interpretar a alguien en vaqueros…», bromea con su voz firme y grave. Ahora volverá a hacerlo. Está en Madrid para presentar Resplandor y tinieblas, una producción española con elenco internacional que se estrenará a finales de año. En la serie, ambientada en la Edad Media y con la vida de Francisco de Asís como eje, encarnará a Leonor de Aquitania.
Ha investigado a fondo el personaje. Le gusta porque fue una mujer poderosa en una época en la que no era común: «Vivió el doble que cualquier otra mujer de su época, hasta los 80 años. Estuvo en dos cruzadas, fue una innovadora, era muy fuerte, libre. Creo que era una manipuladora brillante y aunque estaba en un mundo de hombres en el que no le permitían gobernar se salió con la suya y lo hizo. Por eso fue una amenaza para su segundo marido, el rey de Inglaterra, que la apresó y la apartó del juego de ajedrez del poder». ¿Sigue ocurriendo lo mismo hoy con las mujeres poderosas, son criticadas y frenadas? «Hoy en día es diferente, excepto quizá en Oriente Medio, donde probablemente haya muchas mujeres poderosas que todavía tienen que someterse a un hombre. El curso de la cultura ha cambiado en Occidente, es mucho mejor de lo que era, pero aun así es una locura pensar que no hace tanto que logramos el derecho al voto. Hoy una mujer poderosa es más respetada que nunca, pero ha costado muchísimo llegar aquí».
Siempre tuvo claro que la interpretación sería su camino. Creció al noroeste de Londres y estudió desde niña en la prestigiosa escuela de artes escénicas Tring Park, como Julie Andrews. A los 19 debutó como actriz de la mano de Richard Attenborough, con cuyo hijo, Michael, se casó un año después. Como la mujer de Enrique VIII o Leonor de Aquitania, vivió durante años en un castillo. La mansión se llamaba St. Catherine’s Court y formaba parte de un complejo medieval de Bath. La adquirió y restauró junto a su tercer marido, David Flynn, en 1984 y la vendió en 2007 tras varios litigios. Porque Jane Seymour ha vivido muchas vidas también fuera de la pantalla: ha estado casada en cuatro ocasiones; tiene cuatro hijos y tres nietos; fue madre de gemelos a los 44 años y los llamó John y Kristopher, como sus amigos Johnny Cash y Christopher Reeve. Con Reeve protagonizó la película romántica En algún lugar del tiempo en 1980. Y gracias al empeño de Seymour por llevar a la gran pantalla la historia de Cash y June Carter, Joaquin Phoenix y Reese Witherspoon pudieron rodar En la cuerda floja, el biopic que le valió a Witherspoon su primer Oscar.
Ella no ha estado nominada nunca a la estatuilla, pero en su currículo figuran un Emmy (1988) y un Globo de Oro (1982), además de otras seis nominaciones a estos galardones, cuatro de ellas por su personaje más popular, La doctora Quinn. Esa serie, afirma, supuso un hito en los noventa: «Ahora mismo hay un gran empeño para dar a mujeres con mucho talento oportunidades en el mundo audiovisual, se ven más productoras, directoras, mejores papeles femeninos… Tenemos a Lily Tomlin y Jane Fonda creando su propio contenido, a Nicole Kidman y a Reese Witherspoon… Aunque queda un largo camino por delante, es el momento de las mujeres. Siento que cuando hice La doctora Quinn, hace 29 años, fui una pionera». Tuvo varias temporadas y secuelas, se extendió entre 1993 y 2001, y fue un éxito de audiencia, aunque nadie creía en ella cuando comenzó, según revela Seymour. «Me garantizaron que no duraría. Dijeron que no iba a triunfar porque estaba protagonizada por una mujer y eso nunca iba a funcionar en televisión. Todo les parecía mal. Me decían: ‘¿Un show de médicos? Eso no funciona. ¿Drama histórico? Nunca. ¿Wéstern? Una idea terrible. ¿Valores de moralidad y humanidad? No’. Fui la primera. Rompí todas las reglas». Sigue empeñada en recuperar la serie, le gustaría producir en un remake: «Hablaba de la condición humana, de culturas diferentes, racismo, inmigración, elecciones, ignorancia, los derechos de la mujer. Los mismos temas que preocupan hoy».
Bajo la peluca gris
No es la primera vez que visita España para trabajar. Con un rostro muy serio recuerda que a finales de los ochenta, mientras rodaba en Madrid Onassis: el hombre más rico del mundo –su papel de Maria Callas le valió el Emmy– estuvo a punto de fallecer. «En mi vida casi muero tres veces y una de ellas fue en esta ciudad. Tenía catarro y el productor me dijo que no se podía retrasar el rodaje. Un médico me puso una inyección de antibióticos y empecé a convulsionar. Morí de verdad, vi una luz blanca. El pánico desapareció y yo veía mi cuerpo desde fuera. Me pusieron cortisona y adrenalina. Había tenido un choque anafiláctico», relata. Ese episodio la transformó: «Me hizo libre. Descubrí que no había que perder el tiempo con gente que no merecía la pena. Que no te llevas fama, dinero, casas o premios, solo el amor compartido y la diferencia que has marcado con tus elecciones y tu trabajo».
Con bótox en la cara no puedes mostrar emociones.
Aunque nunca ha dejado de actuar asevera que desde 2018 pasa por un gran momento. El año pasado se incorporó a El método Kominsky, la serie de Chuck Lorre para Netflix protagonizada por Michael Douglas y Alan Arkin. Interpreta a un amor de juventud con el que Arkin se reencuentra e inicia una relación, algo que le ha pasado a ella en la vida real: desde 2014, tras divorciarse de su cuarto marido, James Keach, comparte casa en Malibú con su novio, el director David Green. «Creo que en el momento en el que me puse una peluca gris encima de pronto la industria descubrió a una nueva actriz», explica entre risas. Para interpretar a Leonor de Aquitania también lucirá canas: «En la vida real me gusta estar tan bien como pueda, de forma natural, pero en las películas quiero hacer un personaje. Si hago de Leonor con 80 años tengo que llevar pelo gris o blanco, no creo que fuera creíble interpretarla con mi pelo teñido». En alguna entrevista ha admitido que se sometió a cirugía estética y se inyectó bótox hace décadas, pero no quiso seguir por ese camino: «He elegido no hacerlo. Cualquier otro puede hacer lo que quiera y me parece bien. Pero yo siento que cuando la cámara me hace un primer plano mi trabajo es mostrar emociones y utilizar todos los músculos de mi rostro para ello. Y con bótox en la cara no puedes; si mi rostro está congelado no puedo mostrar esas emociones. Creo que ahora estoy trabajando mucho porque elegí mostrar mis arrugas».
Recalca que se siente cómoda con su edad, no mira con nostalgia las fotos de cuando, con 22 años, fue chica Bond junto a Roger Moore en Vive y deja morir. Entonces, en 1973, fue una sex symbol y salió por primera vez en Playboy. En 2018, a los 67 años, se convirtió en la mujer de mayor edad en posar para la publicación (para la que también había hecho una sesión de fotos en 1987). «Nunca he salido desnuda. Soy la única persona que lo ha hecho a su manera. Les dije que vestida iba a estar más sensual». ¿Se puede ser feminista y salir en Playboy? «Yo soy como Leonor de Aquitania. Hago las cosas a mi manera. Posé para Playboy con 67 años. Me pareció sorprendente que le pidieran eso a alguien de mi edad y pensé que quizá serviría para empoderar a otras mujeres que estén en este momento».
Parte del MeToo
Habla mirando fijamente a quien tiene delante, con sus ojos de colores diferentes, uno verde y otro marrón. Eleva la vista un momento cuando se le pregunta por las próximas elecciones estadounidenses (desde 2005 tiene esta nacionalidad además de la británica), pero no elude responder. «Me gustaría ver a alguien realmente bueno en la Casa Blanca. Me da igual que sea mujer, hombre… Quiero que esté alguien que encuentre una forma de devolver la humanidad al mundo». Frente al activismo de otras actrices, Seymour se define como apolítica: «Estoy más involucrada en problemas concretos que en partidos. Me interesa hablar sobre la crisis climática y cómo lograr la paz en el mundo. Resulta frustrante ver hoy el mismo tablero de ajedrez que hace siglos». Piensa que los individuos pueden cambiar el mundo. Hoy 15 de febrero, coincidiendo con su 69 cumpleaños, acaba de presentar Young Hearts, una app que ha ideado con su hija, la actriz y productora Katherine Flynn. «El objetivo es conectar oenegés que necesitan voluntarios con gente que pueda ayudar con sus habilidades especiales: por ejemplo, un doctor puede asesorar desde España a una organización en Somalia». Es su forma de hacer realidad el consejo de su madre que ha guiado su vida. «Fue voluntaria de la Cruz Roja. Era holandesa, pero vivió en Asia y estuvo en un campo de internamiento en Indonesia durante la Segunda Guerra Mundial. Decía que todos vamos a tener un gran desafío en la vida y el instinto natural será cerrar nuestro corazón, no dejar que nadie lo sepa y conservarlo para uno mismo. Hacer eso te come por dentro. Por eso, me dijo que hay que aceptar lo que ha pasado, abrir tu corazón y ayudar a alguien que sufra lo mismo. Solo entonces podrás avanzar».
Posé para ‘Playboy’ con 67 años. Me pareció sorprendente que le pidieran eso a alguien de mi edad y pensé que serviría para empoderar a otras mujeres.
Aplicó esta advertencia en su vida en 2017, cuando alentada por la explosión del movimiento MeToo relató que había sufrido acoso por parte de un poderoso productor. Él la invitó a su casa y le pidió favores sexuales a cambio de un papel. Ella se negó y él respondió que nunca más conseguiría trabajo. «Fue horrible. Yo ya era famosa, pero él quería demostrar que tenía el poder y someterme. Y mi agente y otro productor dejaron que pasara. Sabían que me iba a reunir con este hombre y no me advirtieron sobre su reputación. Y cuando él me pidió que mintiera al día siguiente y dijera que nunca había ido a su casa, cosa que hice, los otros dos me respondieron: ‘Menos mal que no fuiste, porque tu vida habría sido diferente’. Lo sabían, fueron cómplices. Eso es lo inquietante. Que la gente que se suponía que me representaba y protegía no me avisó. Eran parte de la misma enfermedad», cuenta con rabia.
Tras ese episodio volvió al Reino Unido, pensó en abandonar la interpretación. Pero no lo hizo: «No iba a dejar que ese acosador me parara. Incluso a sabiendas de que él tenía el poder no me importó y decidí seguir intentando hacer mi trabajo». Nunca ha mencionado su nombre y ahora tampoco quiere revelarlo, «porque está muerto y los otros dos implicados también, no van a hacer daño a nadie más». Sostiene que las cosas han cambiado mucho en la industria audiovisual a raíz de las denuncias del MeToo: «Los hombres son muy cautelosos, las dinámicas son diferentes. Se ha llegado realmente lejos en la dirección contraria… Yo creo que el movimiento también debería ser para los hombres, porque muchos han sufrido abusos. Pero quizá no es necesario hablar de ello ahora». Prefiere seguir contando sus planes de futuro, que este año también va a rodar una película titulada Friendsgiving y que continuará pintando, volcada en su oenegé y su app, en las joyas que diseña… «Creo que voy a compaginar todo ello mientras pueda. Todo. A mi manera».
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