Ferran Adrià: «Fui yo quien le descubrió Issey Miyake a mi mujer»
Odia las corbatas, las camisas, el esmoquin y el frac. Después del uniforme de cocinero, lo suyo son las camisetas y los colores oscuros.
Desde su restaurante, elBulli, cambió la forma de entender la cocina y la convirtió en un arte y en un proceso de alquimia. Su nombre se asociará siempre al título de mejor cocinero del mundo, y tuvo que ser él quien anunciase una retirada temporal para que otros le disputasen el trono. Ahora está de lleno con elBulli Foundation y, como lo suyo es dar sorpresas, nos habla de moda.
Perdone mi ignorancia, pero ¿las modas afectan también a lo que se pone la gente para cocinar?
Por supuesto. Hace años, por ejemplo, era impensable ver una chaquetilla negra en la cocina. Las cosas han cambiado mucho en las formas, en los colores, en los cortes…
¿A qué lo atribuye?
Todo lo que rodea a este mundo ha variado gracias a la incorporación de gente muy joven. Antes trabajar en una cocina era una cosa que se hacía por necesidad y ahora hay auténtica vocación. Esos jóvenes traen aire fresco en muchos sentidos, y también en la ropa, claro.
¿Son caros los uniformes de cocina?
Una buena chaquetilla de chef, por ejemplo de la marca Bragard, cuesta 250 euros. Tiene que resistir muy bien el uso: se mancha muchísimo y hay que lavarla en caliente y a diario. Si el material no es bueno, se echa a perder.
¿Qué llevaba el personal en las cocinas de elBulli?
Era un uniforme sencillo, chaquetilla blanca y pantalón de cocinero negro o de rayas.
¿Y en los pies?
Ahí hay más libertad, pero generalmente usábamos todos zapatos de la marca Crocs, que son muy cómodos.
La chaquetilla que se puso la última noche que cocinó en elBulli puede considerarse una reliquia. ¿Dónde la tiene?
Alguien me ofreció comprarla por una fortuna, pero no quise venderla. Ahora está en la exposición sobre elBulli en el Palau Robert… pero es mía.
Por su restaurante han pasado jefes de Estado, estrellas de Hollywood, multimillonarios y gastrónomos de todos los países. ¿Cómo iban vestidos?
ElBulli fue el primer restaurante con tres estrellas Michelin sin código para la ropa. Pero, claro, está en la playa. Con ese concepto, no tiene sentido pensar en un restaurante donde los clientes se vistan de modo muy formal. Por eso, cada cual venía como quería. He tenido clientes en bermudas y algunos con una indumentaria verdaderamente extravagante.
Y cuando es usted quien va a cenar fuera, ¿cómo se viste?
Depende del sitio. Si voy a la Terraza del Casino de Madrid, visto formal. Pero, por ejemplo, en otros grandes restaurantes, como Nobu, la gente va como le parece. La idea del lujo también evoluciona.
¿Le gustan las corbatas?
Nada. Intento no ponérmelas, salvo cuando no hay más remedio. Ni siquiera me gustan las camisas. La chaqueta mao es un buen truco para escapar de ellas.
¿Y qué le gusta ponerse?
Suelo ir siempre con tejanos, camiseta y jerséis negros. Me encuentro muy bien vestido de negro, no suelo salir de los tonos oscuros.
¿Alguna debilidad en cuestiones de ropa?
Los diseños de Issey Miyake. Me encanta todo lo que hace, y presumo de que fui yo quién se lo descubrió a mi mujer.
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