Un día en Barcelona con Karlie Kloss, la top model del momento
Pasen y vean la gran feria de las vanidades metálicas. La moda gira y gira a un ritmo vertiginoso. La top Karlie Kloss, imagen de Mango, se sube este mes a la atracción más brillante.
Algunos estados predicen tendencias. No solo en moda, también en política. En el Medio Oeste, cuna de supermodelos como Cindy Crawford, Misuri es, por derecho propio, un buen barómetro de las elecciones en Estados Unidos. Quien gana allí, históricamente suele ser escogido presidente. Karlie Kloss (de 23 años) creció en la ciudad de San Luis, el área metropolitana más importante de ese estado. Sin embargo, la modelo no da ninguna pista de cuál puede ser su candidato favorito. Cuestión de educación… y de familia (política). Su pareja es el emprendedor Joshua Kushner, hermano del marido de Ivanka Trump e hijo de una de las familias judías más poderosas de Nueva York. «Tengo unos padres increíbles [su madre, Tracy, es directora de arte freelance; y su padre, Kurt, médico de urgencias]. Somos cuatro hermanas, muchos primos, tíos, tías… Crecer en el Medio Oeste me ha aportado una base sólida, fundamentada en los valores de la familia, la disciplina, el trabajo duro y el respeto», sopesa.
«Es otro mundo. Algo así como crecer en una burbuja, segura y tranquila», reconoce. «Viajar te abre la puerta a otras culturas y puntos de vista distintos, pero también te enseña a apreciar tus raíces», señala. Ella hizo las maletas para alquilar su propio apartamento en Manhattan cuando tenía solo 14 años –desfiló en exclusiva para Calvin Klein la misma semana que empezó el instituto–. «Llevo toda la vida compaginando los estudios con el trabajo de modelo», dice Karlie, quien actualmente está matriculada en un programa de Ciencias Informáticas en la Universidad de Nueva York. «Es reconfortante moverme de nuevo en un ambiente académico. Me gusta la sensación de tener que centrarme y asumir responsabilidades más allá de la moda», asegura Kloss.
«Espera un momento, ¡tengo que fotografiar esto!», suelta de repente, camino del aeropuerto. Baja la ventanilla y, con el móvil, apunta a una gigantesca valla en la que aparece su rostro. Es la campaña de Mango, que ha empapelado Barcelona (y el resto del país) con el cuerpo de la modelo. «Es de locos», dice en voz alta. «Ayer estuvimos paseando por la ciudad. Cogimos un bus turístico y fuimos al Parque Güell», cuenta. Tuvieron que irse para escapar de los flashes y de los selfies. Sabe que no pasa desapercibida –«Mido 1,88, es imposible no verme»–, pero no se acostumbra a los paparazis (aunque sean amateurs).
Sin embargo, entiende la necesidad de capturar el momento para compartirlo en las redes. Con 4,3 millones de seguidores en Instagram, además de su propio canal en YouTube (Klossy), Karlie sabe que ella es su mejor marca. La versión 2.0 de la Trinidad –apodo con el que a finales de los 80 se conocía al grupo de supermodelos formado por Christy (Turlington), Naomi (Campbell) y Linda (Evangelista)–. «Si no está en Instagram, nunca ha sucedido», sentencia antes de hacerse una foto en el Tibidabo (esa imagen será un latergram de su paso por la Ciudad Condal).
«Gestionar las redes sociales es un trabajo a jornada completa», advierte. «Internet ha transformado nuestra forma de vivir, comunicarnos, comprar. Todo es inmediato. En publicidad –con campañas como #NewMetallics de Mango– y también en el sector editorial. Vivimos en un mundo casi virtual», defiende. «La tecnología digital es un motor de innovación en todas las disciplinas. No solo en moda y fotografía. También en sanidad. Es algo que me fascina y me intriga. Por eso empecé a estudiar programación. Quería ver cómo funciona ese universo paralelo desde dentro», argumenta.
Los códigos binarios son su lenguaje favorito. «Es importante saber construir e interpretar datos informáticos, tanto si quieres formarte como programador profesional como si solo quieres introducirte en el mundillo como hobby», cree. «Puedes utilizar ese conocimiento para entender mejor el mundo, razonar de otra manera, crear una aplicación o emprender en cualquier otro campo», continúa. «En un futuro, quiero fundar mi propia empresa y, cuando lo haga, quiero tener todas las herramientas para ser capaz de construir ese negocio yo misma en lugar de contratar a alguien para que ponga en marcha mi idea», analiza. Para «animar a otras chicas a descubrir su lado nerd», el año pasado lanzó Kode with Klossy, una beca de iniciación en el lenguaje Ruby para 21 estudiantes, que ahora amplía con campus de verano.
Como la industria de la moda, Karlie cuestiona el ritmo frenético de su agenda, con el sueño de rascar tiempo libre para estar con su familia y probar nuevos proyectos. «Ahora soy más selectiva e intento no viajar demasiado, aunque sé que el avión forma parte de la rutina», dice. «La moda es un sector de empoderamiento femenino único. A lo largo de los años, he tenido la oportunidad de conocer a mujeres increíbles, como Diane von Furstenberg, mi mentora y mi amiga. Me ha enseñado a ser quien soy y a confiar en mí misma. Sus diseños, como ella, transmiten un mensaje inspirador».
Quizá sea joven, pero su mente viaja a través de los años para rescatar anécdotas como si en su contador personal el tiempo fuera infinito. «Puedo presumir de haber trabajado con Oscar de la Renta», comenta. «Fue mi maestro de una manera casi inconsciente. Llevar uno de sus diseños te hace sentir elegante, sofisticada, fuerte. Es algo que aprendes casi por ósmosis. Era un hombre cortés y cambió mi manera de posar». Hoy su caminar la diferencia del resto, tanto si lleva un vestido de cóctel de Carolina Herrera como si el guión exige meterse en un personaje de Jeremy Scott. «Es de Misuri, como yo. Sus colecciones son una mezcla perfecta de humor e inteligencia. Sabe que trabajar en serio no está reñido con divertirse», zanja.
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