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Charlotte Gainsbourg: «Nunca voy a estar satisfecha con quien soy»

Disfrutamos de las contradicciones de la actriz y cantante anglofrancesa, que protagoniza Samba, lo nuevo de los directores de Intocable.

Charlotte Gainsbourg

Ser la hija de Serge Gainsbourg y Jane Birkin no es algo de lo que sea sencillo abstraerse. Pero Charlotte Gainsbourg, de 43 años, ha conseguido, por méritos propios, dejar atrás en sus entrevistas las alusiones al estilo de su icónica madre o al mítico y provocativo dueto con su padre, Lemon Incest. Es cierto que el escándalo parece algo inherente a ella y protagonizar la llamada «trilogía de la depresión» de Lars Von Trier (Nymphomaniac, 2013; Melancolía, 2011; y Anticristo, 2009) no ha alejado precisamente ese halo de su persona. Pero la impresión que transmite cuando charlamos sobre su último trabajo, Samba (que se estrena el 27 de febrero), es la de estar en una etapa muy tranquila, feliz de haberse reencontrado con Nueva York. Allí se mudó junto a su pareja, Yvan Attal, y sus tres hijos, tras la muerte de su hermana Kate Barry en diciembre de 2013. Hablamos con ella de ese cambio y de su trabajo a las órdenes de los creadores de Intocable, sobre una mujer que se enamora de un sin papeles (Omar Sy).

Tras la intensidad de sus interpretaciones anteriores, ¿el de Samba fue un rodaje sencillo?

No he hecho mucha comedia y cuando me vi en ésta recordé lo placentero que puede ser hacer bromas, reír, divertirse…

¿Lo necesitaba en ese momento?

Me ocurrió algo realmente trágico durante el rodaje, así que no todo fue feliz. Perder a mi hermana fue muy doloroso. Me gustaría no entrar en lo personal, pero no puedo evitarlo.

La película aborda el tema de la inmigración de forma reveladora. A menudo tenemos esta clase de problemas entre nosotros y no los vemos en toda su dimensión. ¿Cree que la gente está suficientemente concienciada?

No, a veces uno está tan metido en su propia vida que se olvida. No es algo en lo que la gente piense lo bastante. Todos debemos trabajar en ello.

¿Qué opina del compromiso del artista? ¿Hasta qué punto alguien de su profesión siente el deber de ser combativo?

No me siento obligada a enviar un determinado mensaje o a llamar la atención sobre ciertas cuestiones, ni me siento cómoda con el hecho de dirigirme a mucha gente o dar mi opinión. Tengo una, claro, pero soy bastante reservada con mis pensamientos. Es un problema, porque muchos asumen que eso va unido a ser conocida y no es algo fácil para mí. No hice la película por lo que trata, aunque es genial tener esta oportunidad y me seduce estar en un proyecto que quizá abra algo la mente de la gente o inspire curiosidad hacia ciertas problemáticas. Para mí, con eso basta. Lo que me gustó de Samba es que no pretende adoctrinar sino inspirar sentimientos.

Entonces, no se sentirá cómoda dando su opinión sobre cómo Francia o Europa en general, abordan el tema de la inmigración…

Por supuesto que me preocupan estos problemas, pero como individuo no me parece que tenga algo interesante que decir. Siento que hay que hacer algo, pero no creo que yo pueda aportar algo que ilumine a los demás [se ríe].

Su personaje, Alice, sufre una crisis nerviosa por el exceso de presión en el trabajo. ¿Alguna vez se ha sentido cercana, de alguna forma, a esta situación?

He tenido bajones. Nunca se debieron al trabajo, así que tuve que enfocarlo de forma diferente, a un nivel personal, pero puedo entenderla.

Acaba de presentar en la Berlinale la película Everything Will Be Fine, en la que ha trabajado con James Franco. ¿Es tan bromista como parece?

Se trata de un drama que aborda temas muy duros. Su personaje es culpable de la muerte de un niño, así que no fue un rodaje en el que estuviéramos muy bromistas. Además es muy discreto y estaba muy metido en el trabajo. Todos estábamos muy concentrados.

No todo el mundo ha comprendido este último trabajo de Wim Wenders, especialmente su uso del 3D. ¿Qué fue lo que le sedujo a usted del proyecto?

Me encanta el ritmo interno que tiene. Es un drama muy tranquilo, con una narración bastante pausada, pero el 3D no transmite eso. Nunca se había visto algo así antes. Es muy íntimo, pese a los fabulosos paisajes que presenta de Canadá. Todo es muy hermoso y, al mismo tiempo, sientes que estás dentro de la mente de los personajes. Es bastante extraño.

El argumento trata de la pérdida, el duelo y cómo salir adelante. En sus circunstancias personales, ¿abordó el papel de una forma diferente?

Hice cuatro películas entre el pasado otoño e invierno. Perdí a mi hermana en medio de todo ello. Fue muy duro. Estaba en la película, luego en la vida real, y no había conexión entre una cosa y otra. Pierdes a alguien a quien quieres y luego estás en un rodaje, con todo el artificio, y nada puede ayudarte. El trabajo sirve para mantener la mente ocupada pero no puedo decir que me ayudara realmente o que hacerlo me hiciera afrontar la vida o el amor de una forma distinta. Pero siempre he pensado que mi personaje, Kate, tiene algo de santa. La admiro, su poder de perdonar, esa forma dulce de pensar. Es generosa, todo lo que desearías ser. Pero yo desde luego no soy así, no puedo verme de esa forma [se ríe].

Stefan Heinrichs

¿Qué puede anticiparnos de Oppenheimer Strategies, de Jospeh Cedar, la película que coprotagonizará con Richard Gere?

Es un proyecto pequeño y me ilusiona mucho porque es mi primera experiencia en Nueva York, además con un director que me encanta. Rodaré solo cinco días pero el guión es increíble, tiene algo único. Tengo mucha curiosidad por verlo terminado porque va a ser algo muy íntimo y original.

Después de la trilogía con Lars Von Trier, ¿no cree que ha explorado suficientemente sus límites como actriz?

Espero que no, eso significaría que tengo que retirarme [se ríe].

¡Eso no! Pero tras Nynphomaniac dijo: «De acuerdo, tenía que hacer algo así, ya está». ¿Qué le queda por explorar como intérprete?

Espero que quede más. Supongo que en cada proyecto intentas ver hasta dónde puedes llegar y tratas de ir cada vez un poco más lejos. Así que ojalá me quede mucho por hacer. Pero no tiene que ser algo trágico o doloroso.

Pasando a su faceta musical: ahora trabaja en un álbum homenaje a su padre, ¿para eso se mudó a Nueva York?

No tenía recuerdos de aquí. Por eso vine, es totalmente nuevo para mí. No sabía que surgiría lo de Openheimmer, así que la idea era dedicarme a la música. Y espero hacerlo.

¿Qué le inspira más de esa ciudad?

Puede ser abrumadora, muy de negocios, pero ahora paseo por los parques y la veo distinta. Cuando vives en un sitio lo ves completamente diferente. Pero no sé qué es lo que me gusta más. Quizá la posibilidad de estar en un lugar donde siento cambios y puedo cambiar yo también. Para mí es el momento de estar con mi familia, en casa. Quizá suene tonto, pero me gusta ir a la compra y cocinar. Es genial tomarme mi tiempo y Nueva York me lo permite.

¿Le gusta ver películas de miedo con sus hijos como hacía con su padre?

[Se ríe] Aún no. Bueno, mi hijo mayor tiene 17 años y le puse El resplandor, pero me di cuenta de que títulos que a mí me aterrorizaban, como Carrie, ya no funcionan igual. El resplandor aún es efectivo, pero los chicos no son como antes, están acostumbrados a otro ritmo.

Hace unos años dijo que no se sentía cómoda con su aspecto. ¿Hoy por hoy está a gusto con su cuerpo?

No. No me gusta mi aspecto, ni envejecer… Nada de eso. Me parece estúpido no haberme sentido mejor antes conmigo misma, porque ahora veo las fotos de hace unos años y pienso que no estaba tan mal. La cuestión tiene que ver con no estar conectada con una misma, no ser capaz de disfrutar del momento. Es mi forma de ser, nunca voy a estar satisfecha con quien soy.

Es amiga de Nicolas Ghesquière. ¿Qué otros diseñadores actuales le atraen?

Adoro el trabajo de Nicolas. No conozco el de mucha gente, aunque me gusta también Anthony Vaccarello. Pero no sigo los desfiles, siempre llego tarde.

El diseño de Louis Vuitton que lució en Berlín hace unos días le jugó una mala pasada, ¿no le encajaba?

[se ríe a carcajadas] Nunca me he sentido bien sobre la alfombra roja. El vestido es maravilloso y muy fácil de llevar, el problema eran los zapatos. Eran demasiado grandes, así que puse kleenex dentro y fue aún peor. Los saqué y entonces los tenía en las manos. Un desastre.

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