Arizona Muse, la esencia de la auténtica feminidad
“Cuando veo a Arizona, veo sombras de Linda Evangelista y Natalia Vodianova, pero sobre todo la veo a ella, maravillosa, inteligente y adulta”. Así describió Anna Wintour a la modelo de 28 años, que ha pasado de vestirse de negro de pies a cabeza a dejarse seducir por el glamour de los años 30 y 40.
Arizona Muse (28 años). O la musa de Arizona. Suena a nombre artístico. Pero no lo es. La modelo nació en Tucson (Arizona) y creció en Santa Fe (Nuevo México). Un entorno de paisajes desérticos e influencia hispánica e indígena tan hipnótico como evocador. Las mismas tierras rojizas e infinitas que cautivaron a Georgia O’Keeffe en los años 30. La misma naturaleza virgen y salvaje que subyugó a su madre, Davina, restauradora inglesa de tejidos, y a su padre, Garry, marchante estadounidense de arte. Creativos liberales. «Mi madre es experta en materiales y colores. Ella me enseñó a leer las historias que cuentan las hebras de una prenda. Cómo está teñida, cómo está tejida… Mi padre es un amante del arte antiguo. Cuando era niña, en casa teníamos objetos con 5.000 años de antigüedad. De su mano aprendí a valorar lo que significa crecer rodeada de arte, belleza y cultura», explica.
«Puedo pasarme días sin entrar en las redes. Me olvido de hacerme selfies», admite. En las paredes de su habitación no había supermodelos, sino caballos. «Galopar era mi pasión», cuenta. «Nunca me interesó la moda. Me gustaba la ropa y disfrazarme. Cuando era pequeña, me divertía vistiéndome de princesa. Luego llegó la adolescencia y mi guardarropa se hizo más masculino. Me convertí en una tomboy». Adiós a los tutús… y al colorete. «El maquillaje era para mí un total desconocido. Digamos que no era precisamente una chica con estilo», bromea la maniquí, que hoy abraza una forma de feminidad más tradicional. «He pasado de vestirme de negro de pies a cabeza a dejarme seducir por el glamour de los años 30 y 40. Labios rojos, melena ondulada… La esencia de la auténtica feminidad, cuando las mujeres querían ser mujeres, sensuales y bellas», analiza en una declaración de autodeterminación personal. «En Arizona veo sombras de Linda Evangelista y de Natalia Vodianova, pero sobre todo la veo a ella, preciosa, inteligente y madura», escribió Anna Wintour en 2012.
«Esto va a cambiar tu vida», le dijo Olivier Rizzo, estilista de Prada, cuando le comunicaron que ella iba a abrir el desfile. Era el año 2010 y Arizona acababa de cumplir 22 años. Antes había trabajado alguna vez como modelo. Hasta que, con 19 años, se quedó embaraza. «Mi hijo tenía año y medio cuando decidí volver. Tuve suerte y aquí sigo», continúa. Desfiles, portadas, campañas internacionales: Fendi, Isabel Marant, Yves Saint Laurent… A pesar del bombardeo de instantáneas en las redes, son pocos los que de verdad entienden los mecanismos que mueven los hilos de esta industria. «La gente de la calle no tiene ni idea de cómo funciona. ¡Cree que te regalan la ropa! Incluso a mí, que llevo seis años en este mundo, me parece un negocio complejo. Las modelos solo estamos presentes el día de la sesión, pero detrás de cada producción hay todo un equipo trabajando en la creatividad durante días e incluso semanas», dice.
Hubo un tiempo en que fantaseó con ser arquitecta. Quizá porque uno de sus tatarabuelos diseñó el Museo de Historia Natural de Londres. Hoy sueña con poner en marcha «un proyecto que aúne moda, deporte, nutrición y psicología». De momento, colabora con organizaciones como Women for Women International. «En los 60 y 70, las mujeres lucharon por la igualdad. Nos toca tomar el relevo. El activismo es una forma de descubrir lo que llevamos dentro. Porque una persona lucha con más fuerza por aquello que más ama. Mi batalla está con ellas y las familias».
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