Amy Adams: «Me gusta hacer sentir algo a la gente»
Es la actriz más versátil y prometedora de su generación. Tim Burton saca partido a su faceta insondable en su última película, Big Eyes.
Ella mantiene cierto misterio a propósito. Por eso nos sorprende y arrastra», decía el actor Philip Seymour Hoffman de Amy Adams. La actriz ha construido una gran carrera basada en esa cualidad, pasando de ser elegida la princesa inocente de Hollywood en Encantada a convertirse en lo que le pidan: monja (La duda), barriobajera (The Fighter), bloguera (Julie y Julia) y hasta Lois Lane (El hombre de acero). Desde La gran estafa americana ya nadie pone en duda su versatilidad. Pero aquella sexy timadora nada tiene que ver con su último personaje: Margaret Keane, la pintora de los niños de ojos grandes, introvertida y manipulada por su marido, Walter, que se apropió de la autoría de esos cuadros e hizo una fortuna con ellos. Tim Burton cuenta esta historia real en Big Eyes, ahora en los cines.
La primera vez que leyó el guión de Big Eyes no le convenció. ¿Qué le hizo cambiar de idea?
Al principio vi a la protagonista como a una víctima, no entendí sus distintas capas. Al releerlo, y al conocerla, ella misma me dijo que asume su responsabilidad por lo que hizo, pero que no era consciente de que estar siendo manipulada; estaba asustada. Además, cuando lo leí por segunda vez ya había sido madre y entendí su lucha entre continuar con su arte y vivir la maternidad.
¿Le ha cambiado mucho a usted?
Antes me definía por mi trabajo, tenía más tiempo para mí. Aunque no sé si eso es siempre bueno… Pero tener a mi hija me hizo ser consciente del mundo que me rodea. Entendí que quería ser un ejemplo para ella. Quiero que entienda que se puede tener una carrera y una familia, y que para mí lo personal está primero. Al mismo tiempo, me siento mucho más satisfecha y completa como actriz.
¿Su madre fue un ejemplo?
Ella me enseñó a no tomar muy en serio mis temores. No le asustaba nada, y yo era una niña muy asustadiza: me daba miedo montar en bici, hacer gimnasia… Me decía: «Hazlo». No estaría donde estoy sin ella.
¿Ya no teme a nadie?
Bueno, sí, los temores nunca se acaban. Te alimentan, te dicen que estás en el buen camino: si no lo sientes así, probablemente no merece la pena.
En Big Eyes definen a Margaret como misteriosa. Y así la describen a usted los directores. ¿Lo es?
La forma en que trabajo es muy privada. La comparto, pero normalmente no saben cómo consigo lo que consigo, y me dejan hacer. No sé si me describiría así, pero me gusta. Mis amigos me definen como rara. Soy tonta: me gusta divertirme y reírme.
Sin embargo, la vemos en muchos dramas.
Son los guiones que me atraen; personajes con elementos dramáticos, pero que no son pesados. Me gusta ese punto medio en el que haces sentir algo a la gente y entretienes.
¿Qué ha sido lo mejor de cumplir 40 este año?
Hacer una fiesta y compartir ese momento con mi prometido. Me hizo darme cuenta de que hay muchísima gente a mi alrededor a la que quiero y que me apoya. Ser actriz, con tanto viaje, te aísla muchas veces. Tengo a mi familia y me siento afortunada, pero está bien saber que tienes una red tan extensa. Ese momento me lo recordó. Y aún no nos hemos casado, me hizo pensar que podríamos celebrar una boda.
¿No tuvo, entonces, la crisis de los 40?
No me encerré en mi habitación y lloré, pero me dije: «Amy, crece, vete a poner la lavadora». Y me repetí una lista de cosas que los adultos deben hacer y estoy intentando cumplir. Como ser más responsable, creo que aún soy inmadura en algunas cosas.
¿Ha sido La gran estafa americana un punto de inflexión?
Más bien los distintos personajes de los últimos cuatro años. La gente ya no se pregunta si soy capaz de hacer algo. Confío en poder seguir interpretando a mujeres interesantes y fuertes. Como en mi siguiente película, Story of My Life. O Janis Joplin, que espero que ocurra por fin.
¿Su papel de estafadora le animó a explotar su lado más sexy?
Quizá me siento más cómoda, después de estar medio desnuda durante todo el rodaje [risas]. Lo curioso es que ahora me llegan muchos vestidos con escotes en uve. Me encantan, pero siento que no puedo usarlos porque la gente va a pensar que me repito. Pero con ese personaje me lo pasé muy bien. Sé que nunca voy a ser una sex-symbol, y está bien, puedo hacer muchas más cosas.
Es imagen de los accesorios de Max Mara, ¿disfruta esta parte de su trabajo?
Me encanta colaborar con ellos, porque tienen integridad, son respetuosos, una familia. Y hacen productos preciosos a los que ahora soy adicta [risas].
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