El traje de flamenca, un negocio con arte
La Feria de Abril de Sevilla se ha convertido en el mejor escaparate del diseño flamenco. Pero no es el único. Esta industria genera nuevas tendencias año tras año y atrae a fashionistas de medio planeta.
Dicen que si soy antigua de una España trasnochá, y yo me río lo mío, de eso de la antigüedad», advertía la letra de la canción Pastora Imperio de Rocío Jurado en 1988… y lo repite hoy el blog ¡Ay Maricrú!: «Ni somos antiguos ni rancios; es lo nuestro y de eso es de lo que nos gusta hablar». «Y aunque muchos piensan que es un sector de pandereta» –lamenta la diseñadora Pilar Vera, presidenta de la Asociación de Empresarios de Artesanía y Moda Flamenca–, «la moda andaluza mueve una industria que lleva años rompiendo esquemas». Tiene sus propias pasarelas internacionales, como Simof o Jerez –una plataforma que, como la New York Fashion Week, cuenta con el patrocinio de Mercedes-Benz–. Se ha convertido en un importante motor económico que, como la alta costura de París, blande la espada de la artesanía y promueve el diseño hecho a medida. Inspira a firmas como Balenciaga o Ralph Lauren. Ha posado ante el objetivo de Annie Leibovitz. Se ha colado en los escaparates más prestigiosos, como Harrods –donde los trajes de Vicky Martín Berrocal se exhibieron dos años consecutivos–. Y ha encontrado una nueva vida en la Red, con páginas como Lunarit0s.com, de Aida Lineros, o Entreciriosyvolantes.com, el blog de Claudia Alfaro, una sevillana de 29 años licenciada en Derecho dispuesta a acercar este universo de peinetas y mantones al resto del mundo.
Quizá sea cierto que «el diablo se viste de Prada», pero incluso Anna Wintour se ha puesto el traje de flamenca (por lo menos una vez). «Hace dos años vino a mi taller la mujer del empresario inglés sir Philip Green, dueño de Topshop», recuerda Vera. «Quería dar una fiesta temática en Cancún para celebrar el 60 cumpleaños de su marido. Entre los invitados, Kate Moss, Naomi Campbell y la directora de Vogue USA, a la que también le hice yo el vestido», cuenta a S Moda. «La señora Green vino varias veces en su avión privado para encargar el guardarropa de la soirée [inspirada en España], que se celebró en marzo de 2012. Vestimos a 60 de los invitados; estuve un año trabajando para aquel evento».
La Feria marca el pistoletazo de salida de la temporada. Pero el ajetreo empieza antes, en septiembre, cuando los talleres trazan los primeros esbozos de los diseños que se verán en enero en Simof. Porque aunque parezca que existe un patrón único, hoy las tendencias cambian año tras año. «Es el único traje regional vivo. El de fallera pasa de generación en generación. El de gitana no», aclara José Víctor Rodríguez Caro, de Victorio & Lucchino. «Aunque la verdadera pasarela está en la calle, donde cada mujer reinterpreta la creación de un diseñador», cree Elena Rivera, del blog Mamademayorquieroserflamenca.com.
«Cuando yo era pequeña, los modelos cambiaban cada cinco o seis años; a veces, incluso cada 10. Viendo una foto, era fácil reconocer la época», revela Rocío Montero, directora creativa de Lina. «En los 80, el estampado de lunares era inamovible», dice Guadalupe, fundadora de la firma malagueña Guadalupe Moda Flamenca. «En 2002 el sector estaba enquilosado», cuenta José Víctor. «Nosotros marcamos un hito con el primer corte estrecho y la caracola», añade. «Mezclamos tejidos, hicimos mantoncillos estampados… Queríamos dar una vuelta de tuerca al prototipo clásico. Que nuestras clientas se olvidaran del look total, que es muy cateto, y crearan sus propios estilismos, con corales de la abuela, pendientes hippies…» ¿El lema de Victorio & Lucchino? ¡Ser diferente! Y eso es, precisamente, lo que hizo Vicky Martín Berrocal cuando arrancó con su propia colección hace nueve años: reinventar la silueta original en punto de seda, con malla metálica, cuero de Ubrique, flores naturales, oro… «Haciendo lo que me da la gana, pero con respeto y admiración», señala. «Para una mujer andaluza, esta prenda lo es todo», subraya Vicky. En el sur, la moda se entiende como ceremonia. «Como cuando un torero se viste para saltar al ruedo», recalca. «Es como un sastre», añade Montero. «El componente técnico es fundamental», asiente José Víctor. «El traje tiene que ser coherente con la Feria, donde los espacios son pequeños, hay mucha gente y tienes que moverte».
Laura Sánchez junto a otras modelos en el desfile de la colección de Vicky Martín Berrocal en el Salón Internacional de la Moda Flamenca Simof, en el Palacio de Exposiciones y Congresos de Sevilla.
Chema Soler
A diferencia de la alta costura, no existe un reglamento oficial. Pero sí se trabaja con talleres artesanos y tejidos exquisitos. Bolillos de Valencia, flecos de Cantillana (Sevilla), bordados de Carrión de los Céspedes y Villamanrique de la Condesa (Sevilla)… «¡Hay pueblos enteros flecando mantones!», exclama José Víctor. «Esta industria mueve muchos puestos de trabajo», calcula Vera. Talleres de confección, empresas de complementos, flores… «Incluso el traje de torero es un motor de la economía en Andalucía», comenta José Víctor; «por eso resulta tan difícil entender que el Gobierno dé la espalda al sector».
Hoy es más difícil encontrar aprendices jóvenes. «Las chicas tienen otras aspiraciones», resume Guadalupe. Y frente a la economía sumergida (o «de subsistencia», como prefiere llamarla Vera), la crisis ha promovido una nueva tendencia: las colecciones lowcost. Si un traje a medida cuesta de 800 a 3.000 euros (en función del tejido), en los chinos hoy se venden piezas de 99 euros. «Muchas fábricas han tenido que cerrar», cuenta Montero. «Es imposible competir con la producción en serie china», advierte. «La calidad de la confección no es la misma», reconoce Vera. «Enciendes un pitillo y arde el traje y quien lo lleva», bromea José Víctor; «pero es una industria que bebe de nuestras fuentes», denuncia Vera.
Moda ‘made in spain’ con pasaporte. Hace años que la moda flamenca vende (y mucho) lejos de nuestras fronteras. «Recuerdo una época en la que los diseños del taller se colgaban en el patio de la casa», cuenta Montero. «Era precioso, parecía una caseta de feria», continúa. Por allí pasaban ya entonces clientes extranjeros como Grace Kelly, a la que su madre vistió en 1966. «Fue un encargo del Ayuntamiento con un día de antelación. Estuvieron toda la noche trabajando para acabar a tiempo».
«Nuestra costura se valora en el extranjero. Aprecian la artesanía, la creatividad y la exclusividad», asegura Montero. Francia, Canadá, Alemania, Estados Unidos, México, Colombia, Alemania y, sobre todo, Japón. «Aunque ahora, gracias a la venta online, también llegan pedidos de países como la República Checa», comenta Guadalupe. Según la Agencia Andaluza de Promoción Exterior (Extenda), en 2012 las exportaciones alcanzaron los 523,3 millones de euros. Con ventas por valor de más de tres millones, los envíos al país nipón se duplicaron de 2011 a 2012. Después de Andalucía, es el mercado más importante. «Allí el vestido de gitana es el segundo traje de boda (el primero es el quimono)», revela Vera. ¿Quién dice que hoy esta prenda es solo para la Feria? «Yo diseño para el mundo», apunta Vicky.
La Asociación de Empresarios de Artesanía y Moda Flamenca exige más apoyo público. «Ni subvenciones ni dinero. Queremos que los políticos defiendan y crean en nosotros. Porque somos un valor y podemos representar a España en Fitur, en embajadas y en cualquier evento del Instituto Cervantes», sostiene Vera. «No sabemos vender nuestro país. ¡Los italianos sí que lo han hecho bien!», dice José Víctor. «Tenemos que vender la marca España porque es lo único que nos va a sacar de esta crisis».
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