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El mejor regalo ‘fashion’

Directoras de revistas, editoras, estilistas, relaciones públicas y fotógrafas españolas nos cuentan la historia detrás de los mejores obsequios de moda que han recibido.

Nancy Boutique

Joyas que escriben la biografía de una vida, por Yolanda Sacristán
Directora de la revista ‘Vogue’.

«Mi cumpleaños cae en Navidad; y casi siempre nos pilla en la nieve. Los dos últimos años había recibido regalos para esquiar; y el año pasado esperaba un plumífero. Pero mi marido me sorprendió con una caja de Cartier. Pensé que era una broma, que dentro habría unos guantes. Pero en su interior descubrí el colgante Trinity de Cartier, con una nota. Tres aros, tres hijos y casi 30 años juntos. Siempre había deseado tenerlo. Tanto que, cuando cumplí 18 años, mi padre me regaló el anillo. Más tarde, tuve un accidente de coche. Por suerte, aunque salí volando por una ventana, no me pasó nada. Pero el anillo se perdió. Mi mejor amiga volvió al lugar aquella misma tarde y lo encontró. Fue un milagro. Ese anillo formó parte de mi juventud; y 30 años después, convertido en colgante, sigue siendo parte de mi día a día. Es la joya que me han regalado los hombres más importantes de mi vida».

Un baúl antiguo que despertó mi pasión por la moda, por Estel Vilaseca
Editora de moda de Itfashion.com

«Tendría ocho años cuando una amiga de mi madre, propietaria de una tienda vintage de Barcelona, nos regaló una caja llena de prendas antiguas, que mi hermana y yo usábamos para disfrazarnos. La caja se guardaba en el trastero y solo estaba disponible en los meses cercanos al Carnaval. La espera se hacía larguísima y cuando por fin la recuperábamos, todas las tardes se convertían en una fiesta. Había una levita victoriana negra muy pequeñita, que era la preferida de mi hermana. También varias enaguas blancas, que una encima de la otra se convertían en improvisados vestidos rococó. Una combinación negra, de tacto frío y delicado, que me hizo sentir sexy por primera vez cuando ni siquiera sabía muy bien qué significaba eso. Corpiños, bolsos, una sombrilla japonesa y mi pieza predilecta: un kimono que aún conservo y que atesora la memoria de esos entrañables juegos». 

El placer de llevar una joya vintage, por Eugenia de la Torriente
Periodista de El País.

«El día de mi boda, mi tía Pilar me hizo uno de los regalos más especiales que he recibido: una sortija que une a tres generaciones de mi familia. Se trata de unos pendientes de dos perlas de mi bisabuela y que mi abuela engarzó en un anillo con un brillante. Más tarde llegó a manos de mi tía y hoy forma parte de mi joyero. Me encanta coleccionar joyas antiguas. Mi tienda favorita es L’Heritage, en Banys Nous, Barcelona. Es un auténtico hallazgo, porque tienen desde piezas a precios razonables hasta vestidos de Fortuny o Balenciaga. La última vez que fui, nos echaron porque entraba Gaultier. De allí es una de mis gargantillas favoritas, también un regalo muy especial. Un diseño de los años 60, de cristal –podría haber sido de Peggy Guggenheim–. En una fiesta, a Stefano Pilati le llamó la atención y le recomendé, como hago con todo el mundo, que visitara la tienda».

Tesoros de familia, por Melania Pan
Directora de ‘Harper’s Bazaar’.

«Justo antes del lanzamiento de Harper’s Bazaar en 2010, mi tía me regaló un bolso de Chanel, negro y acolchado, muy parecido al 2.55, que pertenecía a la familia. Mi bisabuela nació en un pueblo de Cantón, en China. Era una mujer muy elegante. Tenía funtou –una palabra que se traduce como “luz”, pero se entiende como el resplandor que proyectan algunas personas–. Los cambios políticos en su país natal llevaron a mis bisabuelos a emigrar a Los Ángeles y con ellos viajó este complemento eterno. Más tarde, mi abuela aterrizó en España con el mismo bolso en la maleta. Mi abuelo quería estudiar Bellas Artes y ella acompañó su sueño. Generación tras generación, ese tesoro familiar llegó a mis manos en un momento en el que me enfrenté al mayor reto de mi vida profesional. Mi tía me lo regaló como un amuleto para que me acompañara como antes hizo con aquellas mujeres fuertes de mi familia. A partir de entonces, no hay reunión importante en la que no luzca mi bolso heredado, ni día gris que no coloree este complemento de la suerte».

Gracias por mi vestido de boda, por Arantxa Santamaría
Exmodelo, fotógrafa de moda del tándem Andoni & Arantxa.

«Ya había elegido mi vestido de boda: un diseño corto de color negro de Paul & Joe. Pero en el último momento, mi amiga insistió en que no podía casarme de negro. Yo estaba en Nueva York y ella en Madrid. En la distancia, me preparó cinco estilismos de cóctel, muy sencillos. Se hizo fotos con ellos, para que pudiera hacerme una idea de cómo me quedarían; e incluso recortó unas flores de una revista, para simular un ramo, antes de mandarme los looks por correo electrónico. Elegí dos. En Madrid, me probé uno y me quedé con él. Era un vestido largo antiguo de raso, de color blanco roto, anudado al cuello, con la espalda abierta, de Antonio Pernas. Lo llevé con unos zapatos vintage, que compré en Brooklyn, unos guantes y un abrigo antiguo».

Cómo conseguí mi primer Amazona, por Alejandra de Borbón

Directora de Relaciones Públicas Internacionales de Loewe.

«El regalo que más ilusión me ha hecho ha sido un bolso Amazona de Loewe de los años 70 que tenía mi madre. Es el original en ante oro (el primero que salió) y lo conservo con muchísimo cariño. A ella se lo había regalado mi abuela cuando yo era una niña; y mi madre me lo dio cuando cumplí 20 años. Confieso que me emocionó porque era un complemento que yo le robaba bastante de su armario. Hoy sigue siendo mi modelo favorito. Quizá porque fue mi primer bolso bueno. Además, creo que el ante, cuanto más viejo está, más bonito. Aunque ya casi no lo llevo, para no estropearlo –porque está muy tocado–. Pero lo tengo guardado a buen recaudo».

Jugar a estrenar temporada con muñecas, por Alicia Parro
Directora de la revista ‘Glamour’.

«Cuando era niña, mi hermana y yo teníamos muñecas Nancy. La rubia, la pelirroja, la morena y la de color. Hoy los juguetes –como la moda– son casi de usar y tirar. Pero por aquel entonces no aparecían modelos nuevos cada seis meses, con ropa y accesorios de tendencia. Por eso, cada año, cuando llegaba la Navidad, se las dábamos a mis tías, quienes nos las devolvían el día de Reyes con ropa nueva que ellas mismas diseñaban: abriguitos, vestidos… e incluso peinados. Era como estrenar muñeca y nueva colección de moda. Para mí fue el inicio de lo que era el cambio de temporada; esperaba ese día con muchísima ilusión».

Un zapato para mirar, por Joana Bonet
Directora de la revista ‘Marie Claire’.

«Zapatos. Muchos zapatos. Pero de todos, recuerdo un par muy especial. Unas sandalias Tribute de YSL de charol negro que me regaló mi pareja; y que perdí por casualidad, de forma casi poética. A veces llevo unos zapatos más cómodos en el coche para cambiarme. Y un día, sentada detrás, con mi hija, me los puse y lancé las bolsas con las sandalias de YSL al asiento de delante, con tan mala suerte, que una de las bolsas cayó al suelo y, al abrir la puerta, desapareció para siempre. Nunca la volví a ver. Hoy, conservo la impar en una estantería de mi despacho de Marie Claire; y de vez en cuando la miro. Quizá porque en nuestra sociedad los objetos son importantes no solo por su función, sino por los significados que ocultan. La poseedora de un stiletto convierte ese zapato en una representación exacta de su pasión. En el caso de un tacón, hay además una simbología de empoderamiento, de estilización y de sentimiento –porque regalar unos zapatos tan especiales es un gesto muy sexy–.

El vestido mágico, por Anna Vallès
Editora, consultora y redactora de moda.

«Fue el primer regalo de moda que recibí. Freelanceaba en Barcelona, donde en los 80 pocas marcas tenían departamento de prensa. En medio de esa nada, brillaba por su simpatía, y por las joyas de su perchero, una RR PP especial. Se llamaba Conchita Vilella y llevaba Cacharel. Yo iba por su showroom todas las semanas; y un día me regaló el vestido mágico: de crespón de seda, estampado con diminutas flores, abotonado en el delantero, con escote de campesina, nido de abeja en los puños y frunces en la cintura. Se convirtió en mi amuleto: lo vestí el día que me contrataron como estilista en Marie Claire, y también en mi primer día de fotos en París para la revista».

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