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La historia del ‘Pussy Hat’, el gorro anti Trump que tiñó todo de rosa

Una iniciativa teje más de 100.000 prendas para que se vistan en las marchas programadas por todo el país como símbolo de los derechos de las mujeres.

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Cate Blanchett ya se ha puesto uno en una manifestación pacífica de Nueva York. Whoopie Goldberg se colocó otro en televisión. Patti Smith también lo luce. Krysten Ritter, la protagonista de Jessica Jones, se ha tejido el suyo. Amy Schumer, también. Y decenas de miles de mujeres (y hombres) que tejieron sin parar desde el pasado 23 de noviembre. Su objetivo es que ayer se tiñera de rosa la Women’s March de Washington – y las otras 616 manifestaciones ‘hermanas’ previstas a lo largo de Estados Unidos–, donde asistieron más de medio millón de personas para, según la organización, «realizar una demanda de justicia social y derechos humanos en asuntos que van desde la etnia, el género, la religión, la inmigración y la asistencia sanitaria».

Tras la victoria de Trump en las elecciones de noviembre, la protesta se popularizó en Facebook (en un principio se planteó como «la marcha del millón de mujeres») y su intención era finalizar en el Lincoln Memorial de forma histórica. No pudieron acabar ahí porque la ciudad tuvo que organizarse frente al alud de marchas que se plantearon durante la jornada –también hay una bicicletada pro Trump u otra protesta Provida, por ejemplo–, pero esta fue, sin duda, la más multitudinaria. La manifestación contó con la participación de ponentes como Gloria Steinem, Harry Belafonte, Michael Moore, Angela Davis u otras celebrities como Scarlett Johansson o America Ferrara. Y si algo fue común y significativo en las imágenes que se vieron de la marcha, fue el comprobar cómo todo el mundo viste un gorro rosa de forma simbólica.

Patti Smith, Krysten Ritter y Whoopi Goldberg luciendo su ‘Pussy hat’.
Patti Smith, Krysten Ritter y Whoopi Goldberg luciendo su ‘Pussy hat’.Instagram

La idea la tuverion el pasado 23 de noviembre Krista Suh y Jayna Zweiman, una guionista de comedia y una arquitecta (que vivió en Barcelona y Madrid), amigas residentes en Los Ángeles a las que le gusta tejer en sus ratos libres. ¿Y si la marcha de mujeres de Washington se caracterizase por un río de gorros rosas de lana? ¿Y si creamos una web con patrones gatruitos para que todo el mundo se lo pueda tejer en casa?, pensaron, y así lanzaron el Pussyhat project. Una iniciativa en respuesta al ‘»grab the from the pussy» (agarrarlas por el coño) que pillaron diciendo a Trump en las infames grabaciones destapadas en la campaña. Desde que lanzaron el proyecto, multitud de personas se sumaron al proyecto con encuentros para tejer en grupo desde diferentes puntos del país y se añadieron patrones gratuitos en su web –algunos incluyen el «nasty woman» con el que Trump quiso descalificar a Hillary– para poder tejerse el modelo que cualquiera prefiera.

Jayna, una de las responsables de la iniciativa, nos contó por correo electrónico que calculaban «haber tejido más de 100.000 gorritos«. Solo su socia Krista llevó 5.000 gorritos para repartir gratis en la marcha de Washington. «Nuestra intención era crear un oceáno de color rosa para la manifestación, ofrecer un mensaje visual que distinguiese a esta protesta y que los que no puedan acudir por motivos médicos, financieros o de agenda pudiesen vestir un símbolo que da apoyo a la Women’s March».

Varias mujeres tejiendo sus gorritos rosas en Colorado el pasado 15 de enero.
Varias mujeres tejiendo sus gorritos rosas en Colorado el pasado 15 de enero.Getty (Denver Post via Getty Images)

Preguntada sobre por qué el color rosa, Zweiman lo tiene claro: «está considerado como un color femenino, asociado al cuidado, la compasión y el amor. Son cualidades que muchos considerarían como débiles, pero en realidad son fuertes. Si todos –personas de cualquier género– vestimos rosa, juntos lanzamos un poderoso mensaje en el que no pedimos perdón por lo femenino ni por exigir los derechos de las mujeres«.

Frente a otras activistas feministas y anti Trump que rechazaron acudir a la marcha (como, por ejemplo, Roxanne Gay, que cree que excluye a los hombres), Zweiman, que no pudo acudir a la manifestación por motivos médicos –está de baja por una caída–, tiene claro por qué la apoya. «Todo el mundo tiene derecho a tener su opinión sobre la marcha. Yo empecé esto para apoyar y dar más visibilidad a la gente que se preocupa por los derechos de las mujeres. Lo hice porque nadie es libre hasta que todos lo seamos y sentí que necesitaba alzar la voz y usar mis habilidades para defender, luchar y proteger los derechos femeninos». Ayer esa necesidad personal de plantarse ante la misoginia que asoma en EEUU –el congreso republicano ya ha aprobado recortes drásticos en la red de Planificación Familiar– se tradujo en un mar de miles de cabezas rosas unidas cruzando Washington.

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