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Divina decadencia

En el otoño de 1971 la prensa descubrió su historia. Dos excéntricas parientes de Jackie O. vivían en la indigencia. El escándalo de Grey Gardens dejó paso al mito.

Las Beale
Getty Images
Andrea Aguilar

Little Edie nunca renunció a ponerse faldas, aunque le quedaran pequeñas, simplemente se las colocaba al revés, con el bajo a la cintura. Se fabricaba turbantes con jerséis, rebecas y toallas que adornaba con un lustroso broche de bisutería. Creativa, disparatada, frágil, teatral y soñadora, su historia, como esas prendas, tiene algo de cuento de princesas dado la vuelta. Ella era la despampanante prima mayor de Jackie Onassis y Lee Radziwill, la única hija de una hermana de su padre, la peculiar tía Edith Bouvier. Little Edie (Edith Bouvier Beale), la mayor de tres hermanos, nació en 1917 en el seno de una acaudalada familia de la costa Este. La fastuosa boda de sus padres se celebró en la catedral de San Patricio de Nueva York. A principios de la década de los 20 compraron una mansión de 28 habitaciones junto a la playa de Georgica en East Hampton. Allí creció a las faldas de su excéntrica madre, una artista frustrada de quien heredó la debilidad por la canción y el espectáculo. También su belleza y un singular estilo, que le valió un lugar destacado en las crónicas de sociedad durante la adolescencia. Little Edie era conocida como Body Beautiful Beale (Beale cuerpo bello, en inglés). Pero su espectacular salto a la fama no le llegó hasta cumplidos los 60, cuando el declive llevaba ya varias décadas instalado en esa casa y copaba escandalosos titulares. ¿Princesas convertidas en indigentes? Había nacido un mito cuyo aura de misterio y locura no ha dejado de crecer. Varias generaciones de diseñadores, estilistas, cineastas, dramaturgos y escritores se han rendido ante la fuerza de las protagonistas de este relato gótico.

En enero de 1972, desafiante y enigmática, en medio de un jardín desmarañado y salvaje, Little Edie posaba vestida con un largo abrigo de visón, una falda roja y un pañuelo cubriendo su cabeza. Aquella insólita portada de New York Magazine desvelaba la rocambolesca historia de Big Edie y Little Edie, madre e hija. Tras sucesivas redadas de las autoridades locales, Grey Gardens –nombre con el que era conocida la destartalada mansión– y sus habitantes iban copando espacio en la prensa local. El estado de ruina e insalubridad, alegaban los oficiales, suponía un peligro para la comunidad. Las dos mujeres vivían desde hacía décadas con más de una docena de gatos que defecaban libremente por la casa mientras los mapaches acampaban en la buhardilla. El aspecto de la casa incomodaba al vecindario de millonarios recién llegados. Si nadie se hacía cargo de las reparaciones, habría que desalojar.

Phelan Beale, el padre de Little Edie, había hecho las maletas en 1934 y, aunque pagó la manutención de sus hijos, a su esposa no le pasó pensión. El patriarca Bouvier corrió con algunos de los gastos de su hija hasta que en 1944, la incorregible Big Edie se presentó más de media hora tarde a la boda de uno de sus hijos vestida como una diva de Broadway. Quedó fulminantemente excluida del testamento y no recibió más dinero. Un par de años después recibió la noticia de su divorcio vía telegrama fechado en México. Su adorada hija accedió a su deseo de que regresara a los Hamptons desde Nueva York y allí se quedó atrapada. Sus hijos, los hermanos de Little Edie, no querían cargar con ella ni con su madre. Las glamurosas primas, Jackie y Lee, la primera de ellas casada en aquel entonces con uno de los hombres más ricos del mundo, el armador griego Onassis, tampoco se mostraban dispuestas a entrar en ese asilvestrado jardín.

El escándalo en los medios cambió las cosas y finalmente fueron ellas quienes pusieron el dinero para arreglar la casa. Fue entonces cuando a Lee Radziwill se le ocurrió hacer un documental sobre su infancia en los Hampton. Contactó con un par de jóvenes documentalistas, los hermanos Albert y David Mayseles. ¿Estarían ellos interesados en el proyecto? La primera cita fue en su apartamento en la Quinta Avenida y, cuando finalmente aceptaron, fueron a visitar varios escenarios de su infancia, entre otros, la casa de las Beale. A pesar del terrible hedor a pis de gato, estos pioneros en el cine verité documental encontraron «una mina de oro», como reconocería años después Albert. La película sobre Lee nunca llegó a buen puerto, pero su documental Grey Gardens, sobre sus parientes, rodado en estilo directo en cinco semanas y estrenado en Cannes en 1976 fuera de concurso, pronto se convirtió en una obra de culto. Las excéntricas protagonistas de la película, reinas absolutas de la decadencia, han ejercido una oscura y rebelde fascinación en la escena y en el mundo de la moda. El musical Grey Gardens llegó a los escenarios de Broadway en 2007 y se alzó con tres premios Tony, entre los que estaba el de mejor vestuario que corrió a cargo de William Ivey Long. «El sentido de estilo de Little Edie respondía a la necesidad de ser creativa. Ella hacía sus modelos con lo que tenía a mano y se cambiaba unas 12 veces al día», explicó este diseñador entonces. Apenas tres años después, la cadena HBO estrenó una miniserie con Jessica Lange en el papel de Big Edie y Drew Barrymore en el de Little Edie. El vestuario lo diseñó Catherine Marie Thomas y también recibió un galardón por ello.

Las Beale fueron pioneras de la mezcla, la improvisación y el vintage. Desde Marc Jacobs, quien bautizó uno de sus bolsos como Little Edie Bag, hasta Philip Lim, quien les dedicó una de sus colecciones, la lista de diseñadores que se declaran deudores de su estilo incluye a John Galliano, John Bartlett, Calvin Klein o Peter Som. El cantante Rufus Wainwright también les dedicó una canción. 

Un año después del estreno del documental, Big Edie murió en South Hampton y en 1979 su hija vendió la casa –con la condición de que no la tiraran– al periodista Ben Bradlee. Little Edie logró entonces llevar a cabo su sueño de pisar los escenarios de Nueva York y actuó en un show que recibió duras críticas. Vivió en Montreal y California antes de instalarse en Florida, donde murió en 2002. Pero el eco de su singular estilo resuena con fuerza. Quizá en estos tiempos de crisis habría que escuchar a esta decadente princesa del reciclaje. «Lo mejor –dijo a la cámara del documental– es llevar panties bajo una falda corta; así te la puedes quitar y usarla como una capa».

Little edie posa en el interior ruinoso de Grey Gardens en 1972.

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Little Edie en 1979, con 62 años, en el porche de Grey Gardens.

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El exterior de la finca en 1972 ofrecía este aspecto abandonado, aunque las dos Edith vivían allí rodeadas de su basura acumulada.

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Little Edie con su madre, Big Edie, en 1922.

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Edith Bouvier Beale en 1938. Entonces era una socialité conocida como Body Beauttiful Beale.

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Jackie Kennedy en East Hampton, cuando todavía se apellidaba Bouvier.

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Sobre la firma

Andrea Aguilar
Es periodista cultural. Licenciada en Historia y Políticas por la Universidad de Kent, fue becada por el Graduate School of Journalism de la Universidad de Columbia en Nueva York. Su trabajo, con un foco especial en el mundo literario, también ha aparecido en revistas como The Paris Review o The Reading Room Journal.
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