Calvin Klein: Raf Simons reinventa el gran icono americano
El belga da nueva vida a una de las enseñas más importantes de la moda estadounidense. Estas son las 10 claves que construyen el puzzle multicultural de un desfile que tararea ‘This is Not America’, de Bowie.
El nuevo logo: Anunciado con un post en Instragram días antes del desfile y diseñado por Peter Saville [responsable de portadas de álbumes tan emblemáticos como Closer de Joy Division (1980) o Movement de New Order (1981)] es una declaración de intenciones que simboliza el regreso de Calvin Klein al espíritu original de la marca. Con tipografía Sans Serif, en negrita y con todas las letras en mayúsculas, el nuevo logo es un ejercicio de máxima simplicidad.
La localización escogida: Los headquarters de la enseña estadounidense [en el número 205 de West 39th Street], donde el equipo ha pasado toda la noche trabajando en el debut. Un edificio de oficinas que, en los años 90, se convirtió en el panteón (y estandarte) de cemento del diseño norteamericano del siglo XX. Hoy este bloque acoge también el estudio de la colección masculina de Raf Simons.
La puesta en escena: Una obra del artista de Los Ángeles Sterling Ruby, al que el director general creativo de todas las líneas de Calvin Klein, Raf Simons, ha dado carta blanca para que representara e imaginara su visión de Estados Unidos. El resultado es una instalación con trozos de tela vaquera colgados del techo a modo de banderas, hilos de lana, cubos metálicos… Una instalación permanente que forma parte de una trilogía que el artista ha realizado para Calvin Klein (la segunda parte se ha revelado también hoy en la planta 12; la tercera no se verá hasta mayo). No es la primera vez que Ruby colabora con Simons. Coleccionista de arte –en su casa tiene lienzos de George Condo y cerámicas de Picasso– y habitual en ferias especializadas como Frieze de Londres, en 2012, para su debut al frente de la maison Dior, el diseñador belga trabajó con Ruby en una serie de vestidos de noches estampados con obras realizadas en spray. Una idea que obligó al equipo de diseño a emplear una antigua técnica artesanal (imprimé chaîne) que permite estampar cada hilo por separado antes de tejerse.
Los invitados: El quien el quien el circuito. De diseñadores neoyorquinos como Diane Von Furstenberg –que llegó con Anna Wintour en un Bentley de color verde botella– a supermodelos como Amber Valletta, pasando Brooke Shields –que en 1981 revolucionó la escena con el anuncio de Calvin Klein Jeans y su frase «nada se interpone entre mis Calvin y yo»–, Alexa Chung, el rapero A$AP Rocky (imagen de la última campaña de Dior), la actriz Kate Bosworth, la top Karlie Kloss, la estilista Charlotte Stockdale, la gran dama de la moda italiana Carla Sozzani (que apareció de la mano de Sara Maino, de Vogue Italia)… «Es como en los viejos tiempos», decía Shields a S Moda sentada en la primera fila.
El seating: Sin reglas. Adiós al complejo rompecabezas que separa a los asistentes por países o status. Como en un sorteo de Champions, «los asientos se han asignado por azar», bromeaban los relaciones públicas de la marca minutos antes del desfile. En realidad, los invitados estaban distribuidos por la sala con un estudiado descuido, sin agrupar a los VIPs en una misma fila. Un inteligente mosaico de la industria de la moda que era, en realidad, una metáfora del crisol de culturas neoyorquino.
La banda sonora: For this is not America / Blossom fails to / bloom this season / Promise not to stare / Too long (This not America)… El himno This is not America de David Bowie ha abierto y cerrado el desfile. Una banda sonora que ha emocionado al público, más sensible esta semana de la moda ante el clima de inestabilidad política creado por Trump. «Se me ha puesto la piel de gallina cuando ha empezado a sonar la canción», confesaba la maniquí belga Elise Crombez en el backstage [musa de Simons, Crombez protagonizó la primera campaña de Raf en Dior]. Otros temas incluidos: Dreams de Roy Orbison, Suicide Underground de Air y Midnight Cowboy de John Barry.
La esencia de la colección: En palabras del propio Raf Simons, «refleja lo que nos rodea. Gente distinta con estilos diferentes y códigos personales. Es el futuro, el pasado, art déco, la ciudad, el Oeste americano… Todo esto y nada de esto. Porque no es una era concreta, ni un look o una propuesta única. Es un punto de encuentro de personajes distintos con personalidades variopintas, como Estados Unidos. Es la emoción y la belleza única de América». Una declaración que se une al ambiente reivindicativo de esta semana de la moda, que alza la voz para dejar claro que no comparte la visión de Trump.
Las prendas: Un guardarropa que repasa los clásicos norteamericanos, con mucho denim, referencias cowboy, gigantescas chupas de cuero, una serie perfecta de sastrería –con chaquetas de tweed, blazers de príncipe de gales, abrigos de cheviot–, prendas de punto… Y sobre todo, una paleta de colores con tintes únicos, como un magenta que solo podemos encontrar en las flores (tan importantes en el imaginario de Simons).
El accesorio reivindicativo: Raf Simons regaló a los asistentes una bandana blanca de la marca para que todos se unieran a la iniciativa #tiedtogether de Business Of Fashion.
El saludo tras el desfile: «¿Quién saldrá a saludar?» era la pregunta que sobrevolaba la sala cuando la última modelo entró en el backstage. ¿Raf Simons? ¿Pieter Mulier? Salieron los dos. El primero como Director Creativo General (al frente de todas las líneas de la enseña); y el segundo como director creativo de Calvin Klein. Ellos son el eje central de un equipo en el que también están el novio de Mulier, Matthieu Blazy, director de diseño de la colección ready-to-wear de mujer; y la pareja de Simons, Jean-Georges d’Orazio, director senior de «brand experience».
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