Cuando pasear es una obra de arte
Caminar se ha convertido en una vía de inspiración creativa y en un acto reivindicativo que aboga por disfrutar del paso (lento) del tiempo.
En una ocasión, Hamish Fulton caminó unos 190 kilómetros sin parar a dormir. Empezó a alucinar y una bolsa azul que había en el camino le pareció un pavo. No siempre le hace falta llegar a esos extremos, pero el artista británico, de 69 años, se toma muy en serio lo que sus vecinos llaman «sus paseos». Fulton, quien ha protagonizado exposiciones en la Tate Modern y la Turner Gallery, es uno de los más destacados «artistas caminantes», creadores para los que el hecho de andar es indisociable a sus obras. No siempre lo hace solo. Desde hace dos décadas, organiza las llamadas slow walks, caminatas multitudinarias que alguno de sus participantes ha calificado como «congas meditabundas».
Los recorridos de Fulton –que documenta con fotografías– y los de otros artistas, como Richard Long o Andy Goldsworthy, forman parte de una corriente que busca redefinir el mero hecho de caminar como un acto radical. Tiene antecedentes. Desde la Academia platónica, donde deambular era parte del currículo, ha habido filósofos que ligaban el andar con el pensar. Henry David Thoreau escribió en su ensayo Caminar, en 1862, que «no podría mantener la salud ni el ánimo sin dedicar al menos cuatro horas diarias a circular por bosques, colinas y praderas».
Pero a las puertas de 2014, moverse a pie, y con lentitud, adquiere un perfil subversivo e ideológico. Ese fue uno de los motores del ciclo Ando, luego existo que se celebró el pasado verano en La Casa Encendida de Madrid. Organizado por la asociación de peatones militantes APIE, la idea de la cita era «poner de relieve la importancia del caminar no solo en el medio urbano, sino también en el arte». José Otero fue uno de los creadores que participó en esos encuentros: «Me inspiro caminando por Madrid y a veces por la naturaleza. Voy viendo objetos, estructuras, árboles y proyecto mi imaginación». Apunta también que andar sin rumbo fijo y sin seguir el trazado ideado por un urbanista «es un acto político y poético».
Por su parte, la asociación Walk 21 trabaja para aplicar, en ciudades de todo el globo, la máxima «perder tiempo es ganar tiempo». Lo explica su presidente, curiosamente llamado Jim Walker (Jim Caminante): «Para los planificadores urbanos, la eficiencia se traduce en velocidad y tiempo, pero esos no son siempre los factores que contribuyen a que una ciudad sea habitable. De hecho, lo importante de caminar no es llegar, sino parar. Parar para hablar con la gente y mejorar la interconectividad, y hasta para comprar, con lo que se reactiva el consumo».
Dos de sus congresos anteriores se celebraron en Barcelona y San Sebastián, y Walker cree que las ciudades españolas, en general, tienen un buen índice de peatonalidad. «Lo principal es que en la calle haya niños y gente mayor y que pase algo interesante aproximadamente cada cinco minutos de paseo», receta.
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