Consigue el look ¿de Merkel?
¿Quién lleva mejor el collar de perlas? ¿Nancy Pelosi o Condoleezza Rice? El blog Ladypockets sustituye a los iconos de estilo habituales por líderes de la política, la economía y la cultura.
Un día alguien se acercó a Katherine Fritz en una fiesta y le habló de un blog que acababa de descubrir en el que se diseccionaba el estilo de políticas, escritoras y jueces del Tribunal Supremo como se suele hacer con las modelos y estrellas del pop, pero, en este caso, con cierta ironía.
—¿Ladypockets?
—Sí, ése. ¿Lo conoces?
—Claro, lo escribo yo.
Ahí, Fritz empezó a intuir que su pequeño divertimento estaba funcionando. Bueno, también le dio una pista el hecho de que Vanessa Friedman, la crítica de moda de The New York Times, lo mencionara en uno de sus artículos. «Comencé a escribirlo el día en que vi que una web comparaba el vestido de Dior que Jennifer Lawrence llevó en los Globos de Oro de 2014 con un tampón. Era como la decimosexta pieza que leía esa jornada sobre ella, todas riéndose de su traje. Lo curioso es que ninguna decía algo como “Oye, esta chica ganó un Oscar a los 22” o “Vaya, es la protagonista femenina de una increíblemente exitosa saga de acción” o “¿Recordáis cuando una heroína de acción reventó la taquilla y a la vez aprobó el test de Bechdel?”. Espero que, de alguna manera, este proyecto haga que la gente reflexione sobre la manera en la que se habla de los cuerpos de las mujeres y de la ropa que llevan, olvidando sus logros», explica Fritz, quien vive en Filadelfia y trabaja como encargada de vestuario para teatro. Aunque ahora, gracias al éxito de Ladypockets, MTV la ha fichado para que escriba contenidos sobre moda y feminismo.
No todas las mujeres son capaces de defender un look monocromático, pero Hillary, quien se enfrentó a toda una reforma sanitaria, puede encarar la sobredosis de azul.
Cortesía de Ladypockets
El blog se pregunta, por ejemplo, «¿Quién lo lleva mejor, Joan Didion o Harper Lee?», comparando las gafas y los flequillos de las dos escritoras estadounidenses, como si fueran Suki Waterhouse y Poppy Delevingne, o animando a «conseguir el look» de la historiadora y latinista Mary Beard, quien presenta exitosos programas sobre civilizaciones antiguas en la cadena BBC, a pesar de ser «demasiado fea para la televisión», según escribió un reputado crítico. Las féminas que aparecen (senadoras, jueces, poetas…) tienen en común «haber contribuido al panorama político o cultural, la ausencia de miedos y las ganas de desafiar expectativas», dice su autora.
Pelosi y Rice se baten en duelo (de estilo) en esta comparativa.
Cortesía de Ladypockets
Mujeres de portada. En el artículo de The New York Times, titulado Hillary Rodham Clinton y el poder del estilo, Friedman resaltaba el espíritu reivindicativo de la web y le reconocía otra contribución quizá no tan pretendida por su autora. Argumentaba que sí es importante hablar del estilo de las personas que ocupan la esfera pública, y aún más de las mujeres, que «han tenido que reflexionar sobre cómo su imagen afecta la percepción que se tiene de ellas en ambientes predominantemente masculinos, que llevan vidas ocupadas y cuyos estilismos están registrados al milímetro». Según la periodista, no solo es pertinente analizar los armarios de personas como Hillary Clinton, Sheryl Sandberg o Mary Barra –CEO de General Motors–, sino que resulta más útil para el común de las féminas que intentar seguir los últimos caprichos de estilo de Rihanna o de otras celebridades que ni siquiera escogen su propia ropa. «Tiene más sentido si eres mayor de 25 años y no estás inmerso en la cultura pop», afirma. Por tanto, en un mundo ideal, ¿debería la juez Sonia Sotomayor, toda una it woman en el universo Ladypockets, aparecer en la portada de una revista de moda, en lugar de Blake Lively? «Creo que se puede llegar a un sano acuerdo.
Ladypockets se detiene en el hiyab verde oliva de Malala. En su post dice cómo conseguir uno similar (y a buen precio).
Cortesía de Ladypockets
Las jóvenes que han conseguido éxitos deben ser aplaudidas por ello. Claro que quiero ver a estrellas del pop y del cine en las portadas, pero también que se me hable de sus creencias, de sus aspiraciones. Hay que cambiar las preguntas que se les plantean en las entrevistas. Quiero ver a alguien como Emma Watson, quien se graduó en la universidad de Brown recientemente, celebrada por su intelecto, no solo porque es guapa. Y por supuesto que me gustaría ver a Sonia Sotomayor protagonizando una gran portada. Pero lo que de verdad quiero es un artículo equilibrado que lo acompañe, que hable de moda, pero también de política», dice Fritz.
La vestimenta habla. Aunque Ladypockets toma prestadas algunas de las fórmulas habituales utilizadas en revistas de estilo y tendencias («Hazlo tú mismo», «Guía de color de la temporada»), no es justo situar este debate en el contexto exclusivo de determinada prensa y webs femeninas. «Hay medios como Forbes capaces de destacar antes los fulares rosas de una política que su papel en el partido, por importante que éste sea», comenta.
El último post del blog se inspira en la jurista Ruth Bader Ginsburg (en el centro).
Cortesía de Ladypockets
Sin embargo, no se trata tanto de ignorar los fulares como de analizar cómo, en qué situación concreta y, sobre todo, por qué se habla de ellos. Por seguir con el ejemplo de las rutilantes figuras de la judicatura que suele incluir Fritz en Ladypockets, podemos decir que no siempre es adecuado hablar de los estilismos de la juez Alaya en una noticia referente al caso de los ERE en Andalucía, pero también resulta ingenuo y engañoso pretender que no importan. Los conjuntos florales, su trolley y su bolsito capazo comunican y significan lo mismo que lo hace la chaqueta de cuero del juez Castro.
Según Patrycia Centeno, autora del blog Política y Moda y del libro Espejo de Marx. ¿La izquierda no puede vestir bien? (Península), cree que «cuando hablamos del estilo de una persona, en realidad nos estamos refiriendo a su personalidad. Hay dirigentes que parecen no tener estilo y, por lo tanto, podemos llegar a deducir que no tienen carácter, algo sumamente inquietante que debería preocuparles. El color, las formas, los accesorios, el corte de pelo, las gafas, el bolso, un anillo, los tejidos… Todo nos aporta muchísima información sobre la persona que los viste. Y los fulares también».
La autora del blog, Katherine Fritz.
Kathryn Pool Photography
Aunque recientemente el presidente Obama se metió en un ligero lío por salir a dar una rueda de prensa con un traje beis –el senador republicano Pete King llegó a decir que es ofensivo hablar de ISIS en un tierno color barquillo y su comparecencia generó 15.000 tuits chistosos en tres horas–, la atención que reciben las mujeres de la esfera pública por sus decisiones de estilo sigue siendo abrumadoramente superior. Según Centeno, se debe a que (casi todas) transgreden el «uniforme político» de traje oscuro, camisa y corbata que se creó «por hombres y para hombres». «El maquillaje, las joyas, los bolsos, los tacones, los lazos, las curvas, las piernas, los pechos… no encajan en los patrones del viejo estilismo. Tampoco el color», añade la autora. Además, quien más se sale de la norma, más atención y más críticas recibe. Por eso se han escrito párrafos y párrafos sobre el pelo de Hillary Clinton, pero a nadie se le ha ocurrido jamás publicar algo sobre la melena, igualmente gris, de Janet Yellen, la muy discreta presidenta de la Reserva Federal estadounidense. Y, por el mismo motivo, cada vez que Centeno escribe en su blog sobre Soraya Sáenz de Santamaría (S3, como se la conoce allí) se disparan las visitas y, sin embargo, su antigua contrincante en el Congreso, Soraya Rodríguez, exportavoz del PSOE, jamás despertó el mismo interés.
Maria Shriver, quien ganó un premio Peabody de periodismo, demuestra aquí que conseguir un look profesional no está reñido con un poco de bling-bling.
Cortesía de Ladypockets
Sin ofender. Según Roberto Enríquez o, lo que es lo mismo, Bob Pop, autor del blog The SartoriaLit, que aplica las fórmulas de las bitácoras de moda al mundo de la literatura, donde habla, por ejemplo, de las gafas de Roberto Bolaño y los jerséis de Patricia Highsmith –«Me interesaba dejar claro que todo es lenguaje y que muchos escritores narran a través de su atuendo»–, se puede «y se debe» hablar del aspecto de políticos, jueces y otras profesiones de relevancia. «Siempre que tenga gracia y ofenda a quien queremos ofender, claro. Si hablas de mujeres, corres el riesgo de que te llamen machista. Suerte que José Bono y su pelo, y su planchado facial, nos han ayudado a que quede claro que estamos a favor de la paridad», ironiza.
Quizá el único post en el que Ladypockets se apea de la ligereza y adopta un tono más amargo es en el dedicado a Malala Yousafzai. «Las chicas solo quieren divertirse», titula, tomando prestada la canción de Cindy Lauper. «Bueno, y acudir a la escuela sin miedo a los talibanes. La joven podrá ser la superviviente de un ataque brutal, pero eso no le impide mostrar su lado más juguetón y femenino», escribe en su blog.
«Es cierto. Antes de colgar la pieza sobre Malala, me detuve y pensé si podía hacerlo. Es una persona que me inspira mucho y confieso que lo escribí desde la furia. Pero si te soy sincera, en parte también lo hice para recordarme a mí misma que todos mis asuntos no son tan importantes. Eso reconfirma que todo hay que ponerlo en perspectiva, aunque sea por un minuto», admite Fritz.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.