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Christophe Lemaire: «El lujo no es ostentación, es una sensación»

Enemigo de los brillos y la provocación, el director creativo de Hermès comparte, en exclusiva para S Moda, su visión sobre la moda que triunfa hoy en París.

Hermes
Willy Wanderperre

En persona, su fama de hombre discreto y tranquilo adquiere una seguridad casi hipnótica, que cautiva sin aspavientos ni grandes ceremonias. Contrario al bling bling y a los excesos que reinan hoy sobre la pasarela, el diseñador galo dibuja las líneas esenciales de una mujer que reivindica el placer de descubrir –y sobre todo sentir– la belleza de la seda, una textura, un gesto… Su triunfo es el éxito de la sobriedad intimista frente al espectáculo frívolo. Una filosofía que forma parte de su estilo de vida. En una pequeña sala del showroom que tiene la maison francesa en París, con la serenidad de un maestro zen y una voz pausada, Lemaire describe para S Moda–y a veces incluso susurra– su visión sintética de la moda. 

Tras la expectación del debut hace seis meses, ¿cómo vivió la presentación de su segunda colección? La segunda siempre es difícil. Con la primera pude expresar una visión concreta, que la prensa entendió y acogió con buenas críticas. De manera que con la siguiente tenía que confirmar esa visión. Y diseñar una colección de verano no es fácil. En las líneas de invierno puedes jugar más con materiales y texturas. Y Hermès es una maison fascinante cuando se trata de trabajar la piel, el punto… De manera que ha sido un reto desarrollar esta colección. Y me siento satisfecho con el resultado.

¿Cuál es el mayor desafío que ha tenido que afrontar? Estar al nivel. Hacerlo bien, ser coherente y no solo respetar los valores de Hermès, sino ir un paso más allá. Recoger la maravillosa herencia de la maison y actualizarla.

Artesanía, excelencia, elegancia atemporal… ¿Es fácil innovar siendo siempre fiel a la tradición? Simplicidad y calidad son los pilares de mi enfoque. Un diseño debe ser sencillo y rico, en el auténtico sentido de la riqueza. La textura, los tejidos, los detalles, el interior de las prendas… Para mí, ese es el verdadero lujo. Una filosofía que comparte Hermès. El lujo no es ostentación. Es una sensación.

Sus colecciones viajan a otras culturas. ¿Cuál es la inspiración? Muy diversa. Imagino que es el reflejo de mi experiencia. Soy una persona ecléctica. Me interesa la idea de síntesis y fusión. De una manera más o menos inconsciente, cuando diseño, tiendo a una simplicidad minimalista rica en influencias. Ya sean detalles de un vestido de líneas asiáticas, un caftán de Turquía, una prenda que he visto en Argentina o en África… Pero también es un viaje a través del tiempo, con reminiscencias de los años 20 y 70. Pero lo más importante es traducir esas referencias en algo contemporáneo.

El ‘casting’ de su desfile es el más ecléctico de París. No quiero modelos, quiero mujeres. Y eso es lo que les decimos a las chicas antes del desfile. En las pruebas, hacemos especial hincapié en la forma de caminar. Podemos tener modelos nuevas, chicas preciosas, a veces demasiado jóvenes y no demasiado listas. Y tienes que recordarles: «Por favor, muévete con más naturalidad, no como un robot». Algunas son incapaces de hacerlo, porque les han enseñado a desfilar siempre de la misma manera. Nosotros creemos que el estilo es una manera de moverse, personalidad… La ropa es solo una parte. Lo más importante es la actitud.

Una individualidad que se percibe incluso en la música… A diferencia de otros desfiles, en los que suenan los últimos ‘hits’, en Hermès el sonido de los tambores se fusionaba con gotas de agua. Quería evocar la idea del viaje y recrear la sensación sofocante de un día cálido, la luz del crecúspulo, blanca, brillante… Un ambiente tropical. En lugar de recurrir a referentes demasiado obvios, prefiero invitar a sentir y añadir un factor más humano. Personalmente, me entristece ver cómo la moda se ha convertido en una máquina industrial, cada vez es más dura y agresiva. Ha perdido su humanidad. ¿Qué nos ocurre? El lujo necesita sensibilidad.

Su nombre nunca salió en las quinielas cuando Gaultier abandonó la ‘maison’, ¿sintió la presión extra? Sí, noté cierto escepticismo y algunos comentarios desagradables. Pero la auténtica presión era hacer bien mi trabajo. Al fin y al cabo, soy fiel a mis principios e intento mejorar año tras año. En cualquier caso, la mejor forma de evitar la presión es olvidarse de ella y yo tengo capacidad para abstraerme. 

Dicen que sus diseños son atemporales, «ni ‘sexies’, ni escandalosos». ¿Está de acuerdo? Sin duda. Desde el primer día, cuando Pierre-Alexis Dumas –director artístico de Hermès y sexta generación de la saga fundacional– me propuso la colaboración, nos entendimos a la perfección. Los dos imaginamos una colección ready-to-wear moderna, estilosa, funcional, fácil, fresca y atemporal.

¿Qué significa para usted la sensualidad? Es tan importante como el deseo. Por eso me sorprende que algunos críticos me tachen de puritano. Hitchcock es un buen ejemplo de alguien que ama a las mujeres y prefiere el sex-appeal de una mujer rubia vestida con un jersey de punto que la exuberancia de Jane Mansfield. Como él, me parece mucho más sugerente mostrar el cuello o un tobillo que ceñirse un corsé o unas botas mosqueteras. La seducción hace la vida más emocionante. Deberíamos aprender a cultivarla con sutilidad. 

tres diseños de su colección otoño-invierno 2011/2012 para Hermès.

Willy Vanderperre

¿Es cierto que fue ‘dj’ en el club parisino Les Bains Douches? Hace años que pincho y todavía me pongo detrás de los platos de vez en cuando; aunque no tanto como antes.

¿Era la música una de sus grandes pasiones de adolescente? Es una de mis debilidades. De hecho, me gusta involucrarme en el diseño del sonido de los desfiles. La música, como el casting, es básica para crear el ambiente perfecto. Solo tenemos 10 minutos y tienes que ser preciso. No es una cuestión de subir el volumen, sino de elegir muy bien las notas. 

¿Qué música escucha? De todo tipo. Desde clásica –me fascina Bach– hasta jazz, pasando por la música negra, blues, soul… Aunque en realidad soy un chico new wave. Crecí escuchando The Cure y Joy Division.  

¿Qué aprendió en el taller de Thierry Mugler a principios de los años 80? Era muy joven. Tenía solo 19 años. Aprendí que por fin podía ganar dinero y ser independiente. Mi padre no estaba demasiado de acuerdo con la idea de que estudiara Arte. Y mucho menos moda. Yo todavía no sabía qué quería hacer. Cuando echo la vista atrás, me doy cuenta de que el estilo siempre me ha obsesionado. Pero entonces, me interesaban más el diseño industrial, la música, las artes decorativas… Pero no la moda, por lo menos no de una manera consciente. Imagino que tenía muchos prejuicios. 

¿Cuándo cambió esa visión? Poco a poco descubrí que tenía mi propio punto de vista y quería expresarlo. Pero necesité tiempo –y mucha confianza– antes de comprenderlo porque, a finales de los años 80, triunfaba la moda como provocación. El fenómeno fan, la eclosión de las top models, los fotógrafos convertidos en estrellas… Yo no encajaba dentro de esa cultura de la moda que hacía apología del espectáculo. Me sentía desplazado y empecé a cuestionarme mi propia vocación. 

Todavía hoy algunos diseñadores se comportan como si fueran estrellas de rock… Me parece una actitud muy artificial. Como en la música o en el arte, los nombres más interesantes no son necesariamente los más mediáticos. 

Jean Patou, Yves Saint Laurent, Christian Lacroix… ¿Quién le inspiró más? Quizá el enfoque de Lacroix esté muy alejado del mío, pero trabajar con él fue una experiencia muy importante para mí. Me enseñó a afrontar mi trabajo con sentido del humor y verlo todo con perspectiva. Y por supuesto, me inculcó su magnífica sensibilidad cromática. 

Entre sus amigos hay diseñadores como Marc Newson. ¿Le gusta rodearse de arte y diseño? Sí, pero no me obsesiona. Para mí un buen diseño es aquel que no se olvida, como Apple. Pero no soporto la idea de incluir un objeto de diseño en una sala solo para impresionar.  

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