Chloë Sevigny en ‘Kids’ o cómo una simple camiseta se convirtió en un símbolo de sexo descerebrado
Mucho se ha hablado de los looks de calle de la musa indie por excelencia. Pero poco de la prenda que la lanzó al estrellato. Y ya va siendo hora: han pasado 25 años.
“Chloë [Sevigny] puede hablar con cierta confianza sobre lo que está pasando en la calle. Algunos dicen que Chloë es lo que está pasando en la calle”, escribía Jay McInerney en The New Yorker en 1994. Ella tenía 20 años recién cumplidos, ni siquiera había acabado de rodar su primera película y ya le dedicaban un extenso reportaje en una revista de prestigio internacional. ¿La excusa? El magnético estilo personal que derrochaba por las calles y los clubes de Nueva York. Con tanto éxito que, sin ella mover un dedo, la habían fichado para posar en las páginas de varias revistas de moda, para ser becaria en una de ellas (Sassy), para aparecer en un videoclip de Sonic Youth, otro de Lemonheads, ser imagen de la marca de ropa de Kim Gordon, e incluso desfilar con Margiela cuando la firma aún facturaba shows underground.
En 1994, nuestra protagonista se encontraba en pleno rodaje de Kids, su debut profesional, una bomba cinematográfica que se disponía a retratar la adolescencia con una crudeza nunca antes vista en pantalla. El argumento en torno al sexo más descerebrado entre menores y una espiral de contagios de VIH era ficticio. No así todo lo demás. Con un estilo realista cercano al documental, la cinta capturaba la escena skater de Nueva York con sus verdaderos protagonistas haciendo las veces de actores. Sevigny incluida. Su personaje era el único para el que se había contratado a una actriz con experiencia, pero la falta de química con un reparto netamente amateur acabó por provocar su despido. Y Larry Clark y Harmony Korine – director y guionista, respectivamente– decidieron recurrir a esa amiga de carisma arrollador que ya habitaba naturalmente los escenarios del filme.
Chloë Sevigny se convirtió así en actriz primero y en icono indie unviersal después. En Kids encarna a Jennie, la inocente de la pandilla que acaba pagando los platos rotos del disparate adolescente. Y salvo por un breve flashback, aparece vestida durante todo el metraje del mismo modo: vaqueros holgados, cinturón de lona y una sencilla pero favorecedora camiseta azul con detalles blancos en cuello y mangas. Un look que, apuntalado por uno de los peinados garçon más icónicos de la historia, aún habita los moodboards de los estilistas, infinidad de tableros en Pinterest y nuestros recuerdos. Excusas más que suficientes para hablar de esa camiseta con ribetes en contraste, un modelo conocido como ‘camiseta ringer’.
Todo aquel que viviera los 90 con cierta sensibilidad alternativa, recordará que era un básico de fondo de armario para indies, ravers, britpoperos y otras especies de la edad dorada de las tribus urbanas. El ribete demostraba algo de intención, pero sin traicionar el espíritu de apología de la calle: al fin y al cabo no dejaba de ser una simple camiseta de algodón. Implicaba pretensiones, pero las justas. Y esa era justo la premisa estética de Kids. En una entrevista años después con The Guardian, su figurinista, Kim Marie Duce, hablaba precisamente del “anti-estilo” que trabajó a propósito para el filme. Aunque no está claro cuánto trabajo de diseño de vestuario hay en una película que sacaba su fuerza, precisamente, de la falta de artificio.
Desde su mismo nacimiento en los 60, la ‘camiseta ringer’ ya caló entre la juventud más rebelde cercana al rock-and-roll, alcanzando su máxima popularidad en los 70. En los 90 el undergorund la recuperó, ya lo hemos dicho, y al filo del cambio de milenio, American Apparel la convirtió en buque insignia de su mediática oferta retro-deportiva. Desde entonces, no ha dejado de estar presente en nuestros armarios con mayor o menor fuerza según la temporada. Dándonos la confianza de que llevamos mucho más que una camiseta, pero sin renunciar por ello a la más absoluta comodidad. Tampoco ha abandonado los burros de marcas deportivas como Adidas o Fred Perry, contribuyendo a resaltar con su ribete los bíceps de ellos y los cuellos de ellas. Continúa a la orden del día en los puestos de merchandising de las bandas de música más o menos independientes. Esas que beben, entre muchas otras fuentes, de la banda sonora de Kids, que incluía en su repertorio a artistas como Sebadoh, Beastie Boys y Daniel Johnston.
Si bien Kids le quitó el sueño a muchos padres cuando se estrenó en el verano de 1995, también dio alas a los jóvenes de medio mundo. No porque encontraran un modelo de conducta a imitar –esperamos– sino porque al fin tenían una referencia exacta para vestirse, tarea harto complicada en la prehistoria de Internet. Sin la ventana que supone Instagram, ni vuelos low cost, ni e-commerce, ni la sobreoferta de moda que conocemos hoy, en los 90 era muy difícil saber qué ponerse fuera del circuito mainstream. Kids llevó a la gran pantalla por primera vez marcas fetiche de patinadores como Independent, Zoo York, Element y Supreme. Y los skaters entendidos como subcultura, más que como chavales en monopatín, no tardaron en proliferar en los confines del globo, llevando los pantalones exactamente igual de caídos en Toronto que en Albacete.
La otra gran aportación estilística de la película fue la misma figura de Chloë Sevigny, que se dio a conocer al mundo y secuestró el subconsciente de todo amante de la moda. A escala independiente, eso sí, o al menos no masiva. No tardó en ser la niña mimada de las revistas más vanguardistas y convertirse en imagen de Miu Miu. Continúo su carrera como actriz con una trayectoria impredecible pero sólida, sin concesiones a blockbusters, con un globo de Oro, un Independent Spirit y una nominación al Oscar. Veinticinco años después del estreno de Kids, que literalmente significa ‘niños’ en inglés, no es ya la niña, sino la inminente madre. Y además de seguir en cartelera, vuelve al papel cuché como inesperado icono de estilo premamá, haciendo saltar por los aires todo cliché estético del embarazo. Es la it girl que ha logrado sobrevivir al sambenito del término durante más tiempo, más de dos décadas ya, subvirtiendo así su propia definición. Ella es independiente hasta para eso.
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