Cenar en casa ajena
El restaurante de superlujo ya no es el hábitat natural del gourmet. Los llamados supper clubs les ganan terreno para ofrecer experiencias gastronómicas audaces en un ambiente privado y con largas sobremesas.
Pocas cosas tienen más atractivo que lo clandestino. La pomposidad en la mesa ya no genera envidias ni suspiros aspiracionales: ahora, lo más exclusivo es vivir experiencias gastronómicas especiales y únicas. ¿Lo último? Entrar en un restaurante con una contraseña. Quienes lo han puesto en práctica doblan el turno a diario.
Emilia Epelde y Mikel Mardaras sirven cenas en su casa, bajo pedido y para un número determinado de comensales. Ella es la encargada de preparar comida de la de siempre en un entorno fascinante: una antigua casa del siglo XIX situada en el casco viejo de Bilbao. Techos ornamentados, marqueterías intrincadas y paredes de cuatro metros de altura de las que cuelgan obras de arte son sus señas de identidad. Emilia y Mikel, además de cocinillas, son galeristas y han decidido que su hogar acoja sus dos negocios. Así, la galería Epelde & Mardaras, que regentan desde hace 18 años, convive con su restaurante, en el que sirven su menú (comida, cena, desayuno o lo que se tercie) desde hace dos años. Compartir el espacio «nos ha permitido pagar el teléfono. No puedo ni contar las veces que nos lo han cortado cuando solo nos dedicábamos al arte. Además, tenemos unos vecinos muy amables, que no se han quejado nunca, porque saben que del restaurante sale el dinero para pagar las obras de la comunidad», comenta.
Todo comenzó con un rocambolesco malentendido: la galería organizó una exposición colectiva que llamó Pintxos & Arts. En realidad, la muestra no tenía ninguna relación con la comida, pero se planteó como una estrategia para atraer la atención de los medios. Y funcionó. Una periodista llamó preguntando por los menús. Y fue ahí cuando a Emilia se le encendió la bombilla y pensó en la posibilidad de montar un restaurante doméstico. En esa época ella aún no conocía el concepto, pero los llamados supper clubs, los restaurantes en casas y los conocidos como de guerrilla, en entornos que nada tienen que ver con la hostelería, comenzaban a popularizarse en Europa y Estados Unidos. Uno de los pioneros es el chef Nuno Mendes. Además de sus aventuras en Bacchus y Viajante, sus locales londinenses, se atrevió con algo menos tradicional y más privado en su loft londinense. En él, una docena de desconocidos coinciden para cenar en su salón. Su pareja, Clarise Faria, actúa de maestra de ceremonias y recibe a los invitados, y él cocina solamente los jueves, viernes y sábados.
La mayoría de estos negocios han surgido gracias a la conexión de gourmets vía Internet. Ms. Marmite Lover, por ejemplo, escribía un blog de cocina en Londres. Y gozaba de aceptación en el exigente mundillo de la gastronomía amateur online. Llevada por el entusiasmo de sus seguidores, decidió transformar su casa en un restaurante y cocinar para un grupo de clientes al estilo de los paladares cubanos. El resultado, tres años y cientos de clientes después, es un libro de recetas llamado Supper Club: Recipes and Notes From the Underground Restaurant, que recomienda hasta Heston Blumenthal, el chef del The Fat Duck, tres estrellas Michelin. Una pléyade de supper clubs afloró al abrigo de Ms. Marmite Lover y del bloguero Horton Jupiter, quien abrió al mismo tiempo el restaurante privado The Secret Ingredient.
El chef Nuno Mendes y su pareja, Clarise Faria, son los propietarios de The Loft Project.
The Loft Project
En España el fenómeno no abunda, pero Kathleen Engelhardt, de Jezebel’s Clandestine Dining, ha montado una versión itinerante en Barcelona. Cocinera de profesión, pero harta de trabajar horas y horas en la hostelería, llegó a España de Los Ángeles hace año y medio. Al comprobar que no existían restaurantes pop-up en la ciudad, comenzó a organizar cenas en entornos especiales. Los menús cambian en cada cita, pigual que los lugares escogidos para el evento. El público, que contacta con ella a través de su web, es variopinto e internacional. Se consigue así una mezcla interesante de comensales, el principal atractivo de su club. Según explica Kathleen, «la gente viene muy relajada. Todos se sientan en una mesa larga y hablan con los demás, algo que no se suele hacer en un restaurante. Es un entorno informal con cocina artesanal y local».
Un cliente exigente. La gastronomía adquiere en estos negocios un papel principal, pues suele ser el nexo de unión entre los comensales. «Todos los que vienen a mis cenas son gourmets. Me preguntan por las recetas, se interesan por la preparación», cuenta Kathleen. Ella aprovecha la presencia de un público tan ilustrado para cocinar de forma creativa y ofrecer fusiones insólitas como la jamaicana-catalana, mezcla que no se le permitiría ensayar en un restaurante. Emilia Epelde se lo toma de otro modo. En su casa manda ella y allí se come lo que ella dispone. Compra productos de primerísima calidad en el famoso Mercado de la Rivera. «Soy hija de pescaderos y conozco bien el género. Hay que ser muy torpe para fastidiar un buen pescado», dice. Lo más atractivo de su oferta es, según explica, el espacio, las obras de arte, el trato cercano y el encanto de lo escondido.
El secretismo es el último capricho esnob de los gourmets y, también, la discreción. Si uno no se mueve con soltura en las redes sociales gastronómicas puede resultar difícil dar con un supper club, pero con paciencia es posible encontrarlos. Tere & Lope, en Valencia, explican el resultado de sus primeros ágapes a través de una página de Facebook. Se trata de grupos de amigos que se reúnen en torno a una mesa para celebrar una cena que aparenta ser como cualquier otra. Pero lo hacen con un menaje de lujo y con pequeños detalles en los que confluyen lo profesional (un menú por comensal, los nombres de los asistentes en sus platos) y lo personal (ambiente distendido, sobremesa…). Viendo las fotos de Tere & Lope supper club parece que cualquiera pudiera ponerse un delantal, cocinar algunos de sus platos estrella y servirlos ante quien esté dispuesto a probar audacias gastronómicas. Kathleen no lo tiene tan claro. «Hay que controlar muy bien los tiempos, no es como dar de comer a unos amigos», dice. Sin embargo los supper clubs proliferan como setas y sus promotores no siempre tienen experiencia en hostelería. Ahora que la crisis aprieta, este negocio se ve como una solución para sacar unos euros. Así que… ¡alerta! Solo un buen foodie sabrá dar con los auténticos.
SEGUIR LA PISTA
Epelde & Mardaras: cocina sencilla para grupos de amigos en una casa del siglo XIX en el casco viejo bilbaíno. Jardines 10, 3º Izda. Tel.: 656 70 17 29.
Jezebel Clandestine Dining: en su web informan de sus próximos eventos. Hay que reservar plaza.
Tel.: 610 89 84 94. www.jezebelsclandestinedining.com
Tere&Lope supper club: para localizarlos hay que entrar en su Facebook. facebook.com/#!/tereylope.supperclub
The Loft project: Nuno Mendes recibe en su loft un máximo de 16 comensales. Él decide el menú.
www.theloftproject.co.uk
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