Desempolva tu chaqueta de punto: el cárdigan ya no es de abuela
Uno de los básicos de la temporada de frío irrumpe con fuerza sobre la pasarela y las tiendas. Esta es su curiosa historia.
Puede ser ‘pijo’. Y a la vez, desaliñado. Fue capaz de vestir a las universitarias americanas de los años 50. Y también a Kurt Cobain. Pocas prendas resultan tan versátiles en cuanto a modelos, colores y precios se refiere y pocas piezas tienen esa capacidad para encajar en estilos tan antagónicos como el grunge o el preppy. El cárdigan, la chaqueta de punto democrática por excelencia, regresa este otoño con fuerza a nuestros armarios.
La suya es como la de la pana, la crónica de una tendencia que nunca acaba por diluirse del todo. Gucci lleva varias temporadas incluyéndola en sus colecciones, y a su propuesta de otoño se le suman en perfecta consonancia las chaquetas con rombos de Thom Browne. Anna Sui se decanta por su versión abuelil más ‘ñoña’, plagada de volantes y mangas abullonadas, mientras que Christopher Kane apuesta por versiones XXL festoneadas de lentejuelas. Miuccia Prada también los ha incluido sobre la pasarela, cuajados de aplicaciones sobre materiales peludos en Prada y sobre punto en rebecas más entalladas y con mangas de farol, en Miu Miu.
En las tiendas online de lujo priman versiones para todos los gustos. Un paseo por webs como Net-a-porter o mytheresa demuestra que son varias las firmas que han decidido tenerlas en cuenta con la llegada del frío. Las chaquetas de Marni, J. Crew o Ralph Lauren bien podrían servir de uniforme cincuentero a lo Ivy League. Por otra parte, es fácil trazar ciertas semejanzas abueliles entre algunos modelos como los de Acne e Yves Saint Laurent y la que llevó Cobain en 1993 cuando grabó MTV Unplugged.
Tampoco resulta complicado seguir su rastro en el low cost. El cárdigan tiene ya su hueco reservado en las firmas de básicos por antonomasia como COS. Arket lo sabe, e incluye versiones en diferentes longitudes y colores oscuros. Los materiales son un plus muy valorado en este tipo de prendas, como el cashmere de Everlane o los de mohair que se pueden adquirir en Massimo Dutti, Topshop o la propia Arket. Otra forma de hacer la chaqueta más especial es a través de las mangas, como las abullonadas de & Other Stories, o a través de los colores vivos y los bordados, como las de H&M, Zara o Mango. Sin embargo, también hay versiones en tonos neutros para quien busque opciones más discretas.
Cárdigan, rebeca… ¿cuál es el origen de su nombre?
En nuestro país este básico de punto fino tiene nombre de mujer y se lo debemos a una actriz: Joan de la Fontaine. Tuvo tanto éxito Rebecca, la película de Hitchcock estrenada en 1940, que las chaquetas abiertas que llevó durante el filme marcaron un antes y un después en los armarios. El término por el que se conoce en inglés, ‘cardigan’, tiene un origen más aristocrático y deriva del uso que hizo de él James Thomas Brudenell, séptimo conde de Cardigan.
Un uniforme para la guerra y para la mujer
Como recogía Racked hace unas semanas, hubo una época en la que el cárdigan formó parte del atuendo de batalla. A los 57 años, Brudenell lideró la carga de la Brigada Ligera en la famosa batalla de Balaklava (ahora, territorio ruso) durante la Guerra de Crimea. Del conflicto bélico en cuestión acabaríamos adoptando la manga raglán, el pasamontañas (en inglés, ‘balaclava’) y el cárdigan, la chaqueta hasta la cintura, ligeramente entallada, sin cuello, y elaborada en punto que llevó el conde para la batalla. Como testamento de su gusto vanidoso, gastó 10.000 libras al año vistiendo a su regimiento con nuevos atuendos.
Si Lord Cardigan lo convirtió en uniforme de guerra, Coco Chanel completó con el cárdigan el uniforme de la mujer moderna. Ella misma elaboró su prototipo inspirándose en prendas masculinas, como había hecho en anteriores ocasiones: “corté un viejo suéter y cosí un lazo alrededor del cuello. Todo el mundo se volvió loco preguntando ¿dónde has conseguido eso?”, reconocería Chanel más tarde. La diseñadora tomó la iniciativa porque odiaba cómo los estrechos cuellos de los jerséis masculinos le estropeaban el pelo cuando se los quitaba. Coco alargó los bajos de la chaqueta y la conjuntó con la falda, ideando un traje sencillo y sofisticado que ella misma lució durante años. El auge de la ropa deportiva usada en disciplinas como el tenis, con Suzanne Lenglen a la cabeza, terminó por auspiciar su popularidad en los años 20.
Su boom llegó con Estados Unidos a mediados de siglo. Las mujeres, cansadas de forrarse en capas de tela, pusieron el foco de atención en el cómodo punto. El cárdigan destacó en esas dos piezas a juego llamadas ‘twin set’ que acapararon las páginas de moda. En un número de 1949, la revista Life describía cómo este básico, tradicionalmente a la altura de la cadera, ahora acortaba su bajo, estrechaba su talle, y añadía ‘embellecedores’ en forma de “botones de latón” y “joyas de fantasía”. Sí, exactamente como las de este otoño de Miuccia Prada. En los institutos tenían su propia versión: la ‘Natch‘, mucho más informal e inspirada en los suéteres con letras (tipo varsity) masculinos.
El ‘desaliño’ del cárdigan al que aludía la revista Life a finales de los años 40 alcanzaría sus cotas máximas en los 90. A las chaquetas desproporcionadas y con cierto olor a naftalina que lucía el grunge (la antes mencionada de Kurt Cobain se subastó en 2015 por 137.500 dólares), se sumaron las que llevaron las Riot Grrrls junto con esos vestidos baby doll y las botas Dr. Martens.
Sara Marcus, autora de Girls to the Front, describía en una entrevista para el libro Punk Style cómo las chicas de Olympia «se cortaban el flequillo corto, se teñían el pelo de colores brillantes y llevaban vestidos y cárdigans de segunda mano», en contraste con el look más andrógino de las chicas de Washington D.C. Bidisha, autora del zine londinense Girl Pride, se burlaba de los formatos de la revistas de moda haciendo ‘guías’ sobre la forma de vestir de una Riot Grrrl: «usa vestidos antiguos, cárdigans o jerséis azul marino. Utiliza el papel de lija de papá para hacer agujeros en la tela», ironizaba.
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