Cambiar de vida y hacer algo bonito
Contamos la historia de mujeres que han dejado atrás trabajos convencionales y han apostado por su idea personal de “lo bonito” para inventarse su nueva ocupación.
Los cuentos de Navidad pueden tener lugar en cualquier época del año pero la noche de Reyes de 2007 a Lucía Ruiz de Aguirre le regalaron una máquina de coser. Con aquel presente esta gallega, que dirigía junto a su marido su estudio de arquitectura, empezó a dar las puntadas de una ocupación distinta y necesaria. Dejó de pensar edificios y empezó a pensar ropa y complementos. Y se preguntó si sería posible convertir la afición infantil de hacer vestidos para sus muñecas en un trabajo. Lucía fracasó en su primer intento, pero decidió seguir indagando en qué oportunidades podrían esconderse entre alfileres. Primero abrió Cómo Molo, “un proyecto basado en el Do It Yourself en el que me dedico a enseñar a los demás a coser, a tejer y a ver la vida con otro color”. Empezó a ir bien así que Lucía siguió haciéndose preguntas y hace menos de un año lanzó MöU, “una micro firma de bolsos y complementos gracias a la cual he podido volver a diseñar y a crear con las manos”.
Galicia, y concretamente La Coruña, quizá por influencia de Inditex, es un lugar con público ávido de moda, de tendencias nuevas y buen ambiente de creación. “En los dos últimos años han surgido una cantidad de marcas brutal. Muchas de ellas, como es mi caso, en manos de gente que nada teníamos que ver con el mundo de la moda”. Así habla para S Moda Isabel Camaño, periodista que dejó de buscar gallegos por el mundo para dedicarse a buscar tejidos artesanales y crear bolsos y complementos de aire exótico a través de Mr. Ce. “Empecé a hacer cositas para tener la mente ocupada en algo bonito y creativo cuando me despidieron de mi trabajo. Luego, mis amigos y familia me animaron a colgarlo en Facebook y empezaron a surgir los primeros puntos de venta. Hoy vendo en unas 20 tiendas de toda España, en mi web y en pop up stores. Mr. Ce es mi alter ego: un sastre británico del siglo XIX que recorre el mundo en busca de tejidos exóticos y aplica a sus estrictos patrones británicos las formas de coser, tejer y bordar de otras culturas”.
Victoria Castro también inventó un personaje para dar salida a sus inquietudes creativas. Tras dos décadas trabajando en el mundo de la comunicación y como asesora política relata que “al principio no me di cuenta, pero lo que ocurrió es que comencé a desenamorarme de mi profesión hasta que un día me sentí una auténtica extraña ejerciendo. Me di cuenta de que lo que hacía no tenía nada que ver con lo que era yo, con mis sueños ni con mis ilusiones. Creo que la vida es para tener muchas vidas dentro de ella y sentí que la mía como periodista se había acabado. Además acompañé a mi padre durante el largo proceso de enfermedad al que se enfrentó antes de morir y allí, en el hospital, empecé a dibujar muñequitas en un cuaderno en las que vaciaba todos mis miedos y mi ansiedad por los momentos que estaba viviendo”. Así nació La hija de la bailarina rusa, una marca de librería, papelería y estampación en textil que ha conseguido autofinanciarse con la lógica de los sueños, la imaginación y la poesía.
También con sueños, imaginación, poesía, prosa, música y sobre todo amor al papel acicaló María Rubio su cambio de vida. Tras casi tres lustros como profesora universitaria, un día pensó que una ciudad de libros como Salamanca necesitaba un espacio dedicado a la belleza que hay en el papel y se inventó Atentamente Papelería-Atelier. “Queremos ser una papelería emocional”, cuenta María, mientras reflexiona sobre un proyecto que nació “de la necesidad absoluta de rodearme de cosas bonitas". Y también para apagar el rastro triste y feo con que la crisis ha incendiado a muchas personas y que, en su caso, se ha sofocado encontrando papeles que se convierten en flores, chucherías de arte o joyas de papel para adornar solapas o melenas.
Joyas de ‘Verdeagua’.
La fulminante metamorfosis profesional de Ana Catoira, creadora de Rap & Sisters, podría ser un cuento escrito en apenas un pedazo de papel. “Coser siempre había sido mi pasión, así que al día siguiente de quedarme sin trabajo como delineante ya estaba buscando proveedores de tejidos y talleres. Esto fue en junio y en octubre tenía lista mi primera colección de camisas a la venta. Ese mismo año una tienda confió en mi para su campaña de Navidad y ahora tengo puntos de venta en varias ciudades españolas y en mi web”. Ana resume así sus comienzos mientras agradece la red personal de apoyo y ánimo con la que tuvo la suerte de contar para construir una marca en apenas un año y el aprendizaje que ha supuesto: “Las personas de mi entorno creyeron en mí, también Nely, de la primera tienda de moda que me compró, sin eso hubiera sido imposible salir adelante. Ya no me planteo el futuro, vivo cada día al máximo, hago las cosas poco a poco y estoy orgullosa, es un gran logro haber llegado hasta aquí en apenas 12 meses”.
El primer año de Virginia Abascal fue muy similar: dejó su puesto en la Embajada de EEUU en España en la que trabajaba y apostó por su sensibilidad para mezclar colores y adornos. “Les enviaba dosieres y muestras de joyas a todas las revistas de moda, me plantaba con mi maletita e incluso lloraba cuando veía que se volvían locas por mis alhajas Verdeagua, han pasado casi 8 años y en los momentos duros recuerdo cómo era tener una vida gris y simplemente sigo adelante. Te preparas, estudias, haces lo que te dicen. Pero si tienes dentro una inquietud creativa acaba emergiendo ya así tiene que ser, el mundo necesita belleza”.
A Laura Martínez también le dijeron que se le daban bien las ciencias así que acabó Químicas. Durante años buscó la estabilidad trabajando “de lo suyo” a pesar sentir cierta insatisfacción de oficina que, a menudo, asociaba a los vaivenes laborales. Cuenta que en su colegio nunca cursó asignaturas de labores pero recuerda pasar los veranos en el pueblo “ayudando a mi madre y a mi abuela a tejer y bordar”. Llegaron la facultad, los laboratorios, los contratos precarios durante años y la rutina. “Notaba que me faltaba algo, no sabía qué era pero necesitaba hacer cosas bonitas. Así que mi madre me animó a tejer y vimos que se me daba muy bien. Empecé a vender muy poquito, en tiendas conocidas y casi por encargo. Así nació Tormenta Knit y ahora me dedico a tejer, que es lo que me gusta. El proceso ha sido liberador y enriquecedor y no solo en lo laboral. Una de las mejores cosas del cambio ha sido la relación nueva e increíble que hemos construido mi madre y yo gracias al punto”.
María Vallier también empezó tejiendo. “Los dos últimos años en el estudio en el que trabajaba como aparejadora fueron muy duros anímicamente, el ambiente era complicado, la crisis comenzaba a ser algo tangible y la situación era tensa. Durante esos dos años empecé a interesarme más por el mundo del arts and crafts, a leer blogs que hablaban de la vida slow, de hacer las cosas despacio y con cariño y en ese momento mi vida no tenía nada que ver con todo eso que leía. En esos años comencé a hacer piezas de punto que regalaba a amigos y familiares y que incluso en algunos casos me compraban y así comenzó todo”. María le ha puesto humor y personalidad a su vida desde Esto no es Ascot, “al principio mi entorno me miraba raro, como pensando que era un hobby, un capricho pasajero del que me cansaría y que en algún momento me pondría a buscar un trabajo 'de verdad'. Me costó hacerles entender que iba en serio y que pretendía ganarme la vida con ese "hobby" pero ahora ya es real y acabo de presentar mi tercera colección de ropa y complementos”.
Las creaciones de María Vallier para su marca Esto no es Ascot.
Cultivar aficiones sin más propósito que la pasión también fue la llave con la que Lourdes Erra abrió la puerta de su nueva carrera profesional. Acostumbrada durante dos décadas al ritmo frenético de la publicidad internacional cuenta que a medida que pasaba el tiempo el día a día se hacía cada vez más duro. “No había horarios, todo era absolutamente absorbente. No había espacio para nada más y perdí la pasión. Empecé a valorar un cambio de vida. Llevaba años acumulando muebles y objetos antiguos sin ningún objetivo claro. Cuando conseguí ser madre y sentí que era el momento de darle sentido a toda esa acumulación” o, lo que es lo mismo, a hacer de Vadevintage su proyecto a medida para esta etapa.
La tradición dice que cada vez que arranca un año se hace repaso y se pide un deseo. Estas historias femeninas enseñan que pararse a pensar qué significaba " lo bonito" para ellas resultó ser el deseo que durante años no se habían permitido pedir.
Muebles de Vadevintage.
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