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Esto es lo que te encontrarás si tienes gemelos

Los padres cuentan sus dificultades: en Madrid no pueden acceder a los autobuses con coche doble, muchos hoteles no facilitan dos cunas y el mobiliario urbano convierte el paseo en una gymkana.

cover gemelos
Getty

Carmen (nombre ficticio) tiene 70 años. Cada mañana acude puntual a casa de su hija, cerca del Madrid Río, y recoge a sus dos nietos gemelos de apenas un año para llevarlos a la guardería. Su caso no difiere del de otros muchos abuelos españoles que echan una mano a sus hijos para que no tengan que contratar un servicio doméstico extra. Pero su rutina sí es distinta. A ella le toca recorrer a pie empujando el carro gemelar tres kilómetros hasta la escuela infantil pública en la que están inscritos los niños. Mientras camina ve cómo otros abuelos y padres, con un carrito simple, hacen idéntico recorrido en el autobús 119 de la Empresa Municipal de Transportes. Y no es que Carmen tenga vocación de atleta, pero no le queda otra. “En la Comunidad de Madrid, el Consorcio de Transportes tiene terminantemente prohibido el acceso de los cochecitos gemelares a los autobuses”, denuncia Lucila Menéndez, presidenta de la Asociación Madrileña de Partos Múltiples (AMAPAMU). “Sin excepciones. Ya puede estar cayendo el diluvio universal o que, de pronto, el niño se ponga malo y tengamos que regresar a toda prisa a casa. No te dejan. Más aún, me han llegado a bajar la rampa trasera pero, al percatarse de que era un coche doble, me cerraron la puerta en las narices. ¡Ven un coche doble y es como si vieran al demonio!”, comenta Rosa Pérez, madre de dos gemelos de once meses.

Los gemelos de Menéndez tienen ya nueve años pero el caballo de batalla sigue siendo el mismo que cuando eran recién nacidos. “En Málaga o Barcelona puedes entrar en el bus con un carro múltiple por la rampa de accesibilidad universal (la de los minusválidos). Pues en Madrid, no. Cada vez que se lo pregunto a un conductor me salta con la misma letanía: que sí entra una silla de ruedas de minusválido (65 centímetros de ancho) pero no mi carrito. ¡Y eso que los habituales – tipo McLaren, Bogaboo o Inglesina – rondan los 74 centímetros! ¡Me dejan tirada por solo 9 centímetros!”, se queja indignada Pérez. “La solución que te dan es de lo más peregrino: coger a ambos bebés en brazos, entrar con el carrito plegado, sentar a uno en el asiento para niños, asegurarlo y sentarte tú en otro asiento con el otro niño en tu regazo. Y para salir, repetir toda la maniobra al revés. Ni que decir tiene que para todo esto necesitas la ayuda de otros pasajeros. Sin contar con que los niños van más seguros frente a frenazos en su silla con el arnés que en brazos de un adulto”, protesta Menéndez.

Marisa Ortega tiene mellizos. Y una testarudez inquebrantable: cada semana envía la misma queja a Rafael Orihuela, gerente de la EMT. Como siempre, sin respuesta. “En público dicen que lo están valorando, pero para cuando lleguen a una conclusión mis hijos ya caminan solos”. En Metro y Cercanías no está prohibido pero, teniendo en cuenta que pocas estaciones cuentan con accesos con ascensor a todos los andenes, meterse a subir y bajar escaleras con un coche doble es una arriesgada locura. “Ahora que el Ayuntamiento de Madrid baraja cerrar el acceso al centro en coches privados, ¿cómo van a acceder esos padres?”, se pregunta Menéndez.

Cuando a Sonia Tejera y Jorge Andrade, tinerfeños, el tocólogo les anunció que venían dos niños en camino “lo primero que pensamos es cómo nos íbamos a apañar con dos llorando a la vez. No que para viajar a la Península tendríamos que volar en asientos separados y cada uno con un bebé”, comentan extrañados. “Se debe a que según la configuración del avión no todos los asientos cuentan con mascarillas de oxígeno dobles (una para el adulto y otra para el bebé). Esto obliga a que el padre y la madre se ubiquen en filas separadas”, explican diligentemente desde el departamento de Comunicación de Iberia. “Lo que sí pueden es llevar el carro hasta la puerta del avión, donde se pliega y, si es el caso, se baja a bodega igual que se haría con uno simple. Los bebés menores de dos años pueden volar en el regazo de sus padres con un cinturón de seguridad especial que se acopla al del adulto y un chaleco salvavidas extra que le proporciona la tripulación”. Menéndez ya lo ha vivido y recomienda “llevar todo por duplicado y que cada padre tenga a mano los objetos de primera necesidad como el biberón del agua, juguetes y todo lo necesario para el cambio”. ¿Y en el caso de viajes monoparentales? “Por razones de seguridad cada adulto solo puede llevar un bebé en brazos. Así que hay que adquirir otro billete, en este caso de niño entre 2 y 11 años (NR: suelen llevar una reducción hasta de un 50% sobre la tarifa normal) y acoplar una silla de coche homologada en el asiento contiguo o, si el pequeño puede permanecer erguido, ajustarle el cinturón habitual. Otras compañías piden que el pasajero lleve un cinturón específico para niños y homologado por la FAA (la versión americana de Aviación Civil): el Amsafe CARES. Por si las moscas, mejor consultar con la aerolínea antes de comprar el billete.

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Luis Blasco se queja amargamente de que no puede viajar en AVE con su pareja mientras los gemelos duermen en el carro abierto. “No caben en los pasillos y tampoco pueden anclarse en las zonas destinadas a sillas de minusválido porque no coinciden las medidas. Si hubiera un frenazo imprevisto (por la caída de un árbol sobre la vía, por ejemplo), el carrito saldría volando. Es un riesgo innecesario”, explican desde el Gabinete de Prensa de Renfe. “Nosotros ya no nos peleamos. Plegamos el cochecito, cogemos cada uno a un crío y, como se nos considera personas de movilidad reducida, pedimos a los del Servicio Adendo (Tel: 902 24 05 05) que nos echen una mano con el equipaje”, comentan Sonia y Jorge. “Al menos, hasta los cuatro años, los pequeños viajan gratis”, comentan. María Azcueta es arquitecta y madre soltera de dos niños de tres años. “Al final te haces una experta en viajar con lo mínimo. Lo malo de estar sola con dos niños es que me toca sentar a uno de los dos en el asiento de al lado. Pagando el billete, claro”, apunta resignada. Afortunadamente estas tarifas tienen un 40% de descuento sobre el precio normal.

Superado el periplo, el hotel puede suponer otro escollo. Fátima y Borja tienen dos pequeños de seis meses. “En un establecimiento de una conocida cadena española se negaron a poner una segunda cuna. Incluso les propusimos reservar una habitación mayor pero nos replicaron que la normativa interna de la empresa era una cuna por habitación. En cambio, no se oponían a que montáramos una segunda cuna de viaje por nuestra cuenta”. Lo mejor en estos casos es preguntar en atención al cliente antes de reservar. “Sin ir más lejos, en algunos ascensores, no cabe el carro doble. Menos mal que existen los montacargas”, recuerdan con un tono entre la risa y el enfado.

Circular en tierra firme con un carrito doble en más de una ocasión puede parece una prueba de obstáculos. “Hay aceras tan estrechas que no cabe ni un carrito. Imagínate dos. Y luego están los bolardos, los postes, las marquesinas y los coches que aparcan subidos a la acera. A veces no te queda más remedio que jugártela caminando por mitad de la calzada”, recuerda Menéndez. Entre los impedimentos urbanos surge una nueva modalidad: los pivotes que los supermercados comienzan a colocar a la salida de las rampas para evitar que les roben los carros. “El otro día para entrar en el Centro Comercial de Las Rosas tuve que pedir ayuda a un señor. ¿Qué pretenden, que una persona sola eleve un carro con dos criaturas y a pulso?”, señala Natalia Rodríguez, vecina del madrileño barrio de Vicálvaro.

A partir de los 3 años ya pasean por su propio pie. Y llegan nuevos problemas. “Al inscribirlos en un colegio, como no tienen ningún hermano mayor escolarizado en el centro, no te dan puntos extra. De este modo, tienen más facilidades los padres con hijos de distintas edades que los que tenemos gemelos o mellizos. Los trillizos ya entran en el apartado de familia numerosa. Sin embargo, en educación infantil sí se contempla esta peculiaridad”, advierte Menéndez. “Nuestra pelea ahora es lograr que en la futura Ley de Familias, que pretende proteger a las monoparentales y numerosas, se contemple la singularidad de las familias con partos múltiples. Una singularidad que no se acaba cuando les quitas los pañales. Te dura hasta que llegan a la Universidad. Con los precios actuales de las matrículas universitarias, imagina lo que supone para una familia que dos hijos de golpe se matriculen en una carrera superior y que ese gasto se mantenga durante cinco años”. Insiste en que no son bichos raros y que, mientras en España la natalidad está en caída libre, los partos múltiples han aumentado en un 70%. “Desde AMAPAMU y gracias a iniciativas individuales y voluntarios hemos logrado acuerdos con empresas privadas para adquirir mensualmente con descuentos pañales, leche maternizada o cereales. Es un alivio para el bolsillo pero aún queda mucho por hacer”.

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