Echa el freno
¿Odias esperar a que baje un documento en el PC? ¿Sigues dando al botón del ascensor cuando la luz ya está encendida? Es hora de frenar.
En un famoso experimento que refleja los estragos de la prisa, Joshua Bell, uno de los violinistas más apreciados del mundo, tocó durante 45 minutos en hora punta en una concurrida estación del metro de Washington. El músico se prestó a colaborar en un reportaje con cámara oculta para The Washington Post. Bell, que el día anterior había tocado en la sala de la Orquesta Sinfónica de Boston –donde una entrada normal cuesta 100 dólares (73 euros) – no escatimó esfuerzos. Con su violín valorado en 3,5 millones de dólares (2,55 millones de euros) “tocó con entusiasmo acrobático (…), su cuerpo siguiendo la música, elevándose en las más elevadas”, según el Post.
Pasaron varios minutos antes de que ocurriese algo. Habían desfilado ya 63 personas sin prestar atención cuando un hombre de mediana edad giró unos instantes la cabeza y tomó nota de que había un tipo tocando el violín. Después continuó andando, inmune a los encantos de quien se ha dicho que con su violín “es capaz de explicar a los seres humanos por qué molestarse en vivir”. Por delante de Bell desfilaron 1.070 personas. En los tres cuartos de hora que duró el experimento, siete personas pararon y se quedaron alrededor durante al menos un minuto. En total, 27 personas dieron dinero, la mayoría mientras se alejaba rápidamente, lo que le permitió recaudar 32 dólares más cambio.
La grabación oculta lo dice todo. La inmensa mayoría ni siquiera se para a mirar. ¡Tienen demasiada prisa!
“Si no podemos tomarnos el tiempo para frenar un momento y escuchar a uno de los mejores músicos de la Tierra interpretar parte de la mejor música nunca escrita; si el empuje de la vida moderna es tan poderoso que quedamos sordos y ciegos ante algo así, entonces ¿qué más estaremos perdiendo?”, se pregunta el autor del reportaje.
Estamos tan ocupados corriendo de un sitio para otro que, como dice el maestro zen Thich Nhat Hanh, no vemos el almendro en flor a la puerta de casa. En palabras de José Luis Trechera, profesor de Psicología del Trabajo y autor del libro La sabiduría de la tortuga, vivimos “una ansiedad por el futuro que inutiliza el disfrute presente. Parecemos ´eyaculadores precoces´, con la necesidad de consumirlo todo rápidamente sin saborear nada en profundidad”.
El tiempo en nuestras vidas transcurre a velocidad de vértigo. Hemos de ser productivos y hacer más y más cosas al mismo tiempo, algo particularmente cierto para quienes se mueven en entornos donde existe la necesidad de estar constantemente conectados.
Tómate un momento para ver cómo te relacionas con el tiempo. ¿Se te hace eterno el semáforo en rojo? Prueba a marcar en un teléfono giratorio de los antiguos. Tu mente quizá se pregunte, asustada, si es así la eternidad. ¿Qué hacer? Baja el volumen de tu vida. Minimiza los estímulos que llegan de fuera: apaga la televisión, el teléfono, baja la persiana, rodéate de silencio. Si no es posible, como será el caso si lees esto desde tu oficina, pasa al plan B: observa la respiración. Es lo más socorrido, simple y eficiente, a la par que económico. Lo cual no quiere decir que sea fácil. Deja que la gente te adelante en la cola del supermercado, o en la carretera. Utiliza este “tiempo extra” para conectar con la respiración.
El estrés se instala en nuestras vidas de manera automática, de modo que incluso cuando ya no tiene sentido estar agobiada (ya has entregado los informes, aprobado la oposición, recogido a los niños del colegio) uno continúa ansioso. Sólo un minuto de meditación produce un cambio significativo en el estado mental; procura refresco, relajo y mejor disposición para enfrentarte a lo que venga después. Es una mini meditación que puedes hacer en el bus, mientras tus compañeros hablan de fútbol, el niño se enrabieta o en soporíferas reuniones del trabajo. Cuando puedes meditar en un momento, todo tu día se convierte en una meditación. Y así no te perderás al virtuoso tocando en el Metro.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.