Apps se control, productos y guantes: todo para dejar de morderte las uñas en la ‘nueva normalidad’
Entre un 20 y un 30% de la población sufre esta patología llamada onicofagia, muy relacionada con los niveles de ansiedad. Apps, productos y libros ayudan a acabar con este problema antigiénico especialmente preocupante por el coronavirus.
Es difícil hacer un repaso mental de nuestros conocidos cercanos y no encontrar a alguien que se muerda las uñas. Entre un 20 y un 30% de la población sufre esta patología llamada onicofagia aunque es posible que parte de los integrantes de ese porcentaje no lo considere más que un mal hábito (aunque se haga daño o pase vergüenza por el aspecto de sus manos).
Uno de los datos que se mencionan en muchos de los artículos que se han escrito sobre el tema es que, en 2012, la Asociación Americana de Psicología incluyó la onicofagia en la misma categoría que el trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Da una idea de la gravedad que puede tener asunto y una explicación a por qué reprender a alguien que se va a llevar la mano a la boca no sirve para nada.
La psicóloga Beatriz Madrid, perteneciente a la red de Doctoralia, expone que “el hábito de morderse las uñas está relacionado con altos niveles de ansiedad que en el momento se gestiona de forma automática. Esta conducta ayuda a la persona a calmarse aunque, en realidad, no quita la situación que le está produciendo el nerviosismo”. El detonador de ese estado puede estar relacionado con el trabajo, con el nivel de autoexigencia propio, con sentirse evaluada o con tener que hacer algo que no se desea, entre otros.
Y qué mejor que una pandemia mundial para elevar los niveles de angustia y nervios. El miedo al contagio, la incertidumbre de qué y cómo va a pasar, la rigidez de los protocolos y las prohibiciones afectan a nuestra salud mental actual y aún está por ver cómo lo hará a largo plazo.
Sara A., profesional sanitaria de 28 años, ya ni se acuerda de cuándo empezó a estropearse las uñas (es hija de ‘mordedora’, lo que puede influir), pero comenta que con la pandemia las tiene fatal: “Mucho peor que antes. Tengo las manos destrozadas”. Es trabajadora eventual y: “el no saber cuándo me van a volver a llamar me pone mala. Si lo pienso, empiezo con las uñas sin parar”.
Sin embargo, la situación también ha provocado casos inversos. Un ejemplo es el de Sonia M., trabajadora de una tienda de alimentación de 37 años, que ha dejado de comérselas desde que empezó la pandemia. “Paré porque no llevarte la mano a la cara es una de las principales medidas de seguridad. Y antes yo estaba todo el rato con la uña en la boca, pero el otro día hasta me las tuve que cortar porque me molestaban para trabajar”, dice entre sorprendida y jovial.
Un caso curioso es el de Laura F., periodista de 35 años que hasta el momento en el que se decretó el estado de alarma era una onicofágica de concurso. Pero durante el confinamiento dejó de estropearse las manos de manera involuntaria. “Un día las miré y vi que llevaba semanas sin morderlas. Hasta le mandé foto a la familia, toda orgullosa”.
Se sorprendió porque pensó que durante la cuarentena su patología iba a ir a peor: “En plan que no iba a tener manos de los nervios. Pero no me acordé de ellas y se regeneraron. Los gorditos no los dejé del todo, pero están mil veces mejor que antes”. Como Sonia, también se las tuvo que cortar porque le molestaban al teclear “y eso que solo sobresalían un poco de la carne. Además se les metía suciedad”.
Según Beatriz Madriz, la explicación psicológica a esa especie de cambio milagroso en el comportamiento de Laura puede ser que “durante el confinamiento la persona además de no haber podido hacer muchas cosas que deseaba, también ha dejado de hacer muchas otras que no quería. Así, el no estar sometida a la presión del día a día cotidiano ha podido influir de forma positiva en reducir sus niveles de ansiedad y tensión”.
De esto también se sale (con un poco de ayuda)
Como ocurre con otras patologías o adicciones nocivas como puede ser el tabaquismo, existen medidas de apoyo para intentar dejarlo. Que funcionen o no es otro tema, pero ahí están. Y, por supuesto, la más razonable –sobre todo si el nivel es grave– es ponerse en manos de un profesional.
“La clave está en ayudar a la persona a gestionar el nerviosismo que le produce la situación ‘X’ de una forma distinta y consciente. Por ejemplo, ayudar a la persona a reducir sus niveles de autoexigencia, a afrontar el trabajo de otra forma o incluso a cambiar de trabajo. Fomentar el que esa persona haga lo que quiere hacer en su día a día”, afirma Madrid.
También existe la alternativa de probar siguiendo las instrucciones de un libro. Si millones de personas consiguieron librarse del tabaco leyendo Es fácil dejar de fumar si sabes cómo de Allen Carr (que murió de cáncer de pulmón, ironías macabras de la vida) ¿Cómo no va a haber un manual para abandonar la onicofagia?
La periodista del Financial Times Alice Lascelles consiguió mitigar su adicción con el libro Stop Your Nailbiting! Permanently de Gilbreth Brown. Es el título más conocido de los que tratan el tema y además de analizar qué es lo que conduce a morderse las uñas da consejos para frenar la tentación, como colocarse una goma en la muñeca y tirar de ella. Hasta ahora es lo que mejor le ha funcionado, aunque la angustia que le ha generado ver que su hijo de cinco años ha empezado a desarrollar su propia onicofagia puede que sea el tratamiento definitivo.
Hay otros libros aunque solo se han publicado en inglés: Truth About Nail-Biting de Audrey Ciccarelli, Nail Biting How To Stop?: An Addiction Recovery Psychological Self Help Guide de Asanka S. Jayarathne o el infantil The Berenstain Bears and the Bad Habit de Stan Berenstain. La oferta en castellano es inexistente.
También hay aplicaciones para el móvil. La más conocida en España es la desarrollada por Raylex, un producto que se echa en las uñas (su aplicador tiene forma de subrayador) para ayudar a dejar de mordérselas. Un método parecido al de Mordex, que se aplica como un esmalte de uñas y que tiene un sabor muy amargo.
La app (disponible en Apple Store y Google Play) proporciona consejos prácticos, recuerda al usuario cuándo tiene que aplicarse el producto y permite hacer un seguimiento de la evolución de las uñas, ya que se pueden subir fotos para comparar el antes y el después. La marca dice que utilizando la aplicación y el producto a la vez, la persona conseguirá acabar con el hábito en 18 días. Es parecida a la desarrollada por Biter Be Goner, cuyo artículo se puede adquirir en Amazon. La app (solo en inglés) de esta marca canadiense ofrece más o menos los mismos servicios que la española, orientados sobre todo a documentar el proceso de ‘curación’ (incluso se pueden hacer time-lapses).
Stop Nail Biting Hypnosis (para Apple y Google, también en inglés) promete acabar con la onigofagia del usuario a través de grabaciones de hipnoterapia. Según la información de sus creadores, “ayudará a reprogramar su mente de manera inconsciente y a lidiar con su estrés y ansiedad de una manera diferente para romper su hábito no deseado, antihigiénico y desagradable de morderse las uñas”.
Hay que tener en cuenta que la onicofagia puede tener efectos negativos para los dientes, causar infecciones en la zona afectada o provocar problemas sociales debido al aspecto desagradable de las manos. Y, precisamente, la estética puede ser otra vía hacia la solución.
Olga Tarapiella, es la propietaria del salón de manicura y pedicura Le Manicure. “A nuestro salón vienen personas que se muerden las uñas y lo que hacemos es invitarlas a que se hagan una buena manicura primero, para que se vean la uña arreglada y después, esmaltarla. De esta forma, cuando te ves las uñas pintadas, te da más reparo llevártelas a la boca”.
Pese a que pueda parecer que las uñas tipo Rosalía puede ser una buena opción, Tarapiella no la recomienda. “Nosotras no ponemos de gel ni de porcelana porque realmente una uña mordida ya está muy debilucha y si encima le colocas algo encima, es peor. Aunque entiendo que haya gente que acabe haciéndolo si sus manos ya son muy antiestéticas”.
El motivo más habitual por el que sus clientas vuelven a las andadas de la onicofagia es el trabajo. “La recaída depende de los jefes de estas chicas. Cuando empiezan con reuniones o a tener muchos momentos de estrés vuelven a recaer después de haber estado igual dos meses sin modérselas. Sí que es verdad que se nota mucha más preocupación por acabar con el problema que hace años”, afirma.
Puede que a todo este abanico de posibilidades haya que sumar los accesorios que ha traído la ‘nueva normalidad’: con guantes y mascarilla, meterse las uñas en la boca es, sin ninguna duda, más difícil.
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