Cómo aprovechar la rutina cosmética y el maquillaje para mejorar nuestra salud mental
Los hábitos de cuidado personal pueden influir para bien en aspectos tan importantes como la autoestima. Dos psicólogas nos dan ciertas pautas para sacarles el máximo partido.
Casi un tercio de las españolas (27,3 %) considera que ha aprendido a sacarle partido a lo que considera sus «puntos débiles» a través de la ropa y el maquillaje. Eso se desprende de la encuesta sobre la autopercepción física de las mujeres realizada por la plataforma de valoración de cosmética y centros estéticos My Top Beauty. No solo eso: el 43,6 % de ellas se gusta y acepta tal y como es, frente a un 14,4 % que no se encuentra a gusto con su aspecto.
Cómo nos vemos frente al espejo tiene consecuencias en nuestra salud mental. Como expone la psicóloga Pilar Guerra, «influye hasta bloquearnos totalmente, y entrar en lo que se llama atención selectiva, que es una distorsión cognitiva, una idea distorsionada de la realidad, lo que se conoce como dismorfofobia». Esa obsesión por un aspecto que no nos gusta puede distorsionarse y exagerarse. «Esa percepción se lleva al pensamiento y, a través del lenguaje, se generan pensamientos distorsionados que pasan a ser emociones generalmente negativas, de angustia, y que dan lugar a conductas obsesivas», continúa Guerra.
La fijación por un ‘defecto’ puede además entrar en un círculo vicioso. Pilar Conde, psicóloga y directora técnica de Clínicas Origen, lo explica: «El aspecto y el estado de ánimo están en constante retroalimentación. Si estamos contentos o tristes, se refleja en nuestro rostro. Los días que no nos vemos bien, suele coincidir que no hemos descansado lo suficiente, porque tenemos preocupaciones, por lo que al ver nuestra expresión, que no deja de ser el reflejo de cómo nos encontramos, puede afectar a su vez nuestro estado de ánimo».
La cosmética, reconocen ambas, puede servir de herramienta para atajar estos problemas. «El cuidado personal nos devuelve a nuestro centro», concede Guerra. Las españolas, a juzgar por los datos al principio expuestos, parecen tenerlo claro también. Aquí unos consejos sobre cómo sacar partido a nuestro neceser para mejorar nuestra salud mental.
Elegir bien el momento y el lugar
Para que estos rituales sean efectivos en la mente, se requiere una total concentración en ellos. Por ello, el cuándo y el dónde adquieren relevancia. «Un buen momento es el inicio de desaceleración del día, cuando ya llegamos a casa y nos ponemos cómodas», opina Conde. «O antes de ir a acostarnos».
El sitio elegido también debe ser apetecible. «Mejor un lugar tranquilo y cómodo, con acceso fácil al material que utilicemos, para que nos resulte confortable el proceso».
Estimula tus sentidos
Los cosméticos actúan sobre los sentidos, especialmente el tacto y el olfato. «Es una forma de conectar con nosotros mismos», dice Guerra. Para Conde se debe «realizar el ritual con los masajes recomendados y disfrutar de los mismos».
Muchas firmas dan pautas para aplicarse sus cosméticos con diferentes movimientos. Con ellos, se estimula la circulación y los sentidos, relajando la mente. Shiseido, además, tiene en el centro de sus tratamientos la aromaterapia. Consuelo Mohedano, directora de formación, pauta a sus consumidoras que huelan el producto antes de extenderlo. «Acerca las palmas de la mano a tu nariz y llénate de su fragancia».
Fijar objetivos realistas
Los grandes grupos no se cansan de repetirlo: un cosmético nunca va a ser tan efectivo como un tratamiento estético o una operación quirúrgica. Cuando recurrimos a ellos, debemos ser conscientes de sus limitaciones. Así, cubrirán la carencia que detectamos que tiene nuestra piel de forma efectiva. «La necesidad lleva al deseo de hacerlo y en el deseo se ponen unas expectativas realistas para cumplirlas. Si esas expectativas se cumplen nos generarán relajación», cuenta Guerra.
No abandonarla nunca
Esta cuestión se relaciona con la anterior. Si existe una necesidad, nos atendremos a ella. Los productos son efectivos si se mantienen su uso constante en el tiempo. Y este hábito proporciona más que un mejor aspecto de la piel. «Proporciona una autodisciplina, da lugar a efectos observables, empodera la autogestión, y eso genera bienestar psicológico», destaca Guerra. «Para mantener un orden y un equilibrio, la rutina de belleza puede formar parte de un patrón de comportamiento, que sale de forma natural, casi automatizada». Conde desaconseja saltárselo aunque sea un día. «Importa hacerlos aunque no nos apetezca».
No convertir el maquillaje en obsesión
Las dos expertas aceptan que la cosmética de color puede mejorar la percepción propia notablemente. «El maquillaje entra en el mundo de lo sensorial y de los sentidos, entre otras cosas, porque mejora del aspecto físico realmente, produce un cambio visible que resalta la belleza. Y al vernos mejor esto se demuestra en la actitud que tenemos ante el mundo porque refuerza la autoestima», expone Guerra. Incluso, recomendaría un curso de maquillaje para reforzar la belleza que cada una posee.
Sin embargo, advierten de la necesidad de tener precaución. «La diferencia reside en si me maquillo porque me gusta y me veo mejor así, o si, por el contrario, si no me lo pongo no me siento segura, lo que podría producirme cierta ansiedad», apunta Conde. En este segundo caso, más que recurrir al maquillaje la solución la daría trabajar en la autoestima. Guerra plantea una pregunta, que debemos realizarnos honestamente: «‘Si se nos acabase el maquillaje, ¿hasta que punto el maquillaje mina nuestra confianza en nosotros mismos y nuestra libertad de actuación?’ El problema está en romper el equilibrio. Y el equilibrio se rompe cuando atendemos selectivamente de manera exagerada a este mundo de cuidado personal, ignorando que estamos entrando en una dependencia y adicción».
Con todo, ambas llegan a la conclusión de que es una herramienta importante y efectiva. Como pone en palabras Conde, «el autocuidado revierte en bienestar emocional, en todos los niveles, cómo yo me hablo, si soy capaz de perdonarme y ser compasiva conmigo misma y también como cuido mi cuerpo. Siempre y cuando la retirada del mismo no genere problemas de ansiedad y de inseguridad, cada cual tiene que encontrar su bienestar emocional estético de la manera que le guste».
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