‘Peeling’: un arma contra el cáncer de piel
Al obligar a la piel a cambiar más rápidamente, en tres días en lugar de los 60 naturales, estamos activando la protección.
Es sabido que mudar la piel mejora sus cualidades, pero no que una simple exfoliación es capaz de prevenir el cáncer de piel. Esta técnica podría convertirse, tras la fotoprotección, en la segunda estrategia contra uno de los tumores más comunes en nuestro país. Las cifras ponen los pelos de punta: una de cada cinco personas en Europa tendrá melanoma, el cáncer de piel más letal, en algún momento de su vida.
De sobra es conocida la importancia de la fotoprotección, pero una nueva medida viene a levantar los cimientos de la prevención contra la enfermedad que ha aumentado 1.200% en los últimos 15 años. La clave está en el peeling químico profundo, que se realiza en consulta y que hasta la fecha era un simple tratamiento estético para mejorar marcas de acné, manchas o arrugas, gracias a la eliminación de las capas superficiales de la piel. Así lo ha revelado el doctor Julián Conejo-Mir, coordinador de la próxima Campaña del Cáncer de Piel organizada por la Academia Española de Dermatología. «La población ignora que cada día, en la playa o en el campo, cualquiera de nosotros fabrica un cáncer de piel, debido a la mutación en las células epidérmicas inducida por la radiación UV.
Pero la proteína p53, vigilante inmunológico, destruye el inicio de ese cáncer». El problema se produce cuando falla esta proteína, y las personas adictas al sol (ahora llamadas tanoréxicas) la inactivan por mutación: el resultado es un posible carcinoma. ¿Y qué tiene que ver una técnica estética en todo esto? La revista Journal Watch Dermatology publicaba recientemente que un simple peeling consigue estimular la proteína p53, aumentando las defensas contra la enfermedad.
En realidad, la idea de que mudar la piel mejora sus cualidades es tan antigua como la humanidad. Ya Cleopatra realizaba exfoliaciones con polvo de alabastro para mejorar su aspecto y se bañaba en leche de burra –que hoy sabemos que contiene alfahidroxiácidos, como el ácido láctico– que produce el mismo efecto.
La palabra inglesa peel significa pelar. Primero se hizo con partículas de ciertos materiales como el mármol o incluso el papel de lija. En el siglo XX llegó la dermoabrasión a base de punta de diamante. Pero fue a finales de este siglo cuando ese efecto de destruir capas superficiales se consiguió mediante sustancias químicas. Las más comunes son el ácido salicílico, el glicólico, el láctico, el retinoico, el pirúvico, el tricloroacético y el fenol. Aunque entre los años 50 y 80 existía un afán por los exfoliantes más agresivos, como el fenol, que requería 10 días para que se curara la piel –incluso se enclaustraba al paciente–, hoy se utilizan los de actuación superficial, que permiten seguir con la rutina diaria. Son los llamados «lunch-time peelings» o exfoliantes blandos: se hacen en lo que dura el almuerzo un día laborable, y logran idénticos resultados estéticos con menor agresión. «Deben ser realizados por el dermatólogo, ya que cada tipo de piel necesita uno concreto. Aunque después se los puede aplicar el paciente en crema de uso diario en casa. Se deben repetir cada uno o dos meses. Pero hay que evitar el verano, ya que cualquier irritación puede acabar convirtiéndose en una mancha por culpa del sol», explica Conejo-Mir.
No en vano las últimas cifras de la Sociedad Americana de Cirujanos Plásticos lo sitúan como el segundo tratamiento más demandado tras la toxina botulínica. Y ha aumentado un 9% en el último año. «Cualquier mujer utiliza cremas para cuidar su cara que contienen ácidos de efecto peeling (glicólico, ascórbico, retinoico, etc.). Pero lo realmente importante de estos tratamientos es que, al obligar a cambiar su piel más rápidamente –lo que hace la propia naturaleza cada 60 días, el peeling lo hace en tres–, estamos activando la p53», prosigue el dermatólogo.
El doctor Alejandro Camps, miembro de la Academia Americana de Dermatología y dermatólogo del Centro Teknon en Barcelona, está de acuerdo, aunque puntualiza que «la prevención del cáncer cutáneo pasa por un ‘peeling’ profundo, y menos por uno superficial». En cuanto a la exfoliación mecánica (mediante agresión de partículas y no de ácidos), cuando se realiza de forma intensa podría, según el criterio de Camps, llegar a tener efectos similares al peeling profundo. «Cuando se realizan en consulta hay un seguimiento médico, lo que facilita el control de las lesiones precancerosas, que en su fase inicial son de fácil tratamiento».
No todos los expertos corroboran esta nueva teoría. Para el doctor Antonio Campo Voegeli, dermatólogo del Hospital Clínic de Barcelona, es cierta solo en parte. «Debemos ser cautos, pues puede llevar a la falsa idea de que disponemos de una cura milagrosa para el cáncer: los peelings químicos, e incluyo a los láseres ablativos (O2, erbio), por su efecto de eliminación de las células dañadas y su regeneración a partir de otras nuevas, pueden contribuir a hacer desaparecer algunas lesiones precancerosas. Pero existe un daño acumulado en la piel expuesta al sol que es imposible eliminar».
El famoso concepto de que la piel tiene memoria, en estas lides, por desgracia, nunca significa nada bueno. A 10 o 20 años vista, abusar del sol puede manifestarse como lesiones precancerosas llamadas queratosis actínicas, de las cuales un 20% se puede convertir en cáncer. El doctor Alex Ginzburg, dermatólogo del Sheba Medical Center en Israel, habla de la importancia de la fotoprotección previa a la exposición y posterior a la exfoliación en consulta. «Diez días después ya se puede salir a la calle, pero con un SPF mínimo de 30 para evitar la pigmentación.
«Como ahora estos tratamientos estéticos son menos agresivos, al momento se puede hacer vida normal. Solo se nota una irritación similar a haber tomado mucho el sol», advierte la doctora Esther Cabrera, médico-estético de Medipraxis en Palma de Mallorca. Jamás una exfoliación puede sustituir un protector solar, algo en lo que está de acuerdo la comunidad científica. «Cuando hacemos uno como tratamiento antiedad, recomendamos encarecidamente extremar la protección solar. Además, hay que tener en cuenta que algunas personas tienen déficit de la proteína p53, por lo que el procedimiento no funcionaría como freno de la actividad cancerígena».
En definitiva, el peeling ha cambiado la forma de protegerse frente a la radiación. Entramos en la era de la fotoprotección biológica: no combate el sol ni bloquea sus rayos como una crema con SPF, sino que evita el efecto cancerígeno que posee la radiación. El doctor Camps da el visto bueno a la ingesta en suplementos nutricionales de antioxidantes como el resveratrol o al betacaroteno, que se deposita en la dermis y, además de aportar una protección parcial, broncea. También a los antioxidantes en crema. «Aplicados por la noche, como la vitamina C, reparan muy bien el daño producido a la intemperie».
La clave de la protección biológica está en la endonucleasa 4, una enzima altamente protectora que se incorporará en breve. MSH son siglas que también se escucharán con frecuencia: se trata de una hormona estimulante de los melanocitos que se tomará por vía oral y protegerá desde el interior. Añadimos el escudo solar de algunos tejidos especiales (las siglas UPF son las indicativas del índice de protección y es obligatorio en su etiqueta), un gel de baño con protección UV pendiente de ser comercializado, y, aunque en España no ha calado, un producto químico (de Laboratorio Ciba) que, aplicado al detergente, obtiene el mismo resultado. La actitud frente al sol está dando un giro de 180 grados. «Las estrategias para evitar el cáncer de piel deberán cambiar en el futuro; sin ir más lejos, será igual de obligado el uso de un factor de protección como la aplicación de crema de efecto peeling», concluye Conejo-Mir.
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