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En defensa del pelo rizado

Las tendencias en peluquería apuntan una vuelta de las curvas. Pero la sociedad todavía guarda muchas restricciones hacia ciertos tipos de pelos rebeldes e insumisos

pelo rizado

Dove ha lanzado unos emoticonos de mujeres de varias razas con pelo rizado para apoyar la campaña Love your curls (ama a tus rizos), que persigue que las féminas que no cuentan con cabello liso –dos de cada tres en EEUU– empiecen a dejar de odiar sus cabelleras y firmen un tratado de paz con su masa capilar.

Los rizos han sido también noticia en Norteamérica, debido a que una animadora texana de 11 años, Makayla Fallaw, fue expulsada del grupo, Woodlands Elite Cheer, por negarse a alisarse el pelo para participar en una competición, cuando las reglas del equipo obligan a que todas las chicas lleven una cola de caballo y pelo liso.

Si uno escribe en Google “discriminación por el tipo de pelo” y le da al buscador, tienen noticias para ocupar todo un día, especialmente en lo que se refiere a la comunidad afroamericana, que gasta grandes fortunas en Keratina y alisadores capilares e invierte numerosas horas de su existencia luchando, contra natura, con su espesa e indomable masa de pelo. En este apartado Good Hair es un recomendable documental producido por Chris Rock Productions y HBO Films, que se centra en las mujeres de raza negra, en cómo perciben su pelo, en las connotaciones que esto conlleva y en todo lo que tienen que ver con lo que la sociedad considera aceptable o no. Rock decidió hacer esta película cuando su hija de tres años, Lola, de piel oscura y cabello ensortijado, le preguntó un día a su padre, “¿papá por qué yo no tengo buen pelo?”.

Good Hair ahonda en la floreciente industria de productos alisadores para el pelo, algunos de los cuales tienen componentes que dañan fuertemente el cabello –conocidos como creamy crack–, y en los salones de belleza, a los que acuden religiosamente las mujeres con trabajos fijos y con intención de mantenerlos; ya que conservar su pelo en su forma natural no está bien visto en el mundo laboral. Todavía la imagen de una mujer responsable, competente y profesional casa mejor con la de alguien cuyo pelo no admite ningún tipo de rebelión, sino que es, más bien, tirando a corto y liso. Como el de Michelle Obama, que jamás deja que sus rizos naturales se acojan a la Primera Enmienda de la Constitución Norteamericana, la que habla de la libertad de expresión.

Esta fijación por lo que es aceptable o no en términos de cabello, y que no tiene una explicación racional, ha existido desde la historia de la humanidad y no parece que vaya a dejar de hacerlo, al menos por ahora, porque como la revista Forbes aseguraba en un artículo titulado Is your natural hairstyle preventing you from getting a job? (¿Está tu peinado natural impidiendo que encuentres empleo?), en las entrevistas de trabajo importa tanto lo que se tenga dentro de la cabeza –materia gris o pájaros-, como la forma del pelo que hay sobre ella. Según esta cabecera, “las mujeres afroamericanas con peinados que conservan su pelo natural, hombres con rastas y maduros con canas no son solo los únicos que han salido de una entrevista de trabajo preguntándose si su pelo no es el causante de no encontrar empleo. Hombres con pelo largo y cualquiera con un color de pelo o estilo no tradicional está bajo sospecha”.

Internet también ha imaginado como estaría Michelle Obama si optase por llevar su pelo al natural.

Getty/ curlinikki.com

Legalmente, las empresas pueden tener su propio dress code y eso es lo que ha hecho que algunas denuncias sobre discriminación capilar que, en el fondo esconden prejuicios raciales, caigan en saco roto. Sin ir más lejos, el ejercito de EEUU sacó el pasado año una normativa sobre el aspecto que deben tener los soldados, con disposiciones referentes al cabello que afectan, sobre todo, a las mujeres de raza negra, a la que se les prohíbe lucir rastas, trencitas, determinados recogidos o tirabuzones; y que las obliga a opciones mucho más costosas y que requieren más tiempo como alisados, extensiones o pelucas. En un artículo de BBC News, Lori Tharps, co autora del libro Hair Story: Untangling the Roots of Black Hair in America, se preguntaba dónde iba una soldado afroamericana a encontrar un salón de belleza donde le hicieran el alisado en plena batalla. Para, más adelante, seguir apuntando en el artículo, “una de las cosas que se ha hecho a la raza negra, ya fueran esclavos u hombres libres, fue decirles que su pelo los marcaba como inferiores, pelo al que muchas veces se hacía referencia con términos como lana o pelaje, más adecuados para animales que para personas. Por generaciones y generaciones, la comunidad negra ha vivido con la impresión de que algo malo ocurre con su pelo y que, solo hasta que se alise, éste no se volverá aceptable. No estamos hablando de belleza, sino de sobrevivir, de oportunidades económicas”.

El Huffington Post denunciaba también en un artículo como las mujeres pertenecientes a esta etnia con peinados con rastas y trenzas están en el punto de mira del personal de los aeropuertos de EEUU y su pelo es registrado a menudo, por “cuestiones de seguridad”.

Fin al reinado del pelo japonés

Afortunadamente, las nuevas tendencias en peluquería empiezan a poner fin a esa época en la que todas debíamos tener un pelo asiático –recto como una vara– e introducen, poco a poco, las ondas, los volúmenes y los rizos. Evitando, eso sí, esa funesta etapa de los pelos fritos que causó furor en los 80 y de la que es un buen ejemplo Melanie Griffith en Armas de Mujer (1989), justo antes de darse cuenta de que era una pringada, laboralmente hablando, y buscar venganza. El personaje de Griffith adopta la estrategia de cortarse el pelo, a modo de piel de cordero con la que se oculta el verdadero lobo. Táctica que le ayuda a ganar la batalla y que hace que ya nadie se fije en esa masa estropajosa que corona su cabeza, sino en su inteligencia.

Según Sandra Sadler, directora del salón Camille Albane, en Madrid, “la mujer quiere comodidad y más que imponerse un peinado, lo que busca es como sacar el mayor partido de su pelo natural. Las ondas surferas, el efecto despeinado –que es el más difícil de conseguir–, o los rizos que vuelven otra vez. Sandra apunta que quien realmente crea las tendencias en peluquería son los personajes públicos con sus cambios o estilismos. “Por ejemplo, cuando la reina Letizia se cortó el pelo o cuando Beyoncé adopta un nuevo peinado”.

La Reina Letizia con melena ondulada.

Getty

Yohan López, estilista de Dessange en Puerto Banús, opina también que la obsesión por el pelo tabla es un capítulo terminado. “Se ha abusado mucho de la plancha de alisado, que por otra parte estropeaba mucho el cabello. Ahora estos utensilios se utilizan para hacer ondas, marcados o dar volumen”.

El pelo y sus modas o tendencias encierran un trasfondo que traspasa la simple estética para adentrarse en la sociología y, cómo escribía la antropóloga Susana Colodero López en un artículo de la revista CiviNova, titulado El cabello como medio de expresión social y cultural, “el pelo puede expresar modas, seducciones, liberación, narcisismo, disciplina. (…) Mientras para las mujeres el cabello siempre ha sido considerado un poderoso símbolo sexual, para el hombre habría sido el pelo corporal, como símbolo de virilidad y fortaleza. El rapado de la mujer como forma de castigo, denigración y desplazamiento social, ha sido a lo largo de la historia un uso muy extendido en diferentes sociedades y etapas históricas. Unos de los ejemplos más cercanos son los rapados que sufrieron muchas mujeres colaboracionistas francesas en tiempos de la Segunda Guerra Mundial o las comunistas en la Guerra Civil Española. En muchas religiones se comparte la ausencia y/o ocultación del cabello natural como expresión social directa de un estado de separación física y espiritual del mundo que nos rodea, ofrenda a la deidad como servicio absoluto que conlleva al sometimiento de una disciplina y a la ruptura de los deseos carnales que ocasionan la debilidad y el pecado”.

Ya saben, están de vuelta de los rizos y el pelo desordenado, como recién levantada de la cama, tal vez sea un augurio de mejores tiempos para las mujeres. Menos estrictos, más desenfadados, rebeldes y hasta más sensuales y eróticos. Vayamos, pues, preparando nuestras cabelleras.

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