Las claves del éxito de la Beautyblender, la esponja con forma de huevo que revolucionó el maquillaje
Dos décadas después de que la maquilladora Rea Ann Silva diera forma a su esponja perfecta casi sin pretenderlo, esta herramienta y sus imitadoras monopolizan el mercado. Varias expertas analizan las razones de su éxito.
Basta con escribir en Google ‘esponja de maquillaje’ para hacerse una primera idea de cómo la Beautyblender cambió el mercado de las herramientas para aplicar la base. La esponja con forma de huevo teñida de colores chillones (primero fue el rosa; ahora también amarillo, azul o cualquier tono imaginable) monopoliza las búsquedas –y el mercado– en detrimento de aquellas primas hermanas de látex que bien podrían declararse en peligro de extinción. Muchas están firmadas por la marca original y otras tantas responden a las infinitas versiones que han imitado su fórmula: las hay más baratas, más caras, más pequeñas… e incluso con forma de animal o en packs de seis dentro de lo que parece una huevera.
Detrás del éxito de la primera esponja que eliminó las incómodas aristas de sus competidoras está Rea Ann Silva. Esta make up artist angelina, que en realidad había estudiado moda y probó suerte como maquilladora por pura supervivencia, trabajaba en el rodaje de la serie Girlfriends cuando comenzó a dar forma a su idea. Los productores de la cadena querían que el maquillaje de sus cuatro protagonistas se viera lo más natural posible y para lograrlo Silva recordó el truco que le había contado una colega de profesión: mojar la esponja antes de usarla. Para terminar de esbozar lo que acabaría siendo su famosa Beautyblender, se encargó de pulir las formas geométricas de las esponjas de un solo uso creando un contorno más ergonómico y capaz de adaptarse mejor a las formas del rostro. “Al final de cada rodaje las esponjas desaparecían porque las actrices se las llevaban para regalárselas a su hermana, su amiga, su tía o su madre”, contó Silva a Fashionista a propósito del éxito de aquella primera versión casera.
Casi dos décadas después (fue creada oficialmente en 2003, aunque su furor global llegaría más tarde), la Beautyblender se ha instaurado en los neceseres de millones de mujeres como una opción sencilla para adentrarse en el arte del automaquillaje sin los temidos pegotes, marcas y cortes. En 2019 sus ventas alcanzaron los 175 millones de dólares (unos 155 millones de euros) y en tiendas como Sephora se vende una unidad cada cuarto de hora. Eso sin tener en cuenta las distintas versiones de otras firmas, ya que su creadora no tiene la patente por culpa del parecido entre su invento y un dispositivo médico para los oídos.
“Gracias a su porosidad, los productos se difuminan e integran bien en la piel, principalmente los que son líquidos y cremosos, logrando un acabado pulido, uniforme, y natural”, desgrana a S Moda la maquilladora M. Ángeles Cabrera sobre su éxito. Aunque la experta se declara fanática de las brochas, reconoce el mérito de la Beautyblender. “Es una mejor opción frente a las esponjas de toda la vida y desde su aparición todo el mundo utiliza esta o una similar. No se desperdicia tanto producto porque al humedecerse previamente absorbe menos cantidad. Además, permite maquillar zonas amplias (frente, mejillas o escote) más rápido y es asequible y reutilizable, siempre que seamos cuidadosos y la mantengamos higienizada”, explica.
La maquilladora Amaia Ruiz recuerda que compró su primera Beautyblender en Sephora, una de las grandes cadenas pioneras en comercializarla tres años después de que su creadora diera forma ovalada a aquellas esponjas del rodaje de Girlfriends. En aquel momento era de color fucsia, elección que incluso le valió una colaboración con la firma lencera Victoria’s Secret. “Hacía años que no usaba una esponja, pero cuando empecé a verla por todas partes la compré. Además de tener un diseño más atractivo que las de la toda la vida, creo que ha funcionado muy bien porque con una sola herramienta puedes hacerlo casi todo. Para uso doméstico la recomiendo ya que evita que tengas que comprarte diferentes brochas o pinceles”, afirma. La make up artist aconseja utilizar la superficie más grande para maquillar las zonas más amplias del rostro y reservar la punta y los lados más estrechos para ser más preciso en zonas como las aletas de la nariz o el contorno de los ojos. “Además, si quieres un acabado natural solo tienes que humedecerla más y si quieres una piel más cubierta puedes mojarla solo un poco o usarla en seco”.
Otro truco para utilizarla de forma correcta es limpiarla y desinfectarla tras su uso, dejándola secar por completo para evitar que proliferen bacterias y aparezca moho. “Esta es una de sus principales desventajas, ya que tenemos que desecharla y reponerla con más frecuencia que una brocha. La marca recomienda cambiarla después de entre tres y seis meses, mientras que las brochas duran años”, opina Cabrera. Ruiz coincide en preferir las segundas cuando maquilla a sus clientas –“son más rápidas de limpiar y me gusta utilizar una para cada cosa”–, pero sí es fan de la esponja ovalada cuando se maquilla a sí misma. “Es agradable aplicar la base con una esponja húmeda, te da esa sensación de frescor que luego se nota en el resultado”.
El invento le ha valido a Rea Ann Silva el reconocimiento mundial, además de la expansión de su marca a líneas completas de maquillaje, accesorios de todo tipo para mantener la esponja en perfectas condiciones y, por contradictorio que pueda parecer, incluso brochas. Su más reciente hito pasa por ser reconocida como una de las ocho mujeres reconocidas en la exposición The Only One in the Room: Women Achievers in Business and the Cost of Success del Museo Nacional de Historia Estadounidense, además de ser elegida como una de las 50 mujeres de más de 50 años más influyentes en 2021 por la revista Forbes.
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