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El «hasta aquí» de las mujeres negras frente al estigma de llevar el pelo afro

Así pelean por acabar con una lacra que cargan desde hace siglos.

Imágenes en las que se manipula su pelo haciéndoles perder identidad. Anuncios y mercados que no se dirigen a ellas y, si lo hacen, es para decirles que se despojen de lo suyo y se peinen como blancas, que lo afro no está bien. Microagresiones diarias disfrazadas de amabilidad con comentarios y tocamientos de cabello que invaden el espacio personal. O la obligación de adaptar su peinado porque en el entorno laboral su pelo rizado natural no se considera apropiado. Estas son algunas de las realidades que las mujeres negras tienen que soportar y contra las que se rebelan. “No queremos ser mujeres blancas, no estamos incómodas con nuestros rasgos, no nos falta nada, dice Antoinette Torres, fundadora y directora de la comunidad virtual Afroféminas, a S Moda.

Entender mejor esta lucha pasa por conocer las prohibiciones de las que han sido víctimas. Como las Tignon Laws de Luisiana (Estados Unidos), que en el S.XVIII obligaban a las mujeres negras y criollas a cubrir su cabello con turbantes para “preservar la moral pública”. Por eso llevar el pelo afro es también un acto político y, aunque tuvo su apogeo con el Black Power, el estigma persiste. Lo demostraba a principios de año el estudio del Perception Institute ‘Good Hair’ (de mismo nombre que el documental de Chris Rock), sobre las actitudes explícitas e implícitas hacia el pelo de las mujeres negras, que señala que estas son dos veces más propensas a sentirse presionadas por su cabello en el trabajo que las mujeres blancas. “A pesar de la popularidad que está ganando ese movimiento pro pelo natural, todavía tenemos esas percepciones incrustadas de que el cabello afro no es muy profesional, explicaba su directora McGill Johnson.

Zendaya con el pelo afro en los premios InStyle.
Zendaya con el pelo afro en los premios InStyle.Getty

Celebridades, colectivos o artistas pelean por la visibilidad. El último caso ha sido el de Lupita Nyong’o que, desde sus redes sociales, denunciaba a la edición británica de Grazia por haber desvirtuado su pelo en la portada de noviembre que protagoniza. “Estoy enfadada con Grazia por haberme editado y alisado mi pelo para tener una visión más eurocéntrica de cómo luce un pelo bonito”, escribía la actriz, que en más de una ocasión ha defendido sus derechos como mujer y su orgullo como descendiente keniata. “Como he dejado claro muy a menudo con cada fibra de mi ser, abrazo mi herencia natural pese a haber crecido pensando que la piel clara y el pelo sedoso eran los estándares de belleza, ahora sé que mi piel oscura y mi pelo indomable también son bellos”. Antoinette Torres, que es cubana y española, reconoce que entre la comunidad de mujeres negras ahora “hay una tendencia a la autoestima, a valorar sus rasgos, sus cabellos. Lo que pasa es que cada cual lleva un camino diferente y es normal, somos un grupo humano tan complejo como el resto. En mi caso no fue un problema pasar del pelo alisado al pelo afro (lo que suele llamarse transición)”, cuenta. “Yo me dije: voy a tener una niña, será mestiza, sé de sobra qué significa eso, por lo tanto necesito que ella conozca a su madre tal cual es. No se puede transmitir lo que una no ha aprendido. Yo pretendía enseñar a mi hija a naturalizar la negritud y creí que lo más normal era que me conociese con mi propio cabello y no con un invento de belleza para parecer lo que no soy ni necesito ser”, explica.

Un caso muy parecido al de Lupita fue el de Solange Knowles, que apenas un mes antes había hecho expreso públicamente su disgusto con la revista Evening Standard también por eliminar parte de su peinado en la portada, en este caso una trenza. “Cada mujer negra tiene un viaje personal con su propio pelo y para las Knowles empieza con el salón de su madre, que era un refugio y una habitación para poder hablar cuando era una niña”. Y no era la primera vez que la cantante pronunciaba eso de don’t touch my hair (no toques mi pelo), ya lo hizo en 2016 con una canción con el mismo título cuya letra reza: “No toques mi pelo, son los sentimientos que visto”.

Mientras Solange se ha convertido durante los últimos años en abanderada de la causa, su hermana Beyoncé ha recibido elogios y críticas a partes iguales por su postura al respecto. Su caso es controvertido porque, así como Lemonade ha sido definido como el álbum en el que Beyoncé abraza definitivamente sus raíces afroamericanas, muchos han sacado a relucir ejemplos de cómo otras tantas veces no lo hace o lo hace a medias. Por un lado, Formation, el vídeo en el que se rodea de mujeres negras empoderadas como Amandla Stenberg, Quevzanhne Wallis, Serena Williams, Zendaya o Winnie Harlow, con una letra reivindicativa que incluye frases como “me gusta mi ‘baby hair(el pelo corto de las entradas), mi ‘baby hair’ y mis rizos afros”. Y su actuación cantándolo en la Super Bowl 2016 respaldada por una legión de mujeres con pelo afro al natural. Por otra, las críticas a ese mismo show por ser ella la única que había alisado (y después rizado) su cabello para la ocasión, como suele llevarlo habitualmente. También por haber sido imagen para una marca de tintes de pelo en cuyo anuncio se rumoreó que había usado peluca y por haber permitido que su color de piel se aclarara en más de una portada. Saturday Night Live lo capturó muy bien, así como puso en evidencia los prejuicios raciales de la cultura americana, con el sketch El día en que Beyoncé se volvió negra.

Michelle Obama también ha sido tachada de no contribuir a esta normalización y de buscar la aceptación sometiéndose a los cánones estéticos occidentales. Durante sus ocho años como Primera Dama de los Estados Unidos, la melena lisa u ondulada y peinada hacia abajo ha sido una constante, nada de rizo afro natural (que crece hacia arriba). Así, cuando meses después de abandonar la Casa Blanca, la abogada fue fotografiada con el pelo sin pasar por peluquería, la imagen se viralizó al instante y fue recibida en Twitter a la voz de “he estado esperando esto como tres años. ¡Vamos a por lo natura!”. Su estilista capilar, Johnny Wright, aclaraba a Refinery 29: “Para los estilismos que llevaba y para las historias que quería contar, se lo alisé. No había ninguna falta de aceptación de sus rizos. Es simplemente lo que ella quiso hacer”.

Según el estudio ‘Good Hair’, el de los millennials es el grupo entre el que mayor aceptación tiene el pelo afro y puntualiza que la comunidad de blogueras ha tenido mucho que ver en esa disminución de prejuicios. Es, por ejemplo, el caso de Ashly Rodríguez, con 173 mil seguidores, que en su perfil propone diferentes formar de peinar el pelo afro al natural o de Tyla Lauren, con más de 94 mil personas que siguen su estilo. Ambas prescriben productos para su tipo de cabello.

De la falta de inclusión en la publicidad reflexiona Antoinette, la directora de Afroféminas: “La publicidad habla con la señora rubia, no con las mujeres negras. El mensaje es que tienes que tener un presupuesto altísimo, que no gasta ni por asomo el resto del público, para comprar una tontería. Aunque ahora una colaboradora de la web me ha hecho descubrir una línea natural de L’Oréal para el cabello que venden a buen precio”.

No solo la carencia de representación es parte del problema. Un gesto tan molesto como que alguien quiera tocar sus rizos o trenzas constantemente es en realidad una microgresión racista (a pesar de que quien la comete puede pensar que lo hace como cumplido) y tiene que ver con los siglos de esclavitud y opresión que ha padecido el pueblo negro. La artista Momo Pixel ha reflejado este comportamiento social con un videojuego en clave de humor, Hair Nah, en el que su protagonista tiene que lograr alcanzar su meta lidiando contra aquellos que la frenan para poder tocar su pelo. “Todo empezó cuando me mudé a Portland. Me lo tocaban todo el tiempo y sin pedir permiso, nunca había experimentado esta falta de respeto. Me enfadaba todo el rato porque mi espacio personal era invadido cada vez que salía o que iba a una tienda”, explica a S Moda. “Creo que el juego ayuda a difundir el mensaje a otras personas para que esto se pare. Es una forma divertida de educar y de hacer saber lo que es estar en nuestro lugar. Y también nos permite liberar tensión y reírnos. Es terapéutico en cierto sentido, un juego para que finalmente puedas proteger tu espacio personal. Es satisfactorio poder decir no en el juego, y en la vida real”.

La editora de moda Julia Sarr-Jamois.
La editora de moda Julia Sarr-Jamois.Getty

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