Aceptamos granos, estrías y vello corporal… ¿Por qué no las uñas mordidas?
Entre el 20% y el 30% de la población se muerde las uñas, pero en redes sociales, revistas, alfombras rojas o películas solo vemos manos perfectas. Expertos analizan el fenómeno

Aunque existen pocos datos científicos sobre cuántas personas se muerden las uñas, diversas asociaciones y publicaciones se hacen eco del estudio publicado en la revista Journal of Dermatological Treatment en 2017, Onicofagia: un enigma inquietante para los médicos, que estima que entre el 20 % y el 30 % de la población se las muerde de forma crónica, y de manera ocasional la cifra asciende hasta el 44 %. Un comportamiento común que prevalece en la infancia y la juventud, el 37% de las personas tienen entre tres y 21 años, y el 21,5% son adultos jóvenes entre 18 y 35. Si tanta gente se muerde las uñas, ¿por qué en nuestro feed de Instagram solo aparecen manos cuidadas e impolutas? Podemos pensar que es un simple capricho del algoritmo, pero el fenómeno de las uñas perfectas invade películas, revistas, alfombras rojas y pasarelas; lugares donde no hay espacio para cutículas largas, padrastros o uñas roídas.
“Este hábito, conocido como onicofagia, se considera una conducta repetitiva que sirve para regular estados internos como el aburrimiento, la frustración o el estrés leve. No es solo un mal hábito. Es una conducta automática que suele ir precedida de tensión y seguida de sensación de alivio o placer. Gracias a estudios con gemelos, hoy sabemos que existe una carga genética clara en esta conducta. Muchos lo asocian a falta de autocontrol, pero esta lectura alimenta el estigma. En realidad, es un bucle que se dispara por señales contextuales y que la propia repetición afianza. Creo que no se muestran en redes ni en películas porque el simple gesto, y el daño visible en los dedos, causa malestar e incomodidad ajena. Además, cuando esta conducta se mantiene en presencia de otras personas, existe un efecto contagio por el que el observador tiende a imitarlo de forma inconsciente. De hecho, la mayoría de personas que se muerden las uñas lo hacen cuando están solos. En el plano psicológico, es típico encontrar en estas personas rasgos perfeccionistas y organizacionales, baja tolerancia a la frustración y tendencia a las rutinas automáticas, más que simple nerviosismo. Aunque la generalización es compleja, los estudios muestran que las personas que se muerden las uñas suelen puntuar más bajo en amabilidad que quienes no lo hacen, muestran más síntomas emocionales y menos conductas prosociales”, explica a S Moda el Dr. Jon Andoni Duñabeitia, catedrático en Psicología y director del Centro de Investigación Nebrija en Cognición (CINC) de la Universidad Nebrija. La Dra. Esther Jiménez, dermatóloga del GEDET y del Hospital Universitario de Guadalajara incide “las manos son un elemento muy importante en las relaciones personales y profesionales y unas uñas en mal estado pueden resultar un factor muy limitante, como ocurre con otras enfermedades como la psoriasis ungueal. Se asocia a una falta de autocontrol y causa vergüenza a quien lo padece porque el aspecto descuidado de las manos genera rechazo. Desde el punto de vista físico, este hábito puede ocasionar deformidades permanentes en las uñas, favorecer infecciones bacterianas como los panadizos, o víricas como las verrugas e incluso acabar produciendo alteraciones dentarias”.
Isabel Auernheimer, jefa de maquillaje y peluquería en películas y series explica por qué, en su profesión, las manos no pasan desapercibidas. “Las manos son una extensión del rostro, por eso, en casi todas las pasarelas existen manicuristas y en la gran mayoría de series y películas contamos con sus servicios. Imagina un primer plano de un personaje, masculino o femenino, con las uñas mordidas y con pieles alrededor de la cutícula… Es inviable. De hecho, en publicidad, las modelos tienen dobles de manos porque, aunque cuiden sus manicuras, aguantar un primer plano es difícil. He ayudado a muchos actores a superar el problema, porque se avergüenzan de ello, y llevarlas bonitas les da seguridad e incluso cambia su actitud. Acabo de rodar con una actriz joven que se las mordía y hemos optado por ponerlas de gel para que no se note. Es la opción más rápida”.
El primer paso: tomar conciencia del movimiento
Aneela Idnani, presidenta de HabitAware y fundadora de la organización sin ánimo de lucro de BFRB Changemakers convivió durante más de 20 años, sin que nadie se diese cuenta, con un trastorno de comportamiento repetitivo. “Hasta que un día me quedé sin cejas y ya no pude ocultarlo más. Este tipo de trastornos incluyen morderse las uñas, tirarse del pelo, pellizcarse la piel o los labios y morderse las mejillas. Se producen de forma automática, cuando el cerebro busca alivio por estrés, aburrimiento, ansiedad o excitación. No se trata de autolesiones intencionadas, sino de autoalivio. Y eso es importante recalcarlo porque existe la percepción de que es nuestra elección y nuestra culpa. Se puede curar, pero la fórmula no es ‘dejar de hacerlo’, porque aquí la fuerza de voluntad no suele funcionar. La concienciación es el primer paso: no se puede cambiar lo que no se sabe que está sucediendo. Una vez tomas conciencia del problema ya puedes empezar a experimentar con estrategias saludables para buscar la calma. Es posible, yo soy la prueba viviente, pero se necesita paciencia, constancia y apoyo”. De hecho, Idnani ha creado la pulsera Keen2 de HabitAware para ayudar a identificar el comportamiento. “Cuenta con sensores que detectan los movimientos subconscientes y vibran de forma suave para que la acción pase tu conciencia, puedas hacer una pausa y tomar el control. Identificar el hábito es el primer paso”. El psicólogo Jon Andoni Duñabeitia apostilla: “Por mi experiencia, la técnica más eficaz para dejar de morderse las uñas es el ‘entrenamiento en reversión del hábito’. Suena complicado, pero en realidad es sencillo. Se empieza por tomar conciencia, aprender a detectar en qué momentos y por qué surge la necesidad de llevarse las uñas a la boca. Luego, en lugar de llevarnos las manos a la boca, entrenamos el cuerpo para hacer otras cosas incompatibles, como cerrar el puño fuerte o jugar con un objeto en la mano durante un minuto. También incluye ejercicios de relajación para rebajar la tensión, apoyo del entorno (que alguien te anime y recuerde el objetivo) y práctica en distintos contextos para que la estrategia se generalice. En estudios científicos, este método ha demostrado ser mucho más eficaz que las soluciones caseras y, cuando se mantiene, consigue que la persona deje atrás el hábito sin convertirlo en una lucha de fuerza de voluntad, sino en un proceso de reaprendizaje conductual”.
Soluciones prácticas para dejar el hábito
No todo el mundo se muerde las uñas con la misma intensidad. “Existen diferentes grados. Es leve cuando solo los bordes de las uñas están mordidos; moderado cuando vemos uñas muy cortas con la cutícula lastimada, severo cuando apenas hay uñas y la piel y la matriz están lesionadas y, en los casos más graves, la matriz presenta daños permanentes y la uña puede crecer con malformación e incluso no regenerarse por completo. Como norma general en personas con onicofagia recomendamos mantenerlas cortas y limadas para reducir la tentación; eliminar pieles sobrantes y padrastros que incentivan la mordida; aplicar aceites nutritivos y regeneradores de cutícula para hidratar y reparar, usar endurecedores y bases fortalecedoras con ingredientes como biotina o queratina y reforzar con esmaltes amargos, que generan un sabor desagradable y ayudan a frenar el hábito”, explica Lina Paola Valderrama, coordinadora internacional de tendencias de Masglo. ¿Podemos ir a un centro a hacernos la manicura si nos mordemos las uñas? “Depende, si apenas hay uña o hay algún tipo de infección lo mejor es ir al médico. Si aún conservan algo de uña, en el centro desinfectamos bien las manos, limamos con mucho cuidado, porque los bordes suelen estar inflamados, y cortamos posibles astillas. Esta afección genera un efecto rebote en las cutículas y crecen más de la cuanta, por eso las retiramos con mucho cuidado y pulimos toda la superficie para dejar las uñas lisas, sin pieles ni esquinas de las que tirar. Después aplicamos una base endurecedora y un esmalte que las refuerce. Hacerse la manicura de manera periódica ayuda a dejar el hábito”, aclara Xenia García, experta en belleza y directora del centro Cinc Estética.
Pese a todos los trucos y remedios caseros la dermatóloga Esther Jiménez incide “el primer paso es el enfoque psicológico y después podemos ir sumando todos los demás, desde el farmacológico, a los cuidados estéticos y el manejo de las complicaciones. Las uñas de gel pueden ser una solución estética y un intento de proteger la lámina, pero como la conducta es repetitiva he comprobado que acaban mordiendo el gel de todos modos. Además, manicuras de este tipo por periodos prolongados son dañinas para la uña”.
¿Ayudaría a eliminar el estigma y la vergüenza ver más personas con las uñas mordidas en redes, pasarelas o películas? Aneela Idnani lo tiene claro: “La visibilidad es poderosa. Durante décadas pensé que estaba sola, porque nadie hablaba de estos comportamientos. Ver a personas que admiramos reconocerlos ayudaría a romper el tabú. Igual que ha cambiado la forma en que percibimos la ansiedad o la depresión gracias a figuras públicas que se han atrevido a contarlo, la normalización de los trastornos repetitivos comienza con una representación honesta. Escuchar a alguien decir ‘yo también’ puede ser la chispa que nos libere de la vergüenza y el detonante para buscar ayuda”.
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