De rivales a amantes: la increíble historia de amor lésbico de la mujer más peligrosa sobre la tierra
Con dos cinturones de campeona sobre sus hombros, la brasileña Amanda Nunes se ha erigido como la gran estrella femenina de la UFC y un icono LGTBI gracias a su relación con la también luchadora Nina Ansaroff.
“Amanda Nunes no gana peleas, ella arruina carreras”. En el caso –probable– de que esta sea la primera vez que lee el nombre de la luchadora brasileña, la sentencia firmada por un periodista especializado en la UFC supone el mejor contexto posible para su presentación. Las pruebas abundan. La estadounidense Miesha Tate se retiró tras ser apalizada por la conocida como “la leona” en un combate. Tenía 30 años. Ronda Rousey, medallista olímpica y actual celebridad de Hollywood –clave en transformar esta compañía de artes marciales mixtas en el fenómeno mainstream que es ahora–, decidió dejarlo para siempre tras ser noqueada en 47 segundos. Tenía también 30 años. No mucho más aguantó el pasado 6 de julio Holly Holm, de 37, en el que se suponía el combate estelar de toda la velada: apenas cuatro minutos antes de verse sorprendida por una patada en la cara que hace preguntarse a los expertos cuándo anunciará su jubilación del octágono. Tras derrotar a la última excampeona pendiente en una lista digna de Arya Stark y continuar invicta en peleas con cinturones en juego, Amanda Nunes ha corroborado su título de mejor luchadora de todos los tiempos. Un icono cada vez más cercano a gozar del alcance mediático de homólogos masculinos como Conor McGregor y cuya victoria más importante también tuvo lugar dentro del ring… pero sin la necesidad de sacar a relucir su temible gancho.
Perfecta técnica y fuerza de @Amanda_Leoa noqueando a Holm con patada a la cabeza #UFC239 pic.twitter.com/3FpoBDd30R
— UFC Español (@UFCEspanol) July 7, 2019
Dicen de Nunes, de 31 años, que su caso es un claro ejemplo del sueño americano hecho realidad. Todo empezó en la jungla de Salvador de Bahía, su ciudad natal, y en los árboles por los que trepaba a diario para recolectar fruta. Cuando su interés por la lucha se abrió paso, se encontró con que nadie quería entrenar a una chica y tuvo que aprender karate, boxeo y jiu-jitsu por sí sola. Hoy, el cheque de siete cifras que recibirá por su próximo combate dista mucho de los 20 dólares con los que llegó a Estados Unidos en 2010 y su actual apartamento poco tiene que ver con el gimnasio en el que, a lo Million Dollar Baby, pasaba las noches al no tener dinero para costearse una habitación. Su vida social consistía en dormir, comer y entrenar. Todo entre cuatro paredes. Era la única mujer en el gimnasio hasta que una mañana, mientras se lavaba los dientes tras despertarse, se topó con la mujer que le cambiaría la vida.
Nina Ansaroff, natural de Florida y tres años mayor que ella, compartía el mismo sueño que aquella otra chica que apenas chapurreaba el inglés: convertirse en la mejor luchadora de la historia. Comenzaron a entrenar juntas y Nunes admite que al principio solo la veía como un “saco de boxeo” al que golpear. La rivalidad se convirtió en amistad, Nina la ayudó económicamente y su comunicación mejoró gracias al uso de Google Translate. Al poco comenzó un romance que jamás han escondido pese al potencial riesgo que suponía para su futuro profesional. En 2016, la brasileña se convirtió en la primera luchadora abiertamente homosexual en ganar un cinturón de la UFC, una organización de tradición machista, en la que las mujeres no podían competir hasta hace solo seis años y calificada por The Guardian como “la plataforma perfecta para la ideología de Donald Trump”. Los tiempos han cambiado. La UFC no solo ha llevado ha organizado el primer combate entre dos luchadoras homosexuales sino que presume de la inicitiva We Are All Fighters (Todos somos luchadores), gracias a la cual recauda fondos destinados a la comunidad LGTBI. “Me escriben muchos jóvenes que luchan por reunir la fuerza para contárselo a sus padres. Si puedo ayudar a la gente a ser feliz, lo seguiré haciendo”, dice la luchadora.
Desde que mitos como Billie Jean King abrieran el camino, una nueva generación de atletas homosexuales ha decidido abrirse paso sin importarle los prejuicios de rivales o espectadores. En los anales de la historia del deporte figura ya el reciente Mundial femenino de fútbol, con Megan Rapinoe desafiando al mismísimo presidente de los Estados Unidos. Los besos de Nunes a Ansaroff en el octágono tras defender sus dos cinturones de campeona bien valen las críticas que, según el periodista Kevin Iole, todavía tiene que soportar. “Es una de las deportistas homosexuales más conocidas y, por ese motivo, ha recibido un enorme abuso por parte de todas las mentes estrechas que creen que tienen el derecho a decirle a quién debe amar. Pero ella ha respondido a todo eso como una embajadora positiva de la UFC. Es temible dentro de la jaula y un modelo de conducta fuera de ella”.
“Ayudamos a más gente que tiene problemas con su sexualidad que a la gente a la que directamente no le gustamos. Para mí, es algo casi de risa. No me importan los comentarios de los trolls de Internet más que el de una niña que afirma que gracias a nosotras dos ha podido confesárselo a su madre y quitarse ese peso de encima”, aseguró Ansaroff en Teen Vogue. Amanda Nunes es hoy una heroína nacional en Brasil. En Estados Unidos, uno de los periodistas deportivos más célebres afirma que “se ha convertido en Michael Jordan”.
La pareja presume de que no han vuelto a pasar un día separadas desde aquella mañana en la que coincidieron en el baño. No hay un combate en el que Ansaroff no esté en el rincón de Nunes y viceversa. Ejercen de pareja, psiquiatra, entrenadora y amiga, comparten el instinto maternal y el deseo de formar una familia. Pero la estadounidense, según confesó en The Telegraph, demora su creación hasta la retirada de cualquiera de las dos porque es imposible “luchar y tener un niño”. Quizá ese momento no esté tan lejos teniendo en cuenta que, pese a luchar en diferentes categorías de peso, han fantaseado con enfrentarse en un combate que suponga el broche de oro a su historia de amor. “Mi última lucha será contra Nina y después me retiraré”, afirma la brasileña. Nunca el adjetivo power couple estuvo mejor aplicado.
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