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Amanda Levy, el poder del activismo virtual

Es una de las directivas de Change.org, la mayor plataforma online de recogida de firmas. Una herramienta sin la cual, según ella, estamos «tan ocupados que la gente no se implicaría en querer cambiar el mundo».

Amanda Levy

El lema de Amanda Levy debería ser el famoso «connecting people» de Nokia, como ella misma demuestra antes siquiera de que comiencen las preguntas, explicando con entusiasmo una carrera profesional guiada por el «interés por conectar personas y comunidades». Primero, en Yelp; después, en Twitter; y desde el año pasado, en Change.org como vicepresidenta de ventas, donde llegó atraída «por la misión de dar poder a la gente para cambiar las cosas» y por la posibilidad de trabajar con una mujer, Jennifer Dulski, como presidenta. Change tiene hoy 60 millones de usuarios en el mundo (cinco millones de ellos en España) que promueven cada semana 25.000 iniciativas nuevas para recoger firmas.

¿Qué cambia que la presidenta sea una mujer?

Yo he tenido la suerte de trabajar con líderes increíbles. Para mí es una muestra importante de que las mujeres pueden hacer cualquier cosa. En este caso no es tanto por la diferencia, sino por poder formar parte de su equipo.

¿Cuál fue la primera solicitud que firmó en Change?

Antes de trabajar aquí: contra la política de exclusión de gais en los Boy Scouts. Fue una de las grandes victorias del año. Tenemos 25.000 peticiones a la semana en todo el mundo.

Las mujeres firman el 64%. Y dos de cada tres campañas que logran su propósito son iniciadas por ellas. ¿A qué cree que se debe?

Es importante que se trate de historias personales, mujeres u hombres. Quizá las de la féminas son más emotivas y por eso son mejores, quién sabe…

A usted, que es una persona de acción (hace triatlón, sube montañas…), ¿no le parece que el activismo virtual mata al tradicional?

Es una herramienta más. Antes, las peticiones de firmas eran la forma más eficaz para lograr cambios. El problema era cómo encontrar gente con el mismo objetivo. Ahí radica el poder de Change: da una oportunidad para involucrarse y participar.

¿Cree que solo nos implicamos en algo si es fácil, si podemos hacerlo con un simple clic?

No, pero la gente hoy está muy ocupada. Y esto, al menos, te da la posibilidad de participar.

¿Qué echa de menos en las redes sociales?

No se trata de lo que no hay. La cuestión es que estamos en un tiempo único. Las personas tienen hoy más voz y posibilidad de debatir. Hace unos meses pudimos hacerle preguntas al Papa vía Twitter, y eso nos parece normal, pero no lo es. De ahí que no se trate tanto de qué falta, sino de cómo podemos conectar a gente distinta y crear comunidades.

Antes de fichar por Change se tomó un año sabático. ¿Qué descubrió durante esa desconexión?

Lo más importante no fue desconectar, sino darme un descanso laboral. Quería definirme fuera del trabajo. Durante mucho tiempo había sido Amanda Levy, de Yelp, o Amanda Levy, de Twitter. Necesitaba ser yo, descubrir cómo quería ser aparte de mi trabajo.

¿Cuando apagamos el teléfono descubrimos, como decían en Expediente X, que «la verdad está ahí fuera»?

Sí. Aunque yo no me obsesiono, porque también te permite disfrutar de momentos que quieres compartir con tu familia o amigos. Al llegar a Madrid, por ejemplo, salí a correr y, cuando me di cuenta, estaba haciendo fotos al mismo tiempo con el teléfono y enviándoselas a mis padres. En ese momento lo apagué. Correr es mi forma de relajarme. Aunque también sé que enviándolas los hacía felices.

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