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Alba Galocha, una chica de mundo

El rostro español más internacional de las pasarelas reinterpreta la imagen de las hedonistas damas de la ‘jet set’ que poblaron el papel cuché en los setenta.

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Ana Fernández Abad y Francesca Rinciari (Realización)

Alba Galocha lleva cinco anillos. «Tres me los regaló mi madre, representan momentos especiales para ella; otro lo tiene igual mi chico y el último es un gatito como el mío. Cada vez me gustan más los anillos y los colgantes, siempre piezas pequeñitas», explica desde París, donde en julio hará un año que comenzó una nueva vida con Gus, su mascota, y Andrew Woodhead, su novio. «Había que tomar una decisión: o me mudaba yo o iba él a Madrid. En la capital francesa tienes más visibilidad. He trabajado mucho en España; necesitaba un cambio», asegura la gallega, que iba para diseñadora de moda y acabó en la pasarela –el espaldarazo llegó en 2012, cuando con 22 años ganó el premio L’Oreal Fashion Week Madrid–, a la vez que posaba en sesiones de fotos que llamaron la atención por la fuerza de su mirada.

Aunque el éxito no siempre llega fácil, ella ya ha desfilado en dos ocasiones –la última en marzo– para Louis Vuitton en París. «No me lo creí hasta que salí; pensaba que me iban a decir que me fuera… Es una maravilla», recuerda. Por su estatura (mide 1,71 cm), se siente «más cómoda haciendo fotografía». Sobre todo en la ciudad del Sena, donde en los castings suelen poner el listón en 1,80 cm. «No soy muy de desfiles por mi estatura, pero en Vuitton, por ejemplo, no hay tanta diferencia», comenta sobre unos pases poco a poco más abiertos a otras medidas y bellezas. «Este mundo necesita cambiar cada dos por tres, tiene que renovar la estética, porque sino suena repetitivo. Ahora gusta la gente especial, que solo con una fotografía parece que ya la conoces». Al vivirla desde dentro, reconoce que «la industria debería romper el hielo con esa imagen de inalcanzable que tiene para la gente de a pie». En el backstage ha podido comprobar que algunos de sus ídolos son de carne y hueso: «Le pedí a Grace Coddington que me firmara un libro, me dio mucha vergüenza, pero fue maja. Lo mío es más admiración que idolatría».

Vestido de seda y lúrex de The 2nd Skin Co. Pendientes de oro gris y morganitas rosas, collar de oro blanco, esmeraldas y diamantes y sortija de oro gris, topacios rosas y diamantes, todo de Louis Vuitton.

Satoshi Saikusa

Una generación que arriesga. Con un apellido (la galocha es un calzado, aunque en Francia remite a galoche, «que significa beso, como un morreo, lo que ha generado más de una risa») y una familia (diseñadores gráficos, relaciones públicas, tatuadores) como los suyos, Alba, casi por genética, estaba destinada a un trabajo creativo. «Cuando empecé a estudiar no tenía claro si quería diseñar o escribir en revistas. Al terminar ya sabía que lo que más me interesaba era el periodismo, la fotografía y el estilismo». Ese aprendizaje lo exprime en Tea time –su blog de Vogue– Instagram y Twitter. «Son las nuevas formas de comunicación. Para una modelo es fundamental tener una identidad online», sostiene. Kendall Jenner o Cara Delevingne son el mejor ejemplo. «La moda es imagen de marca. A cuanta más gente llegue una persona, mejor para la firma. No es de extrañar que las que estén triunfando sean las que suman más seguidores».

Internet es el medio natural de sus coetáneos. «No hay que tener miedo a salir fuera. Lo tenemos muy claro. En España cuesta que se reconozca tu trabajo, debemos aprender a valorarnos un poco más con respecto a la moda, porque existe mucha creatividad», reivindica. En su opinión, marcas como Loewe, la productora Canadá o la web Fucking Young! están cambiando las tornas. «No consiste en ir con la bandera en la mano, pero hay gente española que está haciendo cosas muy guays». Mirar de una forma distinta ayuda a acabar con los tópicos. Y en la moda observa unos cuantos. «Lo de los egos y la vanidad está ahí. Si tienes un nombre, te crees más especial. Pero lo de las modelos con anorexia es un mito; hay chicas que tienen problemas, las menos, y ves a la legua que es una enfermedad, va más allá de su trabajo. Que pongas una foto en Facebook y te comenten que necesitas un bocadillo no es bonito…».

Como para ella el humor resulta esencial, no dudó en posar pollo y cuchillo en mano para la portada de Jódete y baila, del grupo gallego Novedades Carminha. La lectura –siempre en papel, su libro de cabecera es Glamourama, de Easton Ellis– y la música son sus vías de escape, un refugio entre soledades y aeropuertos. Pero no irá más allá de la portada del disco, asume resignada: «Soy arrítmica perdida, la que va a destiempo al dar palmas».

Vestido (1.500 €) de Emporio Armani; pendientes de platino, tanzanitas y diamantes y collar de platino y diamantes, todo de Tiffany & Co.; anillo de Bvlgari y brazaletes de oro blanco y diamantes de Dinh Van.

Satoshi Saikusa

Vestido de punto de Céline (2.900 €), collar de oro, espinelas, cuarzo, turquesas y pavé de diamantes de Bulgari.

Satoshi Saikusa

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