El triunfo de los ‘instaccesorios’: ¿compramos para impresionar en redes sociales?
Instagram está cambiando la forma en la que se consume moda: muchos complementos de dudosa utilidad arrasan en ventas gracias a su estética ideada para ganar ‘likes’. Los datos corroboran su éxito.
«Do it for the ‘gram». Los anglosajones utilizan esta expresión para referirse a aquellas «cosas que se hacen para hacer fotos y presumir en Instagram, por ejemplo, comprar unas Jordan u otros objetos caros solo para colgarlos y conseguir likes«. Lo que en castellano simplificaríamos como «postureo» no solo es el motor que empuja a muchos usuarios a reservar mesa en un restaurante decorado con hojas de mostera, pedir el plato más exótico y colorido de la carta y terminar la velada inmortalizando a la gente guapa del lugar con un par de vídeos en Stories. También es la razón que impulsa la compra de ciertas prendas y accesorios de dudosa utilidad, pero de una belleza capaz de batir récords de likes en redes sociales.
Este es el motivo que explica que marcas como Jacquemus lancen bolsos en los que no solo no cabe el móvil, sino en los que casi es imposible guardar el DNI u otros objetos más superfluos, pero igualmente necesarios, como un pintalabios. O que otras como Prada arrasen vendiendo diademas de proporciones tan generosas que resulte imposible no mirarlas (y desearlas). También puede explicar la pasión por las perlas, el furor por los prendedores con logo e incluso el de las zapatillas feístas. Porque, sin hedonismo digital, ¿quién iba a gastarse más de 400 euros en un bolso diminuto?
Si bien desde que la moda es moda existe la compra para gustarse y gustar, el fenómeno se ve amplificado en tiempos de Instagram. Y los datos lo corroboran. Según un informe publicado por la plataforma Lyst, las búsquedas de la diadema de napa con tachuelas de Prada han crecido un 300% en solo dos meses convirtiéndose en el segundo accesorio femenino más popular del portal. Con el bolso ‘Le Chiquito’ de Jacquemus ocurre lo mismo: ha aumentado las impresiones de la marca en redes sociales en un 1831% y se agotó en las tiendas online en un abrir y cerrar de ojos en todas sus variantes.
Pruebas que certifican que los ‘instaccesorios’ constituyen una nueva categoría en la que los diseñadores están centrando gran parte de sus esfuerzos. A las firmas ya no solo les vale con aparecer en las listas de las que más venden o las que primero recuerda el consumidor, también se las ingenian para que sus creaciones se cuelen en las recopilaciones de los objetos de moda más vistos en Instagram. Porque estar por todas partes en el feed de prescriptores con influencia global también afecta positivamente en lo anterior: no siempre se traduce en ganancias, pero desde luego engorda la popularidad y favorece la percepción positiva del consumidor.
En este escenario, los accesorios cumplen mejor los requisitos de la fórmula del éxito que la ropa: suelen ser más baratos (sobre todo los de pequeño tamaño, razón que explica el furor por los minibolsos), más vistosos, no entienden de tallas, permiten varias combinaciones en las imágenes que cuelgan influencers y compañía y ejercen una potente atracción psicológica. Tal y como señala The Guardian en un artículo titulado Cómo ‘Instafashion’ está cambiando la forma en la que compramos, desde que en marzo del año pasado la red social permitiera a las firmas etiquetar los artículos en sus fotos para facilitar la compra directa desde la aplicación, los esfuerzos de las etiquetas por aparecer –y sobresalir– en Instagram se han multiplicado. La editora de moda Laura Antonia Jordan asegura al diario británico que esta novedad ha impulsado el surgimiento de lo que ella denomina ‘compra-cebo’: «ropa que está diseñada para llamar la atención no solo entre la multitud, sino también en un feed cada vez más abarrotado».
Las consecuencias de dejarse llevar por el momentum aumentan las compras por impulso que terminan por relegarse al fondo del armario e influyen en el frenético consumo de las tendencias: lo que hoy arrasa en ruido digital, mañana será sustituido por un nuevo objeto de deseo. Y vuelta a empezar. Pero, además, el hype de ciertos ‘instaccesorios’ favorece las compras poco prácticas. Los bolsos con asa para llevar en la mano han hecho famosas a firmas nicho como Staud, Simon Miller o Cult Gaia, pero la realidad es que no son muy cómodos para ir al trabajo o a hacer la compra (en realidad no son útiles para casi nada más allá de posar en una estudiada imagen destinada al deleite visual, pero bonitos son un rato). Tampoco son funcionales las prendas y bolsos totalmente transparentes o las cestas de paja, pero ambos lograron colarse entre los ítems más populares de la red en 2018, según Vogue. Otra cosa es que lleguen a verse en las calles de forma masiva: a veces lo que ocurre en Instagram se queda en Instagram.
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