Blanca Romero: “Antes no me valoraba, dejaba que cualquier pasmarote me tumbase”
La polifacética artista asturiana renace tras una profunda transformación personal, dispuesta a alcanzar, cueste lo que cueste, sus sueños pendientes. Con ella hablamos, de la mano de Rabat, sobre la importancia de pelear por lo propio, el trabajo como refugio, la presión de exponerse al amor


Blanca Romero (Gijón, 49 años) brilla hoy con una luz distinta. Ya no es la mujer impulsiva que cambiaba de casa o de vida cada poco tiempo, sino alguien que ha aprendido a valorar lo logrado y proteger lo suyo –y a los suyos–. Hablamos con ella de la mano de Rabat, que celebra en su evento Rabat Magnificent. “Me cansé de caer”, precisa la asturiana, madre de dos hijos, en la emblemática boutique de la firma joyera en la Milla de Oro madrileña. Lo siguiente, añade, es mirar hacia adelante: “Ahora voy a conseguir mis sueños.”
En nuestra última entrevista confesabas que te aburrías constantemente de las cosas y que por eso cambiabas tanto de trabajo y de casa.
Me cansaba de todo. Al ser muy sensible y tener la vena artística tan a flor de piel siempre, me afectaban un montón de cosas del entorno de un rodaje o un programa de televisión. Podía llegar a ser un poco tóxico para mí. Antes tiraba la toalla, pero ahora coloco las cosas que me molestan en su sitio. Creo que es misión del artista sanar los entornos en los que estés, arrojar luz y no dejar que la oscuridad pueda contigo. Ahora vengo a pelear por lo que es mío.
En tu cuenta de Instagram te congratulas de ser ahora “más vieja, más sabia y más fuerte”.
Antes no me valoraba, dejaba que cualquier paspán (pasmarote) me tumbase o se creyese más listo que yo. Desde la humildad, ahora ya no. Estoy más orgullosa de mí, creo que como madre soltera tengo una responsabilidad y que puedo aportar algo a la felicidad. Esto también tiene mucho que ver con la menopausia, así que soy feliz a ratinos. A veces es difícil soportarme, pero no he dejado de ser una persona vitamina allá donde voy. Aunque a mí no me guste rodearme de gente, acabo aportando cosas, hago pensar, descoloco, incomodo… y todo eso es necesario hoy en día.
En Rabat afirman que ellos no crean solo joyas, sino legado. ¿Qué legado te gustaría dejar a ti?
A mis hijos me gustaría dejarles una fuerza bien poderosa para tener ese espíritu vitamina, luchar y levantarse de cualquier situación. Que digan: “Mi madre hacia esto así que lo voy a conseguir por ella”. Que sepan que, si se lucha, se puede. Ahora que mi padre está malín, que ha pasado un momento tan crítico, pensaba que él me había dejado a mí esta fuerza brutal. Por eso ahora quiero ser más peleona y no permitir que coman de mi cuchara.
¿Recuerdas la primera gran joya que te regalaron?
Fue un anillo de compromiso que me regalaron en París, donde vivíamos entonces. Era un cinquillo de diamantes maravilloso, que no acabó muy bien, así que me regaló otro. El segundo fue mucho más normal, obviamente. No tengo ninguno de los tres anillos de compromiso que me regalaron. Me deshice de ellos, de joven era muy desprendida y bastante impulsiva. Mi hija Lucía está muy enfadada porque podía haberlos heredado y tiene razón.
¿Guardas alguna pieza en tu joyero que te gustaría que ella tuviera?
Un maravilloso collar vintage de perlas de Prada, muy Hollywood años dorados, que me autorregalé en Las Pulgas, en París, durante el embarazo de mi hijo. No tengo problema en que coja lo que quiera, pero es verdad que hasta hace poco tiempo apenas guardaba nada. Necesitaba renovarme constantemente, desde el armario a la decoración de la casa. Ahora estoy más conservadora, más sentimental. Doy valor a las cosas y protejo mucho lo mío.
Con motivo del lanzamiento de su primer libro, Lucía me aseguró que prefería ser feliz antes que rasgarse para poder conseguir sus sueños.
Yo no. Yo ahora voy a conseguir mis sueños, aunque me tenga que rasgar. Ya no tengo tiempo para hacer el estúpido, es el momento de hacer bien todo lo que hice mal. Quiero irme tranquila sabiendo que corregí todos los errores, que sé quién soy y dejando detrás algo positivo e importante. Y si me tengo que sacrificar, lo haré, porque es lo que quiero.
¿Y qué sueños son esos, Blanca?
Quiero valorar hasta dónde llegué. Quiero dar el do de pecho en todos los ámbitos de mi carrera, desde la moda hasta la música o el cine. Porque ahora no tengo otra afición. Desde que dejé de fumar, el trabajo es el mayor refugio que tengo y lo que más me gusta. Trabajar es lo que me está salvando la vida ahora mismo.

En lo profesional has probado muchas facetas: modelo, actriz, presentadora, concursante de talents shows… ¿Esa reinvención tiene que ver con eso?
No, tiene que ver con levantar la cabeza. Soy una madre soltera y vengo de una familia humilde, no soy la mujer de ningún empresario ni tengo el privilegio de poder rechazar trabajos. Pero sé que llegarán los proyectos con los que sueño y que los voy a conseguir sola. Cuando cierro los ojos me veo en espacios artísticos maravillosos y estoy convencida de que todo eso que llevo dentro lo voy a materializar fuera.
¿Eres de las que funciona mejor con presión?
Funciono muy bien bajo mucha presión. sí. Como tengo una personalidad fuerte y dura, hasta que no me la rompen no sale la esencia, que es lo bueno de cualquier ser humano. No lo quiero decir en alto porque por eso me presionan tanto, pero si me pisan y me ponen la soga muy apretada acabo revolviéndome, luchando y sacando lo mejor de mí. La verdad es que me gustaría ser un poco más fácil.
¿Cómo se digieren dos realidades tan distintas como estar hoy en la Milla de oro de Madrid, epítome del lujo, y volver después a Villaviciosa, rodeada de vacas en el monte?
Es un momento raro porque, tras el susto de mi padre, no sé si cuando él falte acabaré vendiendo la casa de Asturias y marchándome. Allí traté de recrear la vida que tuve de niña: una casa en el monte, alejada, en un pueblo de unos cientos de habitantes. Fui muy feliz en mi infancia. Es una casa que hizo mi padre y a la que tengo mucho cariño, pero quizá me apetece venderla y marcharme a Estados Unidos o al Caribe. Tengo muchas ganas de irme de España. Mi manera de pensar aquí está un poco oprimida, no puedo estar tan libre como en París, Londres o Italia. Creo que gusto más fuera que aquí.
¿Te sientes poco valorada aquí?
No, simplemente sé que en París y en Londres gusto más. Mi manera de trabajar allí funciona mejor, es más orgánica, en España me cuesta más expresarme. Amo mi país, amo mi tierra, pero soy un alma libre y tengo que rodar por el mundo entero.
Caminar por el monte es el mejor momento para…
Tener paz y curarse. Me crie en el monte, es mi hábitat, donde yo crecí. Cuando tengo que tomar una decisión importante me voy a pasear por el monte y sé que mi cabeza va a dar con la solución acertada. Aquí, en Madrid, bajo presión y con otro tipo de toxinas externas, tomo decisiones impulsivas que no son tan buenas. Bueno, las tomaba antes; ahora sí, ahora ya soy fuerte.
Hace poco, Charlize Theron, que también es madre soltera y de tu misma edad, decía “que no necesitaba ningún hombre para sentirse completa”. ¿Tú lo necesitas?
Ahora mismo la posible entrada de un hombre en mi vida me causaría una gran presión y no me apetece exponerme a ello. La decisión de estar sola me da tranquilidad de escenario, de cuerpo, de protección. No necesito más que mi pijama y mi niño. Igual el día que Martín se marche de casa me lo pienso, pero ahora es perfecto así.
Ella hablaba también sobre su experiencia utilizando aplicaciones para ligar. ¿Las has usado?
Las tengo. Las utilicé alguna vez, quizá una vez cada dos años para tomarme un vino y sentir algo. Hago amigos, no pasa de ahí. Con mi vida y mi trabajo ahora no tengo tiempo, pero no estoy cerrada al amor. No he encontrado el hombre de mi vida, quizá pueda llegar, pero hoy estoy más tranquila pensando que no.
Hace un par de años tuvo mucho eco tu confesión en S Moda respecto al vestido de Karl Lagerfeld que luciste en tu boda con Cayetano Rivera. Decías que no sabías dónde estaba y que se lo habías prestado a una prima...
Sí, me lo cogió mi prima Sonia. Me robaban todo el armario y se fueron la noche de Halloween pidiendo el aguinaldo por el monte con el vestido.
Teniendo en cuenta que Halloween está a la vuelta de la esquina, ¿lo tenemos ya localizado?
Ni idea. Lo que sí te digo es que, si apareciese otro hombre en mi vida, lo primero que le pediría sería una gran joya. Una joya maravillosa. Esta no la iba a tirar ni la iba a perder. Y si me volviera a casar lo haría todo mejor y más minucioso, sería todo mucho más de ensueño.
Tu hija Lucía lleva años abriéndose camino como modelo. ¿Lo está teniendo más fácil o más difícil de lo que lo tuviste tú?
Luci lo está haciendo bien, con mucha cabeza, dando pasitos cortos y bien dados. Es una niña muy fina, además. No creo que lo acabe consiguiendo, pero yo sí soñaba con que ella se fuese a Los Ángeles u otro lugar del extranjero. Desde pequeña ella es muy de su tierra, muy de su país, de su gente. Es más melancólica que yo y no hay manera de que se vaya fuera. Eso quizá me lo dé Martín, que va a ser un niño más internacional, más de mundo. Ama viajar. Es más frío, práctico y despegado, como yo.
¿Le detectas alguna inquietud artística?
Es un niño muy sensible y que transmite muchísimo. Si sigue alguno de mis caminos, le veo dirigiendo, como un gran director de cine. También sería un actor maravilloso. Tiene una gran vis cómica que le viene por el lado paterno.
Defiendes en Instagram que “hay que ir con todo el corazón a donde quiera que vayas”. ¿De verdad en esta industria se puede ir con el corazón tan expuesto?
Es imprescindible. Como en las películas de Marvel, los buenos tienen que ganar siempre. Tienes que ir con el corazón muy fuerte y muy noble para vencer al malo. Si no es por las buenas, será por las malas, pero, al final de la película, tienen que ganar los héroes.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma











































