Claves para minimizar el riesgo de caídas de ancianos en casa
Una revisión científica apunta que poner barandillas, colocar bandas deslizantes y reducir el desorden y los peligros de tropezar en la vivienda pueden evitar una de cada cuatro caídas
Casi un tercio de las personas mayores de 65 años sufre caídas cada año, la mayoría en el hogar. Estos sucesos son, a ojos de los médicos, “uno de los gigantes de la geriatría”, síndromes geriátricos que pueden poner en jaque la vida de los ancianos. Depende del nivel de fragilidad y vulnerabilidad de la víctima, pero tanto un gran batacazo como un pequeño tropiezo que acaba en el suelo pueden desencadenar una tormenta de situaciones que empeoran gravemente la salud y la autonomía de una persona. Por eso, prevenir las caídas en casa es una de las claves para mantener la calidad de vida a edades avanzadas. Pero no todo vale. Una revisión de Cochrane, la red independiente de investigadores que analiza la evidencia científica, ha concluido que poner barandillas, colocar bandas deslizantes en las escaleras y reducir el desorden y los peligros de tropezar pueden evitar hasta una de cada cuatro caídas en el domicilio. No hay evidencia, en cambio, de que tener las gafas bien graduadas o usar un calzado especial, por ejemplo, reduzca las caídas
Como un efecto dominó, una caída puede llevar a una rotura de cadera, con su correspondiente intervención quirúrgica y un ingreso hospitalario que, en ocasiones, puede derivar en un cuadro de delirium y una pérdida definitiva de movilidad y autonomía que limite a la persona para siempre. Esther Roquer, presidenta de la Sociedad Catalana de Geriatría de la Academia de Ciencias Médicas de Cataluña, señala que, a partir de los 80 años, las caídas son muy frecuentes y la peor consecuencia son las fracturas de cadera. “La fractura de cadera condiciona un ingreso, que pases por quirófano y ponerte medicación. Todo eso influye en la movilidad y el ingreso se asocia, además, con el cuadro confusional. A veces, las caídas son causa de institucionalización en una residencia porque la persona no recupera la movilidad previa o el delirium no mejora y hay un inicio de demencia”, explica.
Según la revisión de Cochrane, las lesiones más habituales tras una caída son hematomas, abrasiones o torceduras, pero también están asociadas con dolor y una reducción de la actividad y la función. Entre el 10% y el 20% de las caídas, no obstante, provocan una fractura, que son “una fuente importante de morbilidad y mortalidad y un predictor de ingreso en residencias de anciano”, coinciden los investigadores. Además, en otro efecto cascada, el miedo a volver a caerse y la pérdida de confianza también puede limitar la movilidad y repercutir en la pérdida de fuerza y equilibrio, aumentando la fragilidad de la persona y su aislamiento.
Hay muchos factores de riesgo de caídas, explica la revisión científica: desde situaciones médicas hasta problemas de movilidad, sensoriales, efectos secundarios de medicamentos o variables ambientales. Son peligrosas las superficies resbaladizas, el desorden, la iluminación deficiente o el calzado inadecuado. También cuestiones conductuales, como apresurarse, no prestar atención al caminar o tener poca seguridad al subir o bajar escaleras. La edad avanzada, miedo al caerse, deficiencia visual, enfermedades crónicas o haber sufrido caídas previas también son factores de riesgo. En el 60% de los casos, las causas son multifactoriales, pero no todas las intervenciones destinadas a atajarlas tienen el mismo efecto.
Los investigadores de la red Cochrane han puesto el foco en un punto específico de esta amalgama de circunstancias que influyen en la vulnerabilidad a las caídas: los factores de riesgo ambientales, causantes de alrededor del 30% de las caídas, y las intervenciones preventivas asociadas para neutralizarlos. “Las caídas son muy habituales en personas mayores y pueden causar lesiones graves o la muerte, pero se pueden evitar. En esta revisión quisimos examinar qué medidas podrían tener un mayor efecto en la reducción de caídas en las personas mayores que viven en casa”, explica en un comunicado Lindy Clemson, profesora emérita de la Universidad de Sidney (Australia) y autora principal de la revisión.
Los investigadores revisaron la literatura científica sobre la eficacia de intervenciones para reducir el riesgo de caída en el hogar, como identificar los peligros en la casa y adaptar el entorno para reducir el peligro. También inspeccionaron la evidencia sobre el papel de intervenciones de tecnología de asistencia, como los dispositivos de movilidad personal, las gafas o los audífonos; y miraron la influencia de medidas educativas.
Tras revisar cerca de una veintena de estudios, los científicos concluyeron que adaptaciones de seguridad ambiental, como poner antideslizantes en los escalones o añadir barandillas, y estrategias conductuales, como evitar el desorden, reducen el riesgo global de caídas un 26%. Estas iniciativas, con todo, fueron aún más efectivas si se afinaba bien la población de riesgo y se dirigían hacia las personas seleccionadas previamente con un mayor riesgo de caídas: en este grupo, las caídas se reducían hasta un 38%. “Haber sufrido una caída o empezar a necesitar ayuda para realizar actividades cotidianas son indicadores de factores de riesgo subyacentes, como inestabilidad en los pies, deterioro del sentido de la realidad o debilidad muscular. Estos factores de riesgo les dificulta moverse en el entorno y aumentan el riesgo de tropezar”, apunta Clemson.
Por otra parte, los investigadores reportaron que intervenciones de mejora de la visión “pueden lograr poca o ninguna diferencia en la tasa de caídas”. Ni las gafas bien graduadas, ni el calzado especial, ni los sistemas de alarma en la cama disponen de una evidencia solvente, concluye la investigación. Y tampoco se sabe con certeza, agregan, si ofrecer educación a un anciano para reducir los riesgos de caídas en el hogar lo logra de forma efectiva.
Marco Inzitari, director de Atención Integrada del Parc Sanitari Pere Virgili de Barcelona y profesor de Estudios de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya, celebra que la revisión de Cochrane es muy “precisa”. Pero, a la hora de analizar la información, avanza que, globalmente, en este campo de investigación, algunos estudios “están muy limitados y sesgados” y falta evidencia sobre algunas intervenciones porque no se invierte en investigarlas, protesta: “Hay algunas cosas que podría parecer que sirven, como los productos para mejorar la visión, pero en realidad ven que no sirven de mucho. Pero esto no quiere decir que no sean útiles o que no se tenga que hacer, sino que no hay estudios que demuestren cuánto sirven. Muchas de estas intervenciones son no farmacológicas y como no hay interés de la industria detrás, no hay estudios y te quedas con la duda: lo recomiendas porque es muy intuitivo, pero no tienes estudios que lo aseguren”. Roquer coincide: “La medicina tiene que basarse en la evidencia, pero también en el sentido común: aunque no haya evidencia de que ponerte las gafas te va a ir bien, te lo dice el sentido común”.
Actividad física imprescindible
Los geriatras consultados señalan, en cualquier caso, que una de las claves para reducir las caídas es hacer ejercicio físico, para mantener la fuerza muscular y el equilibrio. “El abordaje es multidisciplinar, hay que valorar los riesgos intrínsecos y extrínsecos: mirar el entorno, cómo mejorar el domicilio; en la parte clínica, evaluar sistemáticamente la medicación y retirar, si es posible, medicamentos que eleven el riesgo de caída, mirar la adaptación de la marcha y prescribir andador si es necesario y recomendar ejercicio físico”, apunta Roquer. Hay que valorar la fuerza muscular y recomendar, siempre, hacer actividad física, insiste Inzitari: “Un mito habitual es que si una persona tiene riesgo de caerse, lo metemos en una silla y que no se mueva. Y esto es un contrasentido porque un factor de riesgo es la pérdida de equilibrio y masa muscular y si se levanta, pierdes esto”.
Los geriatras hacen hincapié también en la necesidad de afinar bien la medicación. Hay fármacos, como los ansiolíticos, los antidepresivos, que pueden elevar el riesgo de caídas, solos o sumados a otras variables. “Sabemos que los elementos de riesgo para caer son levantarse de noche para ir al baño, tras tomarse una benzodiazepina, yendo por el pasillo que no está iluminado y que el suelo del baño esté resbaladizo porque está húmedo”, ejemplifica Inzitari. Los antihipertensivos y diuréticos, que bajan la tensión, también pueden elevar el riesgo de caídas, así como los medicamentos para el vértigo.
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