Maria Arnal: “En Madrid el público canta a la vida igual que en Cataluña”
Justo cuando comenzaba este verano en el que iba a presentar ‘Clamor’, su nuevo disco neofolclórico junto a Marcel Bagés, la cantante enfermó de covid y sintió pánico por perder la capacidad de cantar
La primera vez que intentamos hacer esta entrevista no fue posible porque Maria Arnal (Badalona, 34 años) estaba encaramada a un campanario. Quería grabar tañidos al atardecer para un audio digital del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona. Su pasión siempre ha sido descifrar los mundos que hay en el interior de los sonidos, incluido el de su propia voz, un prodigioso instrumento que este año ha desplegado con toda su potencia en la sala de El jardín de las delicias, en el Museo del Prado, entre otros muchos sitios. Y justo cuando comenzaba este verano en el que iba a presentar Clamor, su nuevo, misterioso y profundo disco neofolclórico junto a Marcel Bagés, enfermó de covid y sintió pánico por perder la capacidad de cantar. Afortunadamente, no ha sido así.
Pregunta. Su madre la encontró tarareando antes de que supiese hablar...
Respuesta. Dentro de mí siempre tengo como esa especie de hilo musical y de repente estoy cantando sin darme cuenta. Tengo recuerdos de estar en el patio del colegio y tenderme en el suelo, cruzar las manos con los codos protegiéndome las orejas y pasarme todo el recreo cantando solamente para escuchar la voz juntarse con el sonido de las pelotas rebotando contra el suelo. Siempre quise vivir de la música, aunque hasta hace poco no me di cuenta de que podía.
P. ¿Cómo fue la revelación?
R. Me alejé de la música en la adolescencia por culpa de una profesora con la que tuve muy mala relación, así que estudié traducción y literatura. Luego hice un máster en artes escénicas y trabajé de acomodadora en el Teatre Lliure de Barcelona. Un día me caí por las escaleras y me rompí el fémur. Me sometieron a una operación que paralizó mi vida totalmente durante un año, el del 15-M. Sentía que el mundo estaba cambiando fuera y aquello fue un reencuentro con mi voz que usé para sentirme bien, como cuando estaba en el recreo solita.
P. Su historia se parece mucho a la de Julio Iglesias, ¿no?
R. Bueno, ya me gustaría que me fuese tan bien como a él [risas].
P. Solo que usted descubrió el archivo de grabaciones tradicionales del etnógrafo estadounidense Alan Lomax...
R. Sí. Y me volví loca porque yo soy una mezcla muy ibérica y pude conectar con los sonidos de mi familia: ahí estaba mi bisabuela, que nació en Argel pero vivió en Granada; mis tíos de Almería, mi abuelo murciano, mi abuela extremeña, los Arnal que vienen de Huesca… Me metí en la burbuja de la tradición, que puedes hackear y hacer tuya.
P. Rosalía, Sílvia Pérez Cruz, Niño de Elche, Rodrigo Cuevas. Muchos artistas actuales están reinterpretando el folclore. ¿De dónde nace ese furor neorrural?
R. Muchas de estas canciones de campo fueron recolectadas por la Sección Femenina de la Falange y el franquismo supo asociarlas a ritos católicos, así que durante mucho tiempo fueron algo como rancio o prohibido. Y ahora nosotros tenemos una distancia crítica que nos permite enamorarnos de ellas sin romantizarlas, lo que nos da la libertad de destrozarlas y a la vez devolverles un poder.
Llevo bastante tiempo con la sensación de que se acerca un final
P. ¿Le ha traído muchos problemas cantar en catalán en un momento políticamente tan complicado?
R. Al revés. Hemos venido a Madrid a tocar y nuestro público canta a la vida igual que en Cataluña, y es precioso poder ver eso en este momento. Creo que hay mucho prejuicio sobre lo que realmente pasa.
P. Se fue de Barcelona para vivir en el campo en una caravana. ¿Qué la llevó a tomar esa decisión?
R. Vivir en la ciudad era muy caro, una amiga tenía un terreno y yo en ese momento quería estudiar y cantar sin tener que preocuparme mucho por el dinero ni por molestar a los vecinos.
P. Hubo algún momento en que dijese, ¿pero qué leches hago aquí?
R. No era una forma de vida nada precaria, ¿eh? Había wifi, placa solar, agua caliente. Me sentía muy privilegiada. Había un pozo que sonaba precioso, me encantaba escuchar a los pájaros... Era muchísimo mejor que pagar una pasta por un piso diminuto.
P. Su último disco va sobre el desastre climático. ¿Le quita el sueño la idea del apocalipsis?
R. Llevo bastante tiempo con la sensación de que se acerca un final y pensando: qué aburridas son las historias que cuentan los finales de las civilizaciones desde hace cientos de años. Por eso en Clamor rescato el mito de la Sibila, uno de los pocos personajes femeninos de la tradición que no están a la sombra del héroe. No es ni la madre, ni la hermana, ni la amante, ni la curadora. Y su don es el de revelar, no el de destruir. ¡Se puede nacer varias veces en una sola vida!
P. ¿Usa estrategias para dejar de sentir de vez en cuando? Debe de resultar agotador ser muy sensible.
R. Yo lo llevo bien. Lo veo como un regalo. Pero no sabría decirte, me has dejado en shock. Es que soy muy sensible [risas].
De la iglesia lo que más me gustaba era cómo sonaba. El resto me parecía muy aburrido
P. Una de sus grandes inspiraciones es la monja y compositora medieval Hildegarda de Bingen. ¿Es usted religiosa?
R. Lo que sé de guitarra lo aprendí en misa, en la iglesia de Badalona. Pero de la iglesia lo que más me gustaba era cómo sonaba. El resto me parecía muy aburrido. De Hildegarda me interesa que creó el primer lenguaje artificial en el siglo XII.
R. ¿Le hubiese gustado ser Montserrat Caballé en aquel dúo con Freddie Mercury en Barcelona 92?
R. ¡Me hubiese encantado! Me interesa muchísimo la idea de la diva, que es importantísima en esta industria pero a la vez muy denostada. Piensa en la Castafiore de Tintín, un cómic muy misógino: la pintan como una señora insoportable. Explica muy bien cómo el patriarcado desposee de poder a una figura que en realidad lleva todo el peso a sus espaldas… Y además yo tengo una relación muy especial con la Caballé, porque mi profesor de canto, Jasmin Martorell, uno de esos ángeles que te acompañan en la vida, era su primo lejano. Una vez él le dijo que quería cantar y ella le dijo: pues canta. Y gracias a los dos estoy aquí.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.