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Carlos Martínez: “El gol de Iniesta lo vi antes”

La banda sonora deportiva de un par de generaciones de españoles recuerda a Michael Robinson y el Mundial de 2010

Carlos Martínez, fotografiado en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, el 29 de julio.Vídeo: SANTI BURGOS LUIS MANUEL RIVAS
Jesús Ruiz Mantilla

Cuando Alfredo Relaño se lo llevó de la SER a Canal +, le dijo: “Sé que tú vales para algo, pero no sé para qué”. Una jugada del azar lo puso a retransmitir un partido y ya ha cumplido 30 años acompañando las imágenes del fútbol, ahora en Movistar +. Esta será la primera temporada en que no tenga a su lado a Michael Robinson, fallecido en abril: lo echa de menos cada día. Equilibra su adrenalina y su ritmo frenético cultivando bonsáis, creció en el San Blas de la droga y triunfó en la comunicación. Carlos Martínez (Madrid, 56 años) es la banda sonora deportiva de un par de generaciones de españoles.

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Pregunta. Cuando uno ve un partido de fútbol retransmitido por usted, no sé si me equivoco, pero parecería que se anticipa a los pases. ¿Es así? Y, de ser así, ¿cómo?

Respuesta. Tiene que ver con que la dificultad máxima de nuestro oficio es contar las cosas en tiempo real. En el fútbol existen una serie de cosas razonablemente previsibles. Hay muchas veces que trabajas con la cabeza por delante de la acción, adivinando qué puede pasar. Estás como cogiendo un atajo un segundo por detrás y debes anticiparte.

P. El gol de Iniesta en el Mundial, ¿lo vio antes?

R. Lo vi antes. Y me dio tiempo a cantar que no era fuera de juego. Aquello fue grande, la experiencia profesional y personal de nuestras vidas. No nos habíamos atrevido a soñar que ganaríamos un Mundial. Era imposible.

P. O sea, que sí, que es usted mago. Algunos me querían destrozar esa sensación y me decían que la señal de audio llega antes.

R. No, generalmente llega después. Algunas veces te equivocas. Lo que hay que hacer es reconocerlo y ya está. Esto se basa en la no impostura. Si puedes, hazlo con ironía y con humor, como diría mi amigo Michael.

Lo complicado de este oficio es hacer entretenido un partido malo

P. ¿Cómo es el fútbol sin Michael Robinson?

R. Pasamos mucho tiempo en los estadios sin nada que hacer y eso es tiempo para pensar en Michael. ¡Joder! Cada comentario ahora se queda en el aire. Estoy constantemente echándole de menos porque no tenemos con quién compartir esta historia, además, del fútbol sin gente en los estadios, sin cánticos y con mascarilla. Cuanto más anómala era la situación, y esta lo es, más brillante resultaba. Nuestro oficio es extremadamente fácil cuando el partido es bueno. Lo complicado es hacer entretenido un partido malo. Y eso lo bordaba.

P. ¿Ha estudiado música?

R. Solfeo, como cualquier chaval que haya sido alumno de los Salesianos.

P. Es que más que narrar usted los partidos, los canta.

R. Siempre he pensado en la narración como la banda sonora del partido. Nunca puede sustituir a la acción; no es más importante, pero acentúa la emoción que tienes al ver la escena. Ayuda de manera más intensa en lo que sientes. Pero no debes sentirte protagonista de la película.

P. ¿De dónde le viene lo del fútbol?

R. Yo no tengo un carajo que ver con aquello que se supone un comentarista profesional. Antes de empezar a trabajar en esto, al campo solo había ido una vez en mi vida. Y a un amistoso, un Atlético de Madrid-Cosmos.

P. ¿Eso quiere decir que es del Atleti?

R. No. Quiere decir que a mi padre le dieron unas invitaciones y no pudo ir. Entre otras cosas, no iba por razones económicas; en casa no teníamos para eso. Pero he jugado mucho al fútbol y lo echo mucho de menos.

P. Pero no me va a decir de qué equipo es...

R. No. Mi padre era del Atlético, y hasta ahí puedo leer. Entre otras cosas, porque pertenezco a una generación en la que eso no se decía. No la de interpretar el fútbol desde el punto de vista del hincha.

P. La polarización.

R. Hemos perdido la capacidad de ponernos en la piel del otro y escuchar a quien no piensa lo mismo que nosotros. Así no hay manera de crecer ni de aprender. Es de una ridiculez asombrosa. Me temo que ese infantilismo ha llegado para quedarse.

Antes de empezar en esto solo había ido una vez al campo

P. Dice que en su casa no había dinero para ir al fútbol. ¿Orígenes humildes?

R. Yo soy de barrio, de San Blas [en Madrid], y a mucha honra. No teníamos dinero para el fútbol ni para cromos, ni se nos ocurría, aunque llegué a hacer mi primera colección estraperlando un álbum porque mi tío trabajaba en Coca-Cola. Mi padre curró desde los 12 años en una empresa de herramientas de coche y mi madre, ama de casa. Vivíamos en un piso humilde y dieron carrera a quien lo solicitó. Cuatro hijos en ese San Blas con otra pandemia: la de la heroína. Muy cercana, en el colegio, en la calle, en el portal...

P. ¿Cómo escapa uno de eso?

R. Probablemente por azar, por fortuna, no sé si por seso; caían amigos con demasiada frecuencia. Venir de ahí es una ventaja en la vida. Cuando te dedicas a la supervivencia estás más preparado que otros, te adaptas a los palacios con más comodidad.

P. ¿Aprendió mejor su oficio escuchando la radio o viendo la tele?

R. Con la radio, sin duda. Eso me permitió trasladar a la televisión más ritmo, más emoción, creo. Parte de mi estilo es radio trasladada a la tele. Pero eso había que hacerlo poco a poco en una época en la que se pensaba en el medio que apenas teníamos que limitarnos a narrar lo que la gente veía.

P. Cuando uno le escucha hablar a esa velocidad y con ese control no se sabe muy bien si es usted culo inquieto o zen.

R. Intento equilibrarlo. Soy de temperamento volcánico, esto no quiero que suene a pichorra, pero mi trabajo consiste en ser algo zen. Por eso cultivo bonsáis desde hace 25 años. También leo y encaro el camino de la meditación. En mi naturaleza va conmigo hacer el bestia, la adrenalina, escalar, bucear con tiburones y en cuevas… esas cosas, pero lo contrasto con cierto control de las emociones mediante esas otras aficiones.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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