Cuando la tecnología se va de madre: Sartenes y colchones conectados a la red
El Internet de las cosas entra en nuestro espacio doméstico a veces de forma delirante
Le regalé a mi madre un robot aspiradora. Son como una gran pastilla negra que se desliza por el suelo de la casa acabando con el polvo y la suciedad. Dicen que para los humanos es difícil empatizar con seres sin ojos, pero enseguida le cogimos cariño a este robot y mi madre hasta le puso un nombre: Cuquina.
“Cuquina, aspira por aquí”, le decía, “Cuquina, aspira por acá”, como si el robot le pudiera escuchar. El robot, por supuesto, iba por donde le daba la gana, o, mejor dicho, por donde le mandaba su programa. Estos robots no tienen deseo, ni conciencia, ni pensamiento, pero su autonomía a la hora de moverse y elegir su camino evitando obstáculos y paredes hace que parezca que están vivos (y que son simpáticos, porque nos dejan la casa como una patena). Son nuestros amigos, nuestros fieles aliados electrónicos, el ejemplo de cómo la tecnología nos puede liberar el trabajo, aunque nos pueda también quitar el puesto de trabajo.
Los robots aspiradora son un gran invento y una muestra de las tecnologías que se van a introducir (sobre todo a través del Internet de la cosas) en nuestras casas hasta la cocina, literalmente. Pero también hay momentos en los que la situación se va un poco de madre y se mete más tecnología de la necesaria. Hay cepillos de dientes conectados a Internet, que registran los lavados dentales y el ímpetu del cepillado. Un tampón que avisa por Bluetooth de cuándo hay que cambiarlo. Sartenes inteligentes que informan de temperaturas, pesos y humedades de lo que cocinas.
Todo empieza a estar hiperconectado, sensorizado, registrado, medido y pesado. Las cosas van a acabar siendo más inteligentes que nosotros. Hay hasta un colchón que detecta la actividad sexual y alerta en caso de posible infidelidad. Es el colchón inteligente Smarttress, equipado con Love Detection System.
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