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Veinticuatro horas en un pequeño hogar solar

Probamos una instalación solar en una casa sobre ruedas. La autarquía energética gracias al sol puede estar al alcance de cualquiera. Basta una pequeña inversión para librarse de facturas

Ahí afuera hay un sol de barra libre. Cada mañana, mientras preparamos un café quemando algún combustible fósil, una fuente de energía inagotable y gratuita nos saluda. Todo el mundo conoce el poder del sol pero pocos, muy pocos, disfrutan de su generosidad infinita transformada en electricidad o agua caliente. Precisamente ahora, en un entorno de emergencia climática, el sol ya no es una opción limpia amigable para conciencias de terciopelo y hippies buenrollistas. Se antoja la gran respuesta.

Recordemos que, según la Agencia Internacional de la Energía, dos tercios de la electricidad que se produce en el mundo se consiguen quemando petróleo, carbón o gas natural. El ser humano lleva dos siglos desenterrando del subsuelo todo lo que puede arder, devolviendo a la atmósfera cantidades enormes de carbono. El problemón civilizatorio que se ha creado ha puesto a la especie al borde del suicidio climático.

A pesar de que este hogar sobre ruedas haga trampa y cargue de vez en cuando gracias al alternador de su contaminante motor diésel, es todo un hogar libre de facturas y de los caprichosos precios de casino de la luz eléctrica. La instalación solar comienza en las placas solares que descansan sobre el techo. Estas han bajado muchísimo de precio y por menos de 600 euros tenemos varias flexibles de 150 vatios. Ellas recogen el chorro de luz milagroso del que orbitamos. Desde el amanecer, la luz LED verde del chivato de carga nos indica la carga solar, que terminará con el ocaso. En las horas centrales del día observamos cómo reciben energía con todo su caudal llegando a picos de 20 voltios.

Lo primero que hay que plantearse antes de depender del sol es ajustar los consumos

Las placas son estructuras amables y sin mantenimiento. Basta darles una limpieza de vez en cuando, como quien limpia una imagen en el altar. Ellas sí que son divinas. En su pantalla, el regulador de carga muestra información espartana pero adictiva. A lo largo del día chequeamos con regularidad la carga de las baterías, el flujo máximo de vatios recibidos del sol y la temperatura exterior de las placas solares. Un ojo se irá siempre hacia la pantalla TFT bícroma para calmar las ansias y saber que estamos dentro de los parámetros normales. Cuando el sistema está cargado, a mediodía, y el sol empuja la independencia del hogar la satisfacción es infinita. El ordenador, el teléfono, las luces, la nevera, la bomba de agua… Todos los electrodomésticos danzan al compás eléctrico amamantados por la luz silenciosa y limpia.

Lo primero que hay que plantearse antes de depender completamente del sol es ajustar los consumos propios y, quizá, en un segundo momento, decrecer y ajustar los consumos a lo Marie Kondo energética. Los humanos del mundo desarrollado somos bastante clónicos y con necesidades similares: luz, nevera, teléfono móvil, ordenador, proyector o televisión, sistema de audio. En nuestro caso, los electrodomésticos funcionan con la luz del sol cruda a 12 voltios. Algunos deben ser transformados a 220 vatios para poder ser compatibles con la mayoría de los dispositivos domésticos a través de un pequeño inversor de corriente. Muchos de ellos pueden cargarse por las tomas USB que recorren las paredes.

A pleno sol, el sistema puede con todo. Reconforta observar cómo las baterías se cargan y cómo, un día más, vivir es gratuito y ninguna entidad especulará con nuestras necesidades energéticas. Las baterías descansan en un lugar solitario. Los modelos viejos de plomo y ácido, que generan gases insalubres, han sido sustituidas por otros modelos sellados de gel que no precisan mantenimiento alguno. Diseñado para un hogar aislado, este sistema proporciona, día tras día, la energía suficiente para dos personas. Su precio total, por debajo de los 3.000 euros, es una bendición. Cada día sucede el milagro de la energía limpia y gratuita. En la conciencia, la satisfacción de saberse parte de la solución.

Carga.

 A mediodía, las baterías sonríen. Hay alguna nube en el cielo, pero el flujo de energía constante llega hasta las placas solares. Vemos cómo suben de 11.8 a 12.2 vatios mientras alimentan la nevera de 12v, el portátil y el equipo de música. A media tarde decrece la capacidad de carga hasta el ocaso: entran en juego las baterías.

Almacenamiento

Los nuevos modelos de baterías de litio proporcionan una gran potencia y una enorme capacidad de almacenamiento. Las baterías de gel pueden guardarse sin peligro para la salud. Dos baterías de 250 amperios cada una proporcionan barra libre de energía, apenas comprometida cuando suceden tres o más días nublados seguidos.

Consumos

Los usuarios de un hogar solar deben familiarizarse con ciertos conceptos, calculando sus consumos de luz para dimensionar la instalación. Una nueva conciencia emerge así. Se eliminan los cacharros en standby. Se encienden solo las luces necesarias. Todo ello al compás de la danza solar, cargando durante el día para no abusar de las baterías por la noche.

La bajada de precios de las placas solares y el fin de las leyes sobre su generación permiten configurar un hogar solar en cualquier parte. Se puede vivir —y muy bien— del sol sin renunciar a ninguna comodidad moderna. Un buen primer paso puede ser un cargador solar o placa flexible para alimentar pequeños dispositivos y observar conscientemente el milagro que sucede cada día. 

Más información
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