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Ropa inteligente

Y tú, ¿te pondrías un ordenador para salir de casa?

A día de hoy los intentos de 'smartwear' cosechan más fracasos que éxitos. Barreras como la tecnología, la moda, la duración de la baterías o la utilidad de los dispositivos impiden avanzar en el sector

Línea de ropa inteligente de Machina
Línea de ropa inteligente de Machina

Están en nuestro día a día. Relojes, pulseras de actividad, teléfonos inteligentes… Forman ya parte de nosotros. Llevamos llevamos años hablando de ropa inteligente o smartwear, pero la realidad es que no termina de despegar. 

“El consumidor no termina de apreciar que lo que adquiere es un computador vestible, suele compararlo con piezas sin computación”, indica el tecnólogo humanista e ingeniero en Ciencias de la Computación y country manager de la marca de ropa inteligente Machina, Pedro Mujica. A ojos de Virginia García, directora de la unidad de tejidos funcionales del instituto tecnológico Eurecat, este problema desaparecerá a medida que la vinculación entre moda y sostenibilidad se afiance. “La sociedad va a tener que adaptarse y replantearse la forma de consumir. Una prenda de ropa no es algo de tan poco valor que podamos comprar varias continuamente. Cuando nos mentalicemos quizás haya más hueco para estas prendas”, afirma García.

Pero mientras, si a los consumidores todavía les cuesta apostar por prendas de moda smartwear, no ocurre lo mismo cuando piensan en seguridad, deporte y salud. “La gente está dispuesta a pagar por conocer cómo reacciona su cuerpo”, asegura Virginia García, y es por esa convicción por lo que desde Eurocat han apostado por desarrollar prendas que monitorizan constantes vitales como el ritmo cardíaco, la respiración o la temperatura.

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La segunda barrera viene dada por el problema de la privacidad y la seguridad, una lucha a la que se enfrenta toda la comunidad smart. “Cuando se incorporan funciones que afectan a la privacidad aparece un rechazo por parte del consumidor que ve una dispersión de sus datos sensibles y siente que pierde el control al estar rodeado de una tecnología dispersa y descentralizada que no controla”, asume Mujica. 

Hay otros problemas. Por un lado, nos encontramos con el tamaño y la duración, problemas que están a punto de solucionarse. Pero por otro, y a pesar de los intentos, la tecnología no logra ser lavable y flexible, lo que además se complica al estar al contacto con la piel y la sudoración.

Como cuarta barrera, el tema de la utilidad. “Para que un smartwear sea atractivo debe aportar un valor añadido a su funcionalidad, algo que el consumidor aprecie claramente”, afirma Mujica. La realidad es que los diferentes lanzamientos que, hasta ahora, ha vivido el sector no logran tener ese reconocimiento por parte del consumidor.

Previsiones

Cientifica, una consultoría especializada en textiles inteligentes, wearables y nanotecnología, espera que este sector, que en 2016 facturó unos 16 millones de euros, alcance en 2025 un volumen de negocio superior a los 104 millones. Pero mientras que esperamos para descubrir si sus datos se cumplen, los fracasos superan a los éxitos.

Y por último, la moda es estacional, mientras que la tecnología tiene unos tiempos muy distintos de obsolescencia. Cuando hablamos de moda lo que más sale a relucir es su potencial de identificación dentro de un contexto social, económico, y sobre todo estético. “El que sea tecnología puede ser un valor añadido, y además si se añade una funcionalidad extra que sea verdaderamente útil y no cree rechazo respecto a los pilares anteriores, se puede lograr este cometido”, determina el tecnólogo.

Antecedentes

¿Quién se acuerda de la chaqueta que capturaba energía solar y cargaba dispositivos de Tommy Hilfiger? ¿Y de los diferentes intentos de Nike por incorporarse al sector? Hablamos de Nike + o de las camisetas de la NBA con tecnología NFC que generaba estadísticas de los jugadores.

O el Butterfly Dress de Intel, que con sus sensores de proximidad y fibras ópticas creaba sorprendentes representaciones si se estimulaba con impulsos eléctricos externos. Más recientemente Levi’s y Google lanzaron su chaqueta inteligente; y en España, la sudadera de Xavier Verdaguer diseñada para leer tuits, o la camiseta de First1Vision, que a través de un sistema de cámaras integrado ofrece una visión en primera persona de las retransmisiones deportivas.

Todas son muestras de lanzamientos, con mayor o menos recorrido, pero que no han logrado dominar los armarios de los consumidores porque a día de hoy existen barreras que el sector no ha logrado superar. Su coste supone una barrera: la chaqueta de Hilfiguer tenía un precio de 480 euros, y la de Levis y Google, 286 euros.

Una opinión que comparte Elena Corchero, consultora de futurismo e investigadora diseñadora de materiales inteligentes. “La moda cumple dos funciones, la practica y la comunicadora. El futuro de la moda estará siempre en mejorar estos dos ámbitos, mayor funcionalidad y mayor potencial comunicador de los valores que representen a la persona que lleva la prenda. Por lo tanto es inevitable que si alguna innovación impacta estos aspectos formarán siempre parte de él”, confía. Pero para conseguirlo a ojos de Virginia García es necesario unir los perfiles textiles y electrónicos en los talleres, lo que transcurre por la vía de la formación. “Nos cuesta encontrar talleres de concepción que se atrevan. Es necesario que los diseñadores introduzcan en el origen de la prenda la innovación y la tecnología para que la prenda tenga sentido. Conceptualmente, y no solo por costes, deben ir de la mano”, señala.

Machina

El punto de encuentro de estas dificultades es en lo que se centra Pedro Mujica a través de Machina, una marca que, según explica, combina diseños actuales del urban style con tejidos de calidad y tecnología de dispositivos y sensores OBE (out of body experience). De momento, su gama la constituyen 36 prendas para mujer y hombre que cuentan con un zócalo donde insertar el dispositivo de la marca.

Pedro Mújica
Pedro Mújica

El potencial de la marca reside en la multifuncionalidad. La característica más interesante de su M.Bot, es el panic button. Tres segundo de pulsación para que se transmita la orden a nuestra aplicación de emitir un SMS de señal de peligro a cinco de nuestros contactos que hayamos configurado, en el que se añade nuestra localización junto a un texto de llamada de auxilio previamente definido por cada usuario. “Fue pensado principalmente para las situaciones de agresión en exteriores, sobre todo a la mujer urbana, pero también es una función muy útil para personas mayores con riesgo de caídas, personas infartadas, o incluso a aquellos que quedan aislados en desastres naturales como terremotos”, explica Mujica.

A esta funcionalidad, al M.Bot de Machina se le añaden la capacidad de recibir notificaciones desde el teléfono con distintos niveles de vibración, manejar el player de música, y actuar como un mini controlador MIDI para crear música en directo, ser un botón de selfis, encender o apagar las luces inteligentes del hogar inteligente, responder llamadas del tu teléfono y activar el manos libres, o incluso ser un controlador de avance y retroceso en presentaciones. Unas capacidades que irán evolucionando y actualizando a través de la aplicación del smartphone, lo que a su vez logra un dispositivo fácilmente actualizable y de baja obsolescencia digital. El precio de una prenda con dispositivo es desde los 165 dólares hasta los 350, pero la idea es disminuir ese coste inicial con las siguientes prendas al no tener que incorporar el M.Bot.

Futurismo

Pero, ¿qué ocurrirá a finales de este siglo y el próximo? Elena Corchero lo tiene claro. “Desde mi punto de vista como futurista, yo creo que de verdad somos la ultima generación puramente humana, y que poco a poco estas tecnologías wearables se convertirán en implantes”, aventura. La consultora se basa en dos tendencias para hacer esta afirmación. Por un lado, en la miniaturizaron de circuitos y en la eficiencia que requiere menos energía o puede utilizar biocombustibles como la  glucosa. Y, por otro, en nuestros conocimientos de cirugía y la facilidad del consumidor de entrar en un quirófano sencillamente por motivos estéticos. “En el momento en el que la tecnología este preparada, nuestros cirujanos y el publico también lo estarán, los tabús de irrumpir el cuerpo humano ya están sobrepasados, esto incluye tendencias de transformación cutánea como tatuajes y piercings que son de hecho comunes en antropologías de tribus y tradiciones orientales”, desarrolla.

En este contexto Mujica no tiene ninguna duda de que la ropa tecnológica continuará existiendo. Eso sí, combinada con la tradicional. “Por muy avanzada que esté la sociedad continuará utilizando prendas con las que se identifique. Un pañuelo del siglo XIX o un sombrero de Coco Channel seguirán formando parte de nuestro vestuario. La funcionalidad la aportará una sola prenda y el resto completarán un outfit que funcionará como extensión de nuestra personalidad”, avanza. “Mi conclusión es que en un mundo donde los humanos tengan implantes inteligentes, habrá una diferenciación entre las tecnologías que se integraran en el cuerpo, las tecnologías cutáneas, y las que sean mas efectivas o menos disruptivas al integrarlas en vestimenta second skin (piel secundaria)”, finaliza Corchero.

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