Las ÐApps evitan que Facebook negocie con tus datos
Aunque lo de “Si no pagas, el producto eres tú” va camino de convertirse en el topicazo de la década, no por eso deja de ser cierto. Asuntos como el de Cambridge Analytica han impulsado la búsqueda de alternativas a los servicios gratuitos de internet.
TI, TIC, TICI. Esa es la secuencia de siglas que está marcando durante las últimas décadas la historia de la ampliación de la capacidad comunicativa, algo que según Antonio Lucas, catedrático de Sociología, es “la propia historia de la humanidad”. En esta evolución, la incidencia directa de la tecnología juega un papel determinante por su potencia para manejar grandes cantidades de información y trasladarlas de forma instantánea.
Así, internet supuso a finales del siglo XX la síntesis de las tecnologías de la computación y de la telecomunicación con el asentamiento de las TI (tecnologías de la información), cuya capacidad se vio acrecentada poco después gracias a la Web, que dio como resultado las TIC (tecnologías de la información y la comunicación).
Pero en la primera década del siglo XXI la ubicuidad del smartphone irrumpe como un nuevo mediador que, apoyándose en internet y en la Web 2.0, deriva en las TICI (tecnologías de la información, la comunicación y la interacción). “Ahora no solo se quiere informar o comunicarse, sino que se desea directamente entrar en la acción. Cualquiera puede tener siempre consigo su periódico, emisora, canal de televisión… Las redes sociales son, por ahora, el elemento final de este proceso”, apunta Lucas.
El catedrático está convencido de que si Thomas More hubiera conocido internet se habría “maravillado” de sus posibilidades para hacer un mundo mejor, es decir, para llegar a la utopía. “Pero tanta potencia lleva siempre a problemas”, matiza enseguida.
Lucas señala que hemos pasado de una sociedad tradicional, donde el traslado de información y conocimiento eran casi exclusivamente cara a cara, a otra industrial donde las máquinas nos permiten dirigirnos a mucha gente de forma colectiva y, finalmente, a una sociedad de la información donde este proceso adquiere una importancia creciente.
- Una utopía con problemas
Alternativas a los servicios centralizados
Alternativas a Google: DuckDuckGo y Ecosia son dos buscadores que aseguran que todas las consultas realizadas por sus usuarios son anónimas y que no venden información a terceros.
Alternativa a WhatsApp: Basada en la tecnología de blockchain, e-chat es una aplicación de mensajería instantánea que además integra servicios como pago sin contacto y transferencias de dinero.
Alternativa a Facebook: Descentralización, libertad y privacidad son los pilares en los que se basa Diáspora, una red social muy parecida a la creada por Mark Zuckerberg.
Alternativas a Twitter: Mastodon. Red social descentralizada que fue lanzada en octubre de 2016 y cuyo uso es muy similar a Twitter. Otra alternativa es Leeroy, pero su uso requiere contar con criptomonedas ether.
Alternativa a Netflix: SingularDTV. Portal donde los creadores ofrecen sus propios contenidos audiovisuales y gestionan sus derechos de autor.
Alternativa a eBay: Zastrin. Tienda para la compraventa de artículos de segunda mano entre particulares donde no se pagan comisiones.
Alternativa a Pokémon: Cryptokitties. Videojuego online basado en blockchain cuya mecánica es comprar, vender, coleccionar y criar gatos virtuales.
Alternativa a Airbnb: CryptoCribs. Plataforma para el alquiler vacacional donde propietarios y arrendadores cierran acuerdos con criptomonedas.
Pero el problema es que detrás de esas máquinas están las grandes empresas tecnológicas que dominan internet, capaces de “poseer” a los usuarios mediante el conocimiento de sus hábitos, gustos, educación, habilidades, relaciones sociales, necesidades... “Cuando alguna gran corporación como Google o Facebook te ofrece servicios gratis y obtiene enormes beneficios, el producto eres tú. Eso debemos saberlo”, recuerda Lucas.
Esta misma idea es compartida por el filósofo, músico e investigador Jaron Lanier, que en su intervención en un debate sobre tecnoética organizado el pasado septiembre por la Fundación Telefónica alabó la conexión global que hemos sido capaces de lograr mediante la tecnología, si bien mostró su preocupación por la centralización de las redes sociales y otros servicios digitales: “Existen errores que de momento hacen más daño que bien y que me rompen el alma, como la actual manera de entender la publicidad como un sistema que espía al individuo para obtener datos con los que programar algoritmos encaminados a modificar el comportamiento de las personas. Esto ya no es publicidad y da miedo”.
Aunque a fuerza de repetir lo de “si no pagas, el producto eres tú”, parece que el mensaje ha calado entre la audiencia. Así lo entiende Jamie Bartlett, autor de The People vs. Tech, que comenta a EL PAÍS RETINA que las personas son cada vez más conscientes de los problemas de internet, en parte porque noticias como la de Cambridge Analytica han ayudado a despertar las conciencias y a comprender el precio final de los productos gratuitos. “De todos modos, una cosa es ser conscientes del peligro y otra muy distinta hacer algo al respecto, en parte porque algunos de esos servicios son muy convenientes y útiles. Yo mismo los uso de manera continua porque son muy valiosos para mi trabajo, por ejemplo”, señala Bartlett.
Para comenzar a hacer frente a la centralización digital, este autor propone desarrollar una relación “más saludable” con nuestros dispositivos, para lo cual recomienda que comencemos a descargar bloqueadores de anuncios y a usar servicios cuyos modelos de negocio no estén basados en la cesión de datos: “Este sería un gran comienzo. Ya existen muchas alternativas a Facebook, Google o Twitter, pero el problema es que todavía no son muy buenas y solo mejorarán si comenzamos a usarlas”.
Estas diferentes opciones de las que habla Bartlett es lo que se conoce como ÐApps (pronunciado “di-apps”), acrónimo en inglés de aplicaciones descentralizadas, es decir, plataformas que permiten cualquier interacción entre sus miembros, desde la web o a través de una app móvil, sin la necesidad de un agente central que gestione ese servicio o que lleve un control de cada uno de los registros y acciones realizadas.
Por otro lado, Bartlett señala que debemos comenzar a ver nuestra atención como un recurso valioso que debe ser administrado cuidadosamente: “Tenemos que reaprender la práctica de la concentración y el enfoque.
Por ejemplo, desconectarnos, no consultar nuestros teléfonos después de las 21:00 y cuidar nuestros hábitos con la tecnología al igual que hacemos con nuestro estado físico o nuestra alimentación. Si podemos hacer esto, creo que incluso la política también comenzará a mejorar”. De momento, el pasado agosto Jeremy Corbin, líder del Partido Laborista de Reino Unido, hizo una propuesta para que el Estado creara un organismo público para desarrollar una red social con el fin de contar con un espacio no controlado por los gigantes tecnológicos habituales y así evitar la venta de datos personales a terceros.
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