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¿‘Rider’, ‘prosumidor’ o empleado? El laberinto del trabajo en las plataformas

La llamada economía colaborativa presenta muchos desafíos al marco laboral. Varios expertos reflexionan sobre cómo debería adaptarse el sistema a esta nueva realidad

Manuel G. Pascual
Un repartidor pasa frente un camión en Nueva York.
Un repartidor pasa frente un camión en Nueva York.Getty Images

Una de las cuestiones no resueltas cuando hablamos de economía de plataformas tiene que ver con el trabajo. ¿Cómo calificar las relaciones laborales que surgen alrededor de este fenómeno? Si es que las hay, porque una de las características de este pujante entorno económico es que los actores que en él participan lo hacen a título individual (los famosos iguales o peers). Aunque, en algunos casos, quienes presten los servicios en cuestión acaben apechugando durante toda una jornada laboral.

Un inciso. La llamada economía de plataformas (el término es más exacto que economía colaborativa) hace referencia a la actividad generada en torno a webs que ponen en contacto a personas que ofrecen un bien o servicio con otras que lo demandan. La idea subyacente es usar la tecnología para exprimir la utilidad de los recursos disponibles dándole nuevos usos que, de paso, puedan rentar. El consumidor puede ser a la vez productor, lo que se ha dado en llamar prosumidor. A través de uno de estos portales podemos acordar, por ejemplo, que yo te vaya a colgar unas estanterías a casa (a cambio de otro favor o de dinero). O que alguien te lleve la comida de un restaurante a tu salón por un módico precio.

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¿A partir de qué momento se debe considerar que lo que hace un particular es una actividad económica? (En Francia, por ejemplo, se han establecido márgenes de facturación que, si se rebasan, obligan al particular a declarar esa actividad como económica). ¿Qué pasa con los peers que trabajan varias horas al día a través de estas plataformas? (Una sentencia del año pasado en Reino Unido obligó a Uber a pagar un salario mínimo y dar vacaciones a sus conductores). Cada país está respondiendo a estas preguntas a su manera.

“Un modelo de consumo low cost genera unas relaciones laborales low cost”, destacó María Luz Rodríguez, exsecretaria de Estado de Empleo (2010 a 2012) y profesora de Derecho del Trabajo, durante una mesa redonda organizada hace dos semanas por OuiShare Fest, en Barcelona, en torno a la plataformización del trabajo. Rodríguez reconoció que dentro de este fenómeno se incluyen webs muy distintas, que establecen relaciones dispares con los usuarios y en la que predomina la figura del autónomo. Y que la economía de plataformas va a más. “Debemos debatir qué protecciones sociales debe acarrear el nuevo marco laboral que se está generando. Es más importante tener claro qué derechos protegemos que a través de qué canales”, añadió.

Ese ejercicio se está llevando a cabo ya en algunas comunidades autónomas. La Generalitat de Cataluña presentó en septiembre un documento con 24 propuestas “para encajar la economía colaborativa y de plataformas en Cataluña y aprovechar todo su potencial”, según se resalta en el escrito. “Entre las medidas se cuentan clasificar las plataformas en virtud de las relaciones laborales que establecen, crear una cuota de autónomos incentivadora, fijar umbrales tipo Bélgica [en ese país se aplica un tipo impositivo especial de únicamente un 10% para los distintos ingresos hasta los 5.000 euros] e impulsar las cooperativas”, explicó Anna Merino, directora general de Promoción Económica, Competencia y Regulación de la Generalitat.

De acuerdo con la legislación laboral actual, la figura del trabajador autónomo es la que mejor encajaría para quienes realicen actividades remuneradas dentro de la economía de plataformas. Este es el estatus que tienen los conductores de Uber o Cabify, los riders de Deliveroo o los taskers de TaskRabbit. El problema es que esta figura resulta demasiado rígida para quienes recurren a las plataformas de forma puntual y demasiado poco garantista para quienes sí trabajan con regularidad.

Se tiende a idealizar al trabajador asalariado. Y, tras la crisis, los cajones en los que se encuadran asalariados y autónomos cada vez son más homogéneos”

“Hay que tratar de que el sistema no se apalanque en dinámicas perversas. Porque la realidad es que la plataformización está apuntalada en remuneraciones precarias. Cuando el autónomo no elige su precio debería ser considerado asalariado”, reflexionó una persona del público, muy participativo en los debates organizados en el OuiShare Fest.

Este es otro asunto espinoso. Se supone que el trabajador autónomo elige al cliente que presta sus servicios y que no tiene jefe directo (para eso debería ser asalariado). ¿Se cumplen estas condiciones? “El problema está en la propia definición del autónomo. Hay una enorme cantidad de perfiles distintos de autónomos, y solo una figura legal para todos ellos”, matizó Cecilia Ferrero, vicepresidenta ejecutiva de ATA. “Nuestro sistema laboral se basa en categorizar de forma extrema quién es asalariado y quién no. Siempre se ha tendido a la laboralizacion del autónomo, a tratar de que se convierta en asalariado. La realidad es que ahora está habiendo gente que ve cómo puede llegar a ser su propio jefe en este lado, y le gusta”, continuó.

“Hay gente que es muy competitiva gracias a las plataformas. No se puede meter todo en el mismo saco”, aportó Miguel Ferrer, fundador del policy lab de innovación pública GovUp. “Gracias a las plataformas se están visibilizando varias realidades: por ejemplo, que hay personas fuera del mercado laboral y que pueden generar ingresos de una nueva manera. Se ha tendido a demonizar la figura del autónomo. Habría que tratar de hacerlo más competitivo”, añadió.

Si la economía de plataformas sigue ganando peso, y todo apunta a que así será, entonces convendría reformar el sistema. En eso están de acuerdo todos los agentes. “Hay que ver si el sistema de protección actual es adaptable o no. Todo el mundo quiere tener la mayor protección posible, pero eso no es gratis”, espetó Ferrero, de ATA.

“En Cataluña se está planteando que por debajo de un cierto nivel de ingresos no tengas que declarar ingresos. Aunque hay que avanzar mucho más”, añadió por su parte Merino, de la Generalitat de Cataluña.

¿Qué le conviene más a quien trabaje para (o, mejor, a través de) una plataforma? ¿Ser autónomo o asalariado? La respuesta dependerá de la situación de cada uno. Luz Rodríguez recuerda otra cuestión a tener en cuenta: “Hay veces que se tiende a idealizar al trabajador asalariado. Y la realidad es que, tras la crisis, los cajones en los que se encuadran asalariados y autónomos cada vez son más homogéneos”.

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Sobre la firma

Manuel G. Pascual
Es redactor de la sección de Tecnología. Sigue la actualidad de las grandes tecnológicas y las repercusiones de la era digital en la privacidad de los ciudadanos. Antes de incorporarse a EL PAÍS trabajó en Cinco Días y Retina.

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