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Qué es un minero de bitcoin... y por qué llegas tarde al negocio

Trabajan en 'blockchain', cobran en bitcoins y son mayoritariamente chinos. Presentamos a los mineros de las criptomonedas, el elemento clave para que todo funcione

Por mucho que hayas leído lo contrario, las criptomonedas, con bitcoin a la cabeza, no son un ente 100% horizontal y democrático, en el que todos los participantes tienen la misma importancia y capacidad de decisión. Sí, se basan en blockchain, y blockchain descentraliza y desintermedia. Pero no esperes una especie de Arcadia digital donde la autoridad es de todos y la confianza es unánime. Diles hola a los mineros de bitcoin.

Los mineros de bitcoin son la figura clave de la blockchain que sustenta esta criptomoneda, y de las aproximadamente 800 criptomonedas (y subiendo) existentes. Y no, no son personas, sino máquinas. Pero antes de bajar a esa mina tal vez convenga dar un paso atrás y explicar mejor algunos conceptos.

Todo arranca con el protocolo desarrollado por Satoshi Nakamoto, el misterioso creador de bitcoin, la criptomoneda con la que se alumbró la tecnología blockchain allá por 2008. Nueve años después, se han ido generalizando los usos de blockchain, ya no siempre ligados a las criptomonedas. Y además hay blockchain públicas y privadas (e híbridas). Evidentemente, las segundas, como los consorcios multinacionales R3 y Hyperledger, tienen sus propias reglas y mecanismos, siempre partiendo de las ideas de Nakamoto. Por eso nos centraremos en las blockchain públicas.

Blockchain es un libro de cuentas, una enorme base de datos, en la que se van apuntando todo tipo de transacciones. Todo funciona por consenso de las partes, y no se puede borrar ni modificar el pasado, ni tampoco operar fuera de las normas que se ha dado la propia red.

En las criptomonedas hay dos figuras clave. En primer lugar, los nodos. Ese rol lo puede desempeñar quien lo desee y cuente con una mínima capacidad computacional. Los nodos mantienen copias constantemente actualizadas de ese enorme libro de cuentas. Están ahí por altruismo o por conocer mejor la tecnología y así poder desarrollar aplicaciones sobre ella.

Los nodos son importantes, pero la clave está en un subgrupo dentro de los nodos: los mineros. Los mineros son los que realizan en sí las operaciones, las que vigilan los nodos de forma más pasiva.

Los mineros trabajan 24 horas al día, siete días a la semana, para resolver problemas informáticos a cambio de una retribución en bitcoins, los bitcoins que extraen según el ritmo de emisión de la criptomoneda que determinó Nakamoto. Pero, ¿cuáles son esos problemas informáticos? Son puzles criptográficos de una deliberada y enorme complejidad, para que la red sea segura.

Todas las operaciones que se realizan en la red se van agrupando en bloques (blocks en inglés), y para validarlas los mineros deben encontrar una especie de clave informática llamada hash. Se trata de fórmulas matemáticas que sintetizan en muy pocos caracteres una gran cantidad de información. No hay dos hash iguales, y no se pueden modificar. Cada bloque cuenta con un hash nuevo y con el hash del bloque inmediatamente anterior, como una especie de sello de lacre. Todo va enlazado, de ahí la partícula chain, cadena en inglés.

Cada vez que un minero encuentra un hash válido (debe reunir una serie de condiciones), se lleva, tras la comprobación de al menos el 51% de los mineros, 12,5 bitcoins; al cambio actual, casi 30.000 euros. Así la cadena de bloques se actualiza constantemente, quedando los libros actualizados en los nodos.

Igual que cualquiera puede ejercer de nodo de bitcoin, cualquiera puede ser minero… a priori. Y parece un buen negocio. Imagina la escena: te vas a la cama dejando un potente ordenador trabajando y a la mañana siguiente tienes 12,5 bitcoins en tu monedero virtual. Demasiado tentador como para dejarlo pasar.

Getty Images

Pero la cosa ya no funciona así. Al principio, como cuenta Álex Casas, fundador de León Blockchain Hub y de Shelpin, un proyecto social basado en blockchain, “bitcoin estaba pensado para minar desde equipos que todo el mundo podía tener tras invertir 3.000 o 4.000 euros. Pero han aparecido circuitos informáticos específicos y ahora las inversiones tienen que ser cuantiosas”. Antes se minaba hasta con tarjetas gráficas de videojuegos; ahora hay un hardware específico para el minado de criptomonedas. Se han desarrollado pools de mineros, y China, con enormes granjas de minado, está copando el mercado -el 70%, asegura Casas-, en el que el precio de la energía es un condicionante decisivo. En España no es precisamente barato.

El enorme gasto energético de estos procesos es uno de los grandes puntos débiles del protocolo inventado por Nakamoto. Además, la revaloración de la moneda -en el último año su valor se ha multiplicado por cuatro- crea un incentivo perverso: la mayoría de los mineros llegan a la conclusión de que 12,5 bitcoins es demasiado dinero como para andar con remilgos con el gasto de energía.

¿Hablamos de un dispendio energético inasumible a medio plazo? Es imposible cuantificar con exactitud el gasto energético, porque depende de la procedencia y la eficiencia energética de los equipos de los distintos mineros, pero el investigador en políticas públicas Christopher Malmo calcula que cada transacción con bitcoin supone al menos 26 kilovatios hora en minería, o lo que es lo mismo, el 89% de lo que consume un hogar medio estadounidense en un día. Por eso, como recalca Gustavo Segovia, consultor experto en cultura de la descentralización, en otras monedas virtuales como Ether, la segunda en capitalización tras bitcoin, se están buscando métodos criptográficos más eficientes desde el punto de vista energético.

Otro problema, más conceptual, es la posible desestabilización del sistema mediante la conquista de la mayoría de los nodos y los mineros con fines espurios, para pervertir los consensos. ¿Hay un riesgo de dictadura del 51%? “Técnicamente podría pasar”, concede Leif Ferreira, un emprendedor barcelonés que ya tiene dos empresas dedicadas al mercado de bitcoins, “pero es muy complicado y tampoco tiene mucho sentido: ¿para qué vas a romper un sistema del que te beneficias?”

Si Terminator se ha convertido en un clásico porque se adelantó treinta años a un miedo muy actual -máquinas más inteligentes que los humanos-, el desarrollo de bitcoin y blockchain invita a una historia de ciencia ficción en que otras máquinas -los mineros- saboteen una nueva tecnología en la que la humanidad ha depositado todas las funciones de desintermediación y certificación que antes hacían personas, desde los notarios hasta los banqueros. De momento, eso queda lejano, casi como el año 2140, cuando Nakamoto estableció que se dejarían de emitir nuevos bitcoins. Quedarán otras criptomonedas, como esos cientos que van surgiendo.

Y con ellas, nuevas posibilidades de negocio en un mercado que se está disparado: por ejemplo, Gnosis, una criptomoneda que empezó a cotizar el 1 de mayo, lleva un 332% de subida en menos de tres meses. “Yo ya no me gasto veinte euros en la Primitiva. Ahora meto ese dinero en alguna criptomoneda, por si acaso”, dice Casas entre risas.

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