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¿Semana con menos horas de trabajo? La clave es su distribución

La historia apunta a que trabajaremos menos horas. El profesor de Economía Aplicada de la Universidad Rey Juan Carlos se pregunta sin embargo cómo se distribuirán

El miedo a los robots, y sobre todo a los algoritmos automatizados y el software, es comprensible. La lista de empleos que conocemos y pueden desaparecer o cambiar radicalmente es cada vez mayor, afectando a oficios que poco se esperaba como predicadores o abogados. Amazon ha pasado de usar 1.000 robots en 2013 a 45.000 en 2016. En China, cuando se esperaba una subida de salarios y costes laborales por pura evolución de la economía, nos hemos encontrado desde 2016 con continuas noticias sobre despidos de altísimos porcentajes de empleados en plantas de producción, que se han saldado con incrementos de la productividad y caída de los defectos gracias a los robots sustitutos. Hay quien piensa que no se recuperarán nunca estos empleos, otros que se compensarán con empleos nuevos de mayor valor añadido, y finalmente están los que piensan que se reducirá el tiempo que trabajaremos. No es nada nuevo en realidad, como presentamos en un estudio en Belgrado durante una conferencia internacional en la John Naisbitt University (Álvarez-Monzoncillo, de Haro y López-Villanueva: Ten global trends: a review of references on the future of IT, media and cultural industries) y analizamos en Retos y reflexiones sobre el nuevo mercado laboral en los medios de comunicación.

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Durante la revolución industrial en países como Reino Unido existían empleos en los que se trabajaba 14 horas al día los 7 días de la semana. Curiosamente la jornada era más corta en la época feudal trabajando de sol a sol, aunque no me atrevo a comparar si la vida así era menos dura. A principios del siglo XIX se comenzó a prohibir el trabajo infantil (sí, los niños trabajaban) y se comenzó a reivindicar la jornada laboral de 8 horas, así como días de descanso semanal. Robert Owen desde 1810 fue uno de los referentes en esta batalla en el Reino Unido. Acuñó en 1817 el eslogan de “Ocho horas de trabajo, ocho horas para vivir, ocho horas de descanso". En España se consiguieron las 8 horas al día en 1919 tras una larga huelga, pero se contabilizaban todavía 48 semanales. Trabajar el sábado y descansar únicamente el domingo fue algo normal durante tiempo en varios países. La jornada en EE UU se ha ido reduciendo paulatinamente con el paso de los años, reducciones también motivadas inicialmente por huelgas, movimientos sociales y el especial interés de algunos gremios. El objetivo en la mayoría de los casos era obtener una legislación que definiera un límite máximo. Con una visión muy positiva Keynes planteaba en un ensayo en 1930 que sus nietos en el futuro trabajarían jornadas laborales de tres horas gracias a la eficiencia de las máquinas y el crecimiento de la economía. Aún faltan unos años para ese futuro keynesiano, pero sí parece que vamos dejando atrás la semana de 40 horas que tanto costó conseguir y que en algunos países no se consolidó hasta los años 70-80 del siglo pasado.

Las diferencias por países fueron notables en la adopción y siguen siéndolo actualmente, como demuestra un estudio de OECD en 2012 sobre los países que menos horas trabajan. Tenemos el ejemplo de Francia, que pasó de semanas con 39 horas a semanas de 35 horas, que bien podrían concentrarse en 4 días o incluso reducirse todavía más. Por cierto, Francia estuvo a punto de sufrir un problema inesperado: los jugadores de fútbol trabajaban más de esas 35 horas a la semana cuando jugaban fuera, al estar de viaje y concentrados días enteros. Por lo que vemos cada año en la Robocup (http://www.robocup.org) todavía parece que la amenaza de que los robots les sustituyan no es grande, pero esta situación deja claro que cada industria tiene sus peculiaridades.

Medir horas por día o por semana también tiene su influencia al pensar en un posible cambio o generalización. Si medimos las horas trabajadas por año vemos que se pueden repartir de diversas maneras. Basta pensar en industrias muy estacionales dónde en unos pocos meses de temporada alta intensa se gana lo suficiente para vivir el resto del año. Otro problema para adoptar una nueva alternativa es el coste de la misma y la competencia internacional. Si la productividad no acompaña puede ser más negativo que positivo. También tenemos industrias dónde ya se dan casos parecidos de semanas sostenidas de menos días por semana. Profesionales liberales que consiguen automatizar fuentes de ingresos o una base de clientes recurrentes sólida se pueden permitir este tipo de jornada al crear alto valor añadido. Aquí entra la decisión personal de trabajar más para ganar más o dedicar más tiempo libre, algo que los millenials por ejemplo valoran mucho más.

Personalmente creo que estos indicios apuntan a un futuro dónde trabajaremos menos horas, siguiendo la tendencia histórica. No sé si serán tan pocas como decía Keynes ni tengo claro cómo estarán distribuidas, sobre todo porque seguirán existiendo importantes diferencias por países y probablemente por profesiones. Lo que realmente me preocupa al respecto es que esta vez la transición hacia ese nuevo modelo sea menos traumática que las anteriores y que hayamos aprendido las lecciones del pasado.

Guillermo de Haro es doctor en Economía y profesor de Economía Aplicada de la Universidad Rey Juan Carlos 

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