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Más eficientes, pero menos felices: así nos está cambiando la IA

El avance de la inteligencia artificial generativa transforma la forma en que se comunica la sociedad, la creatividad, la interacción social y hasta la manera en que procesamos la información

Dos asistentes al Barcelona Mobile World Congress 2025 prueban gafas de realidad virtual el pasado 6 de marzo.
Caio Ruvenal

En el lanzamiento de ChatGPT-4.5, el pasado 28 de febrero, OpenAI presentó como principal novedad una mayor capacidad para comprender las necesidades humanas y un “coeficiente emocional” más desarrollado. La empresa líder en los llamados chatbots, con 400 millones de usuarios semanales, sabe bien que, entre los problemas que buscan solucionar sus consumidores, están los de carácter afectivo. Hasta un 30%, según responde el mismo modelo de lenguaje.

Sustituir un vacío emocional o de salud mental con inteligencia artificial ―una tarea que antes correspondía resolver con otros humanos― es una de las principales conclusiones a las que llegan múltiples investigaciones sobre la influencia de esta tecnología. Maneras más innovadoras y eficaces de resolver quehaceres o una escritura homogénea son otros de los escenarios en los que coinciden.

“Las relaciones entre las personas pasarán a ser indirectas, la interacción cara a cara no será necesaria. Ese contacto impersonal cambiará el funcionamiento de la sociedad. La comunicación por internet, como WhatsApp o Line, y las reuniones en línea son los mejores ejemplos. Tiene sus ventajas, pero la IA facilita el proceso de deshumanización. La comunicación en línea nos permite mantenernos en contacto, pero esas amistades son indirectas y carecen de valores personales”, dice a EL PAÍS el investigador y docente de la Universidad Médica Chung Shang de Taiwán, Michael Cheng-Tek Tai.

En uno de sus artículos científicos, Cheng-Tek Tai estudia el impacto de la inteligencia artificial en la bioética ―disciplina que analiza los dilemas morales en las prácticas médicas respecto a los avances tecnológicos―, en lo que llama la cuarta revolución industrial. Si bien los estudios sobre el efecto de las nuevas tecnologías no son nuevos ―está probado que el uso excesivo de los teléfonos inteligentes provoca atención dispersa―, la IA se filtra en todas las actividades humanas. Y busca entender y simular lo máximo posible el comportamiento humano, como refería OpenAI en su comunicado de prensa.

El profesor de comunicación de Stanford, Jeffrey Hancock, cuenta que, en un ejercicio en clase, todos sus alumnos coincidieron en que la descripción que hacía ChatGPT de ellos era exacta. “Puedes pedir: ‘Quiero una descripción para citas online y quiero parecer divertido, cálido y abierto’. Eso podría ayudar a una persona que sufre ansiedad comunicativa o no se expresa muy bien. Pero para quienes intentan utilizar esas descripciones como señales de cómo es una persona, nuestro proceso habitual de formación de impresiones se rompe, porque no fuiste tú quien se mostró divertido, cálido y abierto: fue una máquina que lo hizo por ti”, explica en una entrevista con Stanford Report.

Hacia un mundo aislado

La lingüista de la American University Naomi Baron atribuye la “epidemia de aislamiento y soledad” que ocurre en Estados Unidos a la falta de interacción social presencial. El Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), que realiza una encuesta cada dos años a estudiantes de secundaria, asegura que el 42% de los entrevistados en 2022 sintió tristeza constante, frente a un 28% en 2011.

La comunicación es cada vez más escrita y menos hablada, y los textos tienden a ser el resultado de numerosas herramientas de IA. “Cuando estás escribiendo un correo, Outlook te sugiere: ‘Estas son las tres próximas palabras que probablemente necesitas’. Eso provoca que esté poniendo menos esfuerzo en responderte. Si esa escritura no ha sido hecha por mí, entonces mi relación personal con esa persona se ha reducido. Una de las herramientas que Microsoft puede ofrecer ahora es leer mis mails y que la IA los responda por mí, porque tiene una base de datos enorme que predecirá cómo responderé”, relata Baron a EL PAÍS.

La inteligencia artificial se ha colado en todos los campos y, por más que algunos traten de evitarla, su uso es inevitable, de forma directa o indirecta. En el campo laboral o doméstico. Encuestas de opinión demuestran que la gente es más receptiva cuando se trata de IA conversacional, como los chatbots, pero se resiste en los campos que requieren creatividad.

La profesora Jaeyeon Chung, de la Universidad Rice (Texas, EEUU), concluyó en uno de sus estudios que el 74% de los estadounidenses reconoce la utilidad de la IA en la traducción de idiomas, un 46% en la programación y solo un 7% ve valor en su uso para generar ideas creativas. “Las personas realmente piensan que hay cierto territorio que es emocional y espiritual, singular de cada ser humano, que una IA ni siquiera debería tratar de imitar”, señala a EL PAÍS.

Frente a ese escepticismo, Chung defiende que no se trata de una batalla entre inteligencia artificial y humanos, sino entre personas que sepan usar mejor la tecnología. “Te haces más eficiente si piensas que, por ejemplo, eres escritor y utilizas GPT para la revisión gramatical. Si eso te ahorra tiempo y te permite escribir dos artículos más cada día, aumentará tu productividad y evidenciará tu alto rendimiento”.

En su investigación más reciente, Una investigación empírica del impacto de ChatGPT en la creatividad, defiende que este software ayuda a clarificar ideas abstractas para los usuarios. En él, formó tres grupos que debían resolver problemas cotidianos de forma creativa, como reutilizar objetos en desuso, diseñar una mesa de comedor o fabricar un juguete. Uno de los grupos no utilizaría ningún tipo de conexión a internet, otro emplearía buscadores convencionales (como Google) y un tercero se asistiría de GPT.

Aclara los conceptos

Los jueces de las pruebas, trabajadores con al menos cinco años de experiencia en la gestión de productos que no sabían la procedencia de los resultados, concluyeron que las propuestas de GPT se podían visualizar mejor y tenían una conceptualización más clara. “Esto puede atribuirse a la capacidad de ChatGPT de combinar conceptos relacionados de forma remota en una estructura cohesiva. A menudo las personas piensan que tienen una idea muy vaga que falta por ser articulada”, explica Chung. Lo que queda en entredicho, como confiesa la misma investigadora, es si esas ideas generadas por el chatbot son realmente creativas o más bien palabrería: muchas palabras para describir una idea simple.

La escritura de la IA suele ser tildada de florida y repetitiva. Los textos generados por ChatGPT u otros modelos de lenguaje tienden al uso excesivo de palabras estilísticas y a un lenguaje demasiado formal o neutro. Esto ha llevado a que, en las redes y en internet, principalmente en anuncios publicitarios, aparezcan con más frecuencia palabras específicas, según el profesor de Información y Tecnologías de la Comunicación de la Universidad CQ de Australia, Ritesh Chugh. En español, es el caso de los marcadores de discurso como “podría decirse que”; “como consecuencia”; “es importante tener en cuenta”; o “en conclusión”, además de una inclinación a presentar la información en subtítulos.

Los textos generados por inteligencia artificial suelen utilizarse más en la creación de contenidos, la gestión de redes sociales o la redacción de mensajes de marketing. Sin embargo, su uso se expande cada vez más al ámbito jurídico, para la revisión de documentos, y asistencia para los medios de comunicación: son conocidos los artículos que anuncian que han sido apoyados por un modelo de lenguaje.

La exposición frecuente a este estilo, dice Chugh, no solo moldea los hábitos de escritura, sino también los procesos de pensamiento. “Cuanto más utilizamos cualquier herramienta, más la emulamos porque aprendemos de ella. El uso repetido de GPT o modelos similares puede influir incluso en nuestros mensajes de chat personales, lo que da lugar a una comunicación menos natural y con el estilo de la IA: uso excesivo de frases, falta de tono auténtico y excesiva cautela en la redacción”.

Los investigadores aclaran que, como cualquier tecnología, la IA aumenta la eficiencia y optimiza los resultados. Lo que advierten es que su dependencia podría ocasionar que las personas prioricen la rapidez y la facilidad sobre el esfuerzo y la originalidad, además de perder ciertas habilidades, como la escritura. Un fenómeno que los especialistas han bautizado como cognitive offloading: utilizar recursos externos para reducir el esfuerzo mental. Chugh concluye: “Esto podría reducir con el tiempo el pensamiento crítico y la capacidad para resolver problemas”.

Tendencias es un proyecto de EL PAÍS, con el que el diario aspira a abrir una conversación permanente sobre los grandes retos de futuro que afronta nuestra sociedad. La iniciativa está patrocinada por Abertis, Enagás, EY, GroupM, Iberdrola, Iberia, Mapfre, la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), Redeia, y Santander y el partner estratégico Oliver Wyman.

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