“Dar un móvil a un bebé es echar gasolina al fuego”: en el futuro de las relaciones ganará el cara a cara
La necesidad de identificarse y relacionarse con grupos de forma presencial afecta al bienestar mental y físico
Las relaciones del futuro serán mixtas, es decir, tanto físicas como virtuales. Por pura necesidad. Las tecnologías son sólo una herramienta (útil y positiva por muchas razones para enriquecer de una manera nueva la forma de conocerse), pero el verse cara a cara es lo que seguirá marcando los contactos en las próximas décadas. El que aprendan ―las generaciones más jóvenes― o reaprendan ―las mayores enganchadas a la tecnología― a mantener los vínculos de forma presencial afectará, además, desde a la salud mental y física hasta a la capacidad de crear redes laborales y, por lo tanto, al trabajo. También viviremos más solos y aprender a normalizarlo y a combinar las relaciones mixtas, integrando el contacto presencial con el virtual, dependerá nuestro bienestar.
La biología marca toda la vida y hace que, tarde o temprano el ser humano se autorregule, de forma consciente o inconsciente, como individuos pero también como sociedad. Porque lo necesita. Lleva pasando desde los inicios de la existencia como seres humanos y el porqué tiene varias explicaciones. Desde que somos animales de tribu hasta razones puramente físicas.
Una de esas explicaciones es la necesidad de segregar oxitocina, la hormona conocida como “la del amor”. Aunque, en realidad, es mucho más que eso. “Segregamos oxitocina de diversas formas, en el parto, la lactancia, el orgasmo (de ahí su nombre popular), pero también cuando comemos con otras personas, acariciamos a una mascota o nos sentimos en familia”, explica Ana Lisbona, profesora de Psicología Social y de las Organizaciones en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). “Por eso es vital para nosotros el cara a cara, el contacto físico. Y, además, necesitamos identificarnos con grupos y, aunque hay momentos vitales en los que esto desciende (por ejemplo, como cuando nos jubilamos o en el paso del colegio a la Universidad), el mantener esas conexiones de grupo tiene grandes consecuencias en nuestra salud”, resalta esta experta en la identidad de las relaciones.
Aunque las relaciones virtuales se hayan metido de lleno en el día a día, va a llegar un momento en el que será necesario reforzar las relaciones cara a cara. No hay que remontarse a generaciones anteriores a las que puedan leer este artículo para explicar la brutal revolución que ha provocado la tecnología en la manera de relacionarse en los diferentes ámbitos de la vida, desde el laboral, a la creación de grupos de amistades, al familiar y a la pareja. A medida que la sociedad cambia, las personas se ven arrastradas por las novedades que empiezan a ocurrir en su entorno. En los hábitos, los horarios, la forma y los lugares en los que conocen y mantienen contacto con nuevas personas. Pero, de momento, el mundo virtual sigue siendo eso, una novedad.. Y, según los expertos en diversos campos, la sociedad se irá adaptando. La evolución a lo largo de los tiempos ha demostrado con creces la facilidad del ser humano para ello.
Efectos sobre la salud
Arun Mansukhani, psicólogo clínico y sexólogo, que dirige el Centro de Regulación Emocional, en Málaga, comenta esta última cuestión. “No somos capaces de percibir cambios a lo largo del tiempo. Nos tenemos que parar a pensarlos para darnos cuenta, pero los asumimos con normalidad. Somos una especie tremendamente adaptable”, explica el psicólogo, que es, además, autor del libro Condenados a entendernos. La interdependencia y el arte de mantener relaciones sanas (editorial Sinequanon).
Por otro lado, insiste en cómo estos cambios afectan a la salud, tanto mental como física. “Sabemos, por múltiples estudios en diferentes países, que la calidad de las relaciones afecta a la salud. Por ejemplo, no tener relaciones o tener sensación de soledad, se esté o no solo, el percibirla, así como el tener relaciones conflictivas, de pareja o de otro tipo, empeora la salud”, explica Mansukhani. Pero, ¿qué se entiene por relaciones de calidad? “Esas en las que te puedes mostrar como eres, en las que te sientes cómodo. En las relaciones de calidad te sientes tú mismo”, responde el experto.
La Universidad de Harvard ha hecho un inmensa investigación, titulada Estudio sobre el Desarrollo Adulto. La empezó en 1938 y ha estado siguiendo, desde entonces y durante 86 años, la vida de 700 adolescentes de entonces, entre los que había desde estudiantes de Harvard a jóvenes de barrios pobres de Boston. Iba analizando múltiples variables sobre cómo se relacionaban estas personas a lo largo de los años y cuáles eran sus experiencias sobre lo que realmente importa en la vida, lo que les proporcionaba felicidad.
Esta investigación concluyó que las personas que tenían relaciones más cálidas o positivas eran más felices.. Lo más sorprende es que esas mismas personas que tenían a lo largo de su vida relaciones de calidad, es decir, cálidas y positiva, se mantuvieron físicamente más saludables a medida que envejecían. La pregunta que surge entonces es, ¿cómo pueden las relaciones hacer que sea menos probable desarrollar diabetes tipo 2 o enfermedad de las arterias coronarias? La respuesta es extensa y con muchas variables.
Respecto a las relaciones personales, para el bienestar y envejecer bien es necesario que en la vida haya un equilibrio entre los dos tipos de relaciones que se suelen mantener, que los psicólogos dividen en: de intimidad y sociales. Las relaciones de intimidad suelen establecerse con poca gente y son muy fuertes. Se suelen adoptar, aparte de con la pareja, con algún familiar y con amigos con los que se ha desarrollado mucha confianza. Y las relaciones sociales se tienen con grupos grandes y son más débiles. “Ambos tipos correlacionan con la salud, las íntimas nos hacen sentir seguros y arropados y las sociales las necesitamos porque somos seres de tribu, no individuales”, explica Mansukhani.
La soledad y el tener relaciones conflictivas se da más en las relaciones íntimas que en las sociales y otro aspecto a destacar es el efecto que producen en el organismo. “La intimidad tóxica nos produce alteraciones hormonales que influyen directamente sobre los órganos. El cortisol, por ejemplo, está directamente relacionado con los procesos inflamatorios”, explica el psicólogo.
La intimidad tóxica son las relaciones que no te hacen sentir bien. Y muchas personas no son conscientes de que están en una relación tóxica, sobre todo las que no han tenido relaciones sanas, respetuosas y cariñosas. Esto no ocurre sólo en el ámbito de la pareja sino también puede pasar con amistades o familiares. Muchas personas que viven estas situaciones se cuidan menos o tienden a recurrir a las adicciones. Y esto les desregula cada vez más.
Un estudio, publicado el año pasado sobre Tendencias y hábitos de socialización, elaborado por la compañía CS On Research, para Royal Bliss, analiza los cambios que ha habido en las relaciones sociales en España. Está realizado entre personas de entre 25 y 39 años. Entre las conclusiones destaca que “al 82% de estos jóvenes españoles les gustaría tener más vida social con amigos y familiares”. Un porcentaje aún mayor (93%) cree que las nuevas tecnologías han modificado su forma de socializar, pero que siguen prefiriendo el contacto personal. Y un de cada cuatro encuestados (24%) reconoce que las redes sociales han limitado sus interacciones sociales en persona.
¿Y cuánto se ven en persona con su entorno? El estudio concluye que los españoles de estas edades suelen reunirse con amigos y familiares una media de 1,6 veces a la semanal, pero un 29% dice que sólo una vez y un 25% únicamente se encuentra con ellos una vez al mes o menos.
Más desconfianza y menos vínculos
De cara al futuro, las grandes tendencias van a ser los contactos a distancia, la reducción de los vínculos y de las relaciones en general y también de las más íntimas. No hay más que pensar cómo eran las relaciones en España hace 30 o 40 años. En un tren Málaga-Madrid, por ejemplo, hablabas con la persona que tenías enfrente, acababas sabiendo de dónde era, para qué viajaba y estos contactos se establecían con normalidad. Incluso se hacían amigos y se intercambiaban teléfonos. Hoy en día esto es impensable. La gente mantiene las distancias, desconfía de los demás o simplemente no le interesa, prefiere meterse en su móvil y ni mirar al de enfrente.
¿Por qué se ha producido este cambio? “Los factores principales que han influido son básicamente dos. Por un lado, el aumento del nivel socioeconómico de la población en general está relacionado con un mayor distanciamiento de los demás y, por otro, obviamente, la aparición de los dispositivos. Mantenemos un mínimo de educación saludando al entrar y poco más”, explica Mansukhani.
La sociedad española es más avanzada. De la tribu o el clan familiar ―que también tenía el aspecto negativo de crear vínculos a veces de interdependencia―, la evolución ha llevado a un mayor distancianciamiento, lo que no tiene porqué ser malo. Y España es un buen laboratorio para esto, según los expertos, ya que ha pasado de los sesenta del siglo pasado hasta la actualidad por un proceso de avance social de los más drásticos y acelerados del mundo.
“No hace falta dibujar distopías futuras, ya lo estamos viendo. El primer cambio ha sido en las relaciones familiares. La estructura de la familia en España, amplia, nos permitía tener ya una red grande vinculada a ella, era una tribu. Pero esas largas mesas de verano llenas de primos, que nos dotaban de redes, ya no existen ni volverán a existir. Siempre había un primo que conocía a un especialista médico que necesitábamos e incluso era relevante a la hora de encontrar un empleo o empezar en el mundo laboral”, resalta Héctor Cebolla, sociólogo del Instituto de Demografía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). “Ahora mucha gente ya no crea familias y las que se forman tienen pocos hijos o ninguno. Pero este capital social de las familias ha sido siempre propio, no sólo de España, de los países del Mediterráneo”.
Se transimite al futuro, y con mucha claridad, un nuevo modelo de sociedad. “La propia demografía está cambiando nuestra estructura social”, explica este experto. “El mayor problema para crear redes lo tienen los hombres con poco nivel educativo, a lo largo de su vida y, sobre todo, en la vida adulta. Es una tendencia muy marcada en todos los estudios”, destaca Cebolla. Esto parece que tiene que ver, con independencia de la situación socioeconómica, con la propia naturaleza de los hombres y las mujeres. “Los hombres tienen menor capacidad de mantener sus redes sociales de origen, sus propias redes, no las vinculas a su pareja o familia. Esto ya se viene observando hace tiempo en los países nórdicos, con un incremento de los problemas de exclusión social y un mayor aislamiento entre los hombres. Porque viven una desconexión gradual a lo largo de la vida”.
Una tendencia que en el futuro se va a agudizar, dice Cebolla: “Ahora salen más mujeres tituladas de la universidad que hombres, habrá cada vez mujeres más cualificadas y hay más fracaso escolar en secundaria entre los hombres. Pero esto es una tendencia universal, que se ve en los países desarrollados, no sólo en España. “Los que estamos en mitad de nuestra vida somos la generación de inflexión, pero esta tendencia se va a agudizar”, añade.
Dificultades para emparejarse
Otro aspecto son los problemas de emparejamiento que esta nueva estructura puede provocar. “Esto es un gran cambio respecto a generaciones anteriores en las que las mujeres se solían casar con hombres más cualificados que ellas, ahora se tendrán que casar a la baja, por así decirlo”, explica muy gráficamente Cebolla. Además, los avances tecnológicos también irán más en contra, en general, de los hombres. Son muchos los que desempeñan trabajos manuales para los que se necesita una baja cualificación y que van a ser más fácilmente reemplazables por la tecnología. Mientras que hay más mujeres trabajando en ámbitos relacionados con los cuidados, por ejemplo, que no es tan fácil que reemplace una máquina.
“Diversos estudios, realizados en Estados Unidos, ya reflejan un gran pesimismo de las personas sin pareja que quieren emparejarse, ronda el 45% los que lo ven muy difícil y afirman que las aplicaciones de encuentros no les han ayudado. Y sólo uno de cada cinco personas se muestra optimista sobre la posibilidad de encontrar pareja”, resume este sociólogo.
“Una cosa es estar solo y estar fenomenal, porque es una soledad deseada, y otra estar solo y creer que es malo, porque no lo hemos escogido. Lo más dañino es estar desconectado, no tener redes de relaciones y no haber elegido”, recuerda. Y apunta otro dato: “Cuando pensamos en estos problemas de la soledad tendemos relacionarlos con las personas mayores, cuando los datos nos demuestran que es un problema, sobre todo, de los jóvenes de entre 12 y 30 años”.
El factor pandemia
Otro aspecto a destacar es que la pandemia de la covid-19 ha acelerado este distanciamiento, según aprecian los expertos y se ve reflejado en diversos estudios, incluso en varios barómetros del Centro de Investigación Sociológicas (CIS) realizados en la etapa pospandemia. Antes de la crisis sanitaria siempre se saludaba con dos besos, dando la mano o con un abrazo, ahora ya no es así de forma muy generalizada.
La última encuesta del CIS sobre las relaciones sociales y afectivas pospandemia destaca que el 29% (es decir, casi uno de tres) de los españoles está “muy de acuerdo o de acuerdo” en que se puede estar enamorado de una persona a la que sólo conoce por Internet.
Además, sobre cómo afecta a los vínculos familiares, para el 82% de la ciudadanía “las nuevas tecnologías les han acercado a familiares con los que no se convive”. Sin embargo, una cantidad similar (el 81,2%) cree que el uso de Internet “provoca que las personas se aíslen más” y el 73,2% asegura que “provoca una disminución de la comunicación en la familia con la que se convive”.
Todos los especialistas consultados coinciden en que la irrupción en el día a día de la tecnología ni es bueno ni es malo. Pero la tendencia general es que se tiende a ver la botella medio llena. Por un lado, el teléfono móvil es un recurso evitativo (ayuda a evitar conversaciones no deseadas con el del enfrente o incluso a parar una discusión familiar). Antes se hacía cambiando de tema, recuerdan los psicólogos, generalmente derivando la conversación a cuestiones relacionadas con la comida o con la salud. Pero, por otro, el mundo virtual ayuda a relacionarse y ha facilitado las cosas en multitud de actividades laborales de manera exponencial.
“Lo virtual ha venido sin duda para quedarse y el impacto social que está teniendo es ya inmenso, pero será aún mayor”, destaca Carmen Moreno. Es catedrática de Psicología Evolutiva de la Universidad de Sevilla y dirige la parte de España del Estudio sobre las Conductas Saludables de los Jóvenes Escolarizados (HBSC, en sus siglas en inglés), que se realiza periódicamente en niños y jóvenes de entre 11 y 18 años. “Pero no creo que debamos alarmarnos. Tenemos una capacidad de adaptación de miles de años de evolución y es seguro que lo virtual no va a sustituir el cara a cara”, destaca.
Ahora bien, hay una serie de patrones que a esta experta en psicología evolutiva le preocupan especialmente. “El primero son los bebés. Dar un móvil a un bebé es echar gasolina al fuego porque ellos son cautivos de los estímulos. Esto es especialmente grave en el primer año de vida porque es cuando se forman los apegos y necesitan el estímulo humano”, resalta Moreno. “Ellos procesan la información de una manera diferente a los adultos. Nuestra evolución como especie nos ha enseñado a regular la atención del bebé, a 20 cm, para que se centre en el rostro humano, que le llama mucho la atención por los contrastes, los brillos y el sonido de la voz humana”. Las consecuencias de no seguir estos consejos: hiperactividad, dificultades para mantener la atención en otros estímulos, reducción del vínculo humano.
Llama la atención esta experta sobre los problemas que este excesivo uso de la tecnología está generando en la población joven más vulnerable, especialmente en las chicas de bajo nivel socioeconómico, en las que ya se aprecia un ocio cada vez más pobre. “Las chicas tienen mayor tendencia a hacer un uso excesivo de la tecnología, desadaptativo y problemático, especialmente con las redes sociales, y esto las hace muy vulnerables al ciberbullying”; advierte.
Moreno apunta a otros aspectos tecnológicos sobre los que la sociedad debe de estar alerta: “El aumento de las relaciones muy superficiales, en las que la apariencia lo es todo, y el incremento del consumo de pornografía entre los jóvenes lo que está influyendo en que se estén iniciando en las relaciones de pareja con un modelo en el que el papel de la mujer es el propio del porno, sumiso y centrado en el hombre”. La psicóloga concluye con un toque de atención a las autoridades educativas: “Echo de menos campañas de sensibilización sobre todas estas cuestiones, especialmente en el mundo educativo que afectan al bienestar emocional de los jóvenes: ciberacoso, pornografía, etcétera. Y dejando bien claro que la figura del espectador que no hace nada cuando ve el problema en el entorno no debería existir, un aspecto importante en el que se ha empezado a insistir en campañas contra la violencia de género o el bullying”.
También el sociólogo Cebolla opina que el uso excesivo de la tecnología en la pandemia de la covid-19 ha acelerado el proceso. “Nos ha deslocalizado y ha reducido las relaciones cara a cara con el aumento del teletrabajo, las plataformas con gran oferta de películas, las compras por Internet o la comida a domicilio”. De hecho, un estudio realizado en la ciudad estadounidense de Boston, elaborado con mapas de calor, revela que el centro de la ciudad está mucho menos transitado que antes de la pandemia. Los gastos de las tarjeta de crédito también en las tiendas también son menores en esas calles y hay menos teléfonos móviles. La gente ya no se mueve casi nunca de su casa, o de su barrio.
La recomendación de Cebolla es tener presente que “la vida no es transportable a las pantallas desde el punto de vista de las relaciones sociales y de la creación de redes”. El sociólogo también insiste en que no hay que idealizar el pasado ni demonizar el futuro: “Ahora somos más libres, tenemos más capacidad de elegir”. Y lanza un mensaje de optimismo: “La sociedad vive todavía en la etapa de los beneficios del mundo online, pero en el futuro se volverá al cara a cara porque el impacto negativo que está teniendo en la reducción de relaciones de calidad va a tener un coste enorme para las personas”.
Otro aspecto positivo de las pantallas o las redes sociales virtuales se aprecia de forma más acusada en grupos de población concretos, destacando dos: los que viven en zonas rurales (que encuentran en ellas grupos afines que no existen en su entorno) y las personas con discapacidades (que les hace sentir cómodos y les permite relacionarse y que les conozcan sin filtros ni esos miedos que sienten ellos y, muy a menudo, los demás).
Empatía y construir redes sólidas
Una cuestión relacionada con la capacidad de relacionarse es la empatía. Hay gente más empática que otra, en general, y existen numerosos ejemplos de ellos, pero resulta que la empatía encierra mayor complejidad. Para empezar, hay dos tipos. Por un lado, la empatía cognitiva (la gente que entiende cómo alguien se siente), y, por otro, la emocional (más visceral). Ésta última depende mucho del contacto físico directo, cuanto menos relaciones cara a cara, menor empatía emocional se recibe o da.
En el futuro, a mayor nivel económico, la sociedad se volverá más evitativos, si no se autorregula en el uso de los dispositivos. Cosa altamente probable que sí pase, coinciden todos los expertos consultados. No es posible saber cuándo, ya que será un proceso, pero la alta repercusión que están teniendo el uso excesivo de los dispositivos, especialmente en los jóvenes pero también en muchos adultos, en el bienestar emocional, físico y mental hará que se produzcan cambios. Esto pasará una vez que este nuevo mundo ya no sea una novedad y se conviva con ellos de una manera mixta.
¿Cuál será entonces el principal problema? El saber recuperar la habilidad para hacer redes, y buenas, además. Ya que habrá un grupo de población, presumiblemente pequeño, que no serán capaces de construirlas, y, en especial, los que nunca las han tenido.
Tampoco hay que ignorar un nuevo elemento que ha entrado ya en nuestras vidas, la inteligencia artificial. No sé si recuerdan las primeras escenas de la película Los sustitutos, protagonizada por Bruce Willis y estrenada en 2009. Comienza mostrando relaciones entre personas que parecen normales, pero, al cabo de unos minutos de cinta empezamos a ver que, en realidad, se trata de robots que son réplicas exactas de ellos mismos, mejoradas. Esto podría ocurrir ya no con androides en nuestro mundo sino con avatares en un mundo virtual paralelo. ¿Llegaremos a eso? A vivir en dos mundos, dos vidas. ¿Sabremos distinguir entre la real y la irreal, sobre todo querremos hacerlo si nos gusta más la irreal? Es más, ¿y si la irreal o virtual sentimos que nos hace tanto bien mantenerla como la real? Todo está por venir.
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