El humo de la desconfianza no se disipa en Zaldibar
Los vecinos del entorno del vertedero cuestionan la actuación oficial 12 días después de que dos trabajadores quedasen sepultados por un derrumbamiento
“No he mirado tanto al monte en mi vida”, dice un trabajador del Ayuntamiento de Zaldibar (Bizkaia) que no se quita la mascarilla mientras está en la calle. Desde que el jueves día 6 toneladas de residuos cayeran sobre la autopista AP-8, que conecta Bilbao con Donostia, y sepultara a dos trabajadores de la empresa que gestiona el vertedero, Verter Recycling 2002, miles de vecinos de las localidades de Eibar, Ermua y Zaldibar no le quitan ojo. Muchos de ellos están enfadados. Han pasado miedo. Y siguen preocupados 12 días después de la tragedia, pese a que los técnicos han logrado sofocar los incendios en la parte alta del vertedero. Los informes sobre el aire y el agua alejan el riesgo de añadir al drama de los dos trabajadores desaparecidos una catástrofe medioambiental. Pero las mascarillas están ahí: el miedo no se desvanece tan rápido como algunas explicaciones políticas.
“Nos dijeron que no abriéramos las ventanas, suspendieron un partido de fútbol de Primera División y la Universidad del País Vasco pidió a las embarazadas y lactantes que no vengan a la Escuela de Ingeniería de Eibar”, relata Juan García a la puerta de su casa en Ermua, en el barrio más cercano a la zona cero del desastre, San Lorenzo. “¿Qué vamos a pensar? Llega un momento en el que no sabes qué creer”, añade.
Como él, miles de vecinos del entorno se manifestaron el sábado en una marcha de protesta en la que participaron concejales no solo de la oposición sino también del equipo de Gobierno, del Partido Socialista de Euskadi. Ya en plena precampaña, los de Bildu, Podemos y el PP del Ayuntamiento de Ermua les acompañaron. “Primero dijeron que todo bien, luego que había partículas tóxicas y ahora que aunque hay partículas no hay nada peligroso. ¿Y mañana qué?”, critica este vecino. El alcalde de la localidad, el socialista Juan Carlos Abascal, vive en ese mismo barrio: no se dejó ver en la manifestación y aseguró a varios medios que él vive “sin miedo”.
A pesar de los nuevos informes medioambientales, la preocupación persiste. Varios restaurantes y residencias cercanas confirman que están recibiendo cancelaciones para los Carnavales de Eibar. Los Ayuntamientos de Eibar y Ermua decidieron este martes suspender las actividades previstas para este jueves con ese motivo. Los consejos que se trasladaron a la población en un primer momento, y las informaciones que apuntaban a que en el vertedero había lindano, un pesticida altamente tóxico, convirtieron los pueblos del entorno de Zaldibar —Eibar, Ermua, Mallabia o Abadiño— en pueblos casi fantasmas. Las autoridades descartaron después la existencia de lindano. Pero había amianto.
Los caseríos cercanos a la ladera que colapsó recibieron depósitos de agua ante la posibilidad de que se produjeran filtraciones en la red de abastecimiento. Y la estabilización del terreno no está del todo asegurada. Ese es otro drama: está retrasando la búsqueda y rescate de los cuerpos de los trabajadores, Joaquín Beltran y Alberto Sololuze.
“Las mediciones posteriores de agua en la presa de Aizola, que es la que utilizamos para el consumo, están perfectamente bien, no hay problemas”, corroboran fuentes de la alcaldía de Ermua. Pero después del susto y de los riesgos existentes, ese miedo no se va a esfumar tan fácilmente. “Como para no estar preocupados”, aseguraba Sabela Fonseca en uno de los bares cercanos al Ayuntamiento de Ermua. Los primeros días, tras el hundimiento de la ladera, los establecimientos de la zona dejaron de servir “un montón de comidas”. “Al principio nos asustamos; ahora ya salgo a correr todos los días. Eso sí, no me encuentro con nadie”, explica.
Sin embargo, tras unos minutos en la zona cero se queda un regusto metálico en la garganta. Y hay personas que dicen tener más dolores de cabeza de lo habitual. El centro de salud de Ermua, desde el que se ve la ladera colapsada y todavía se aprecia una fina columna de humo, no ha registrado ningún incremento de patologías respiratorias ni de consultas relacionadas con el vertedero. Y eso que en el mostrador de la entrada hay un dispensador de mascarillas. “Están ahí para el brote de gripe”, especifican.
Desde el segundo piso del centro de salud “antes se veía como una especie de volcán”, explican fuentes del personal sanitario; “ahora es solo un hilo de humo”. Su formación sanitaria les lleva a creer los informes medioambientales sobre la calidad del aire y del agua, pero, como el resto de los ciudadanos de la zona advierten de que “en una época también se quitaba importancia a la exposición al amianto”. Los técnicos en Seguridad Alimentaria que están sobre el terreno tienen previsto recomendar levantar la prohibición de consumir productos alimentarios de la zona del vertedero: los 90 parámetros del suelo recogidos en los caseríos próximos han dado cifras “muy por debajo” de los niveles de incidencia. Creen además que, si el suelo no está afectado, es esperable que los productos tampoco lo estén, aunque prefieren esperar a los resultados de los análisis realizados a productos y pastos.
Pero si no hay una crisis medioambiental o de salud pública —eso está aún por ver—, sí hay una crisis política en ciernes, y con las elecciones autonómicas convocadas. El lehendakari, Iñigo Urkullu, pidió este martes perdón por los errores que haya podido cometer en la gestión y en la comunicación del Gobierno autónomo, que ha incluido mensajes a veces improvisados y poco explicados que pudieron alimentar la preocupación e incluso el miedo.
Ajenos a una crisis que ya investiga por presunto delito ambiental y laboral el juzgado número 1 de Primera Instancia de Durango, un grupo de niños juega en la parte trasera del centro de salud. Quienes no jugaron son los futbolistas del Eibar y de la Real Sociedad que tenían que haberse enfrentado el domingo en Ipurua, a unos minutos del foco contaminante, porque el partido se aplazó. 12 días después de la tragedia, el hilo de humo sigue saliendo de la parte alta del vertedero. No se apaga. Pero lo que de veras va a costar apagar es el malestar de los vecinos, que siguen sin enterrar a Joaquín y Alberto y que han descubierto que permanecían absolutamente ajenos a los peligros de un vertedero teóricamente bajo control.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.