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Manual de supervivencia en coalición

Políticos bregados en alianzas aconsejan trabajar a diario pactos internos para lograr unificar la acción de gobierno

Sonia Vizoso
José Antonio Ardanza y Ramón Jáuregui, en una manifestación contra ETA en noviembre de 1996.
José Antonio Ardanza y Ramón Jáuregui, en una manifestación contra ETA en noviembre de 1996.Alberto García

Tres piedras se gestaron en los riñones del socialista Ramón Jáuregui por los "sufrimientos" que le deparó el Gobierno de coalición del que fue número dos en el País Vasco entre 1987 y 1991, con José Antonio Ardanza (PNV) como lehendakari. Ambos recordaron sus disputas, que no fueron pocas, en una larga conversación estas pasadas Navidades, cuando Jáuregui felicitó las bodas de oro a su exsocio político y, sin embargo, amigo: "Cuando teníamos problemas, por ejemplo si había una votación sobre el derecho de autodeterminación, Ardanza y yo nos íbamos a comer con Xavier Arzalluz y Txiki Benegas [que encabezaban el PNV y el Partido Socialista de Euskadi (PSE)] y remitíamos a los partidos esas discrepancias políticas insalvables".

Comidas periódicas para relajar tensiones, comunicación permanente entre los jefes de gabinete de cada uno de los líderes y equipos dotados de flexibilidad y empatía para allanar las reuniones del Consejo de Ministros. Estas son algunas de las recetas que ayudan a engrasar una coalición como la que PSOE y Unidas Podemos conformarán por primera vez en el Gobierno de España, según el testimonio de varios protagonistas de los muchos Ejecutivos autonómicos que han nacido de una alianza entre partidos. "Lo más importante es asumir la coalición sin complejos, sin pensar que estás en pecado, y derribar esa cultura política que viene del franquismo y que propugna que un Gobierno de un solo partido es mejor y más estable: una coalición tiene más base social y es más fidedigna al espíritu de la democracia representativa", sostiene Anxo Quintana, vicepresidente por el Bloque Nacionalista Galego (BNG) de la Xunta bipartita que entre 2005 y 2009 presidió el socialista Emilio Pérez Touriño.

Encontrar la vacuna contra los males de una acción de gobierno dividida es uno de los retos más difíciles, coinciden la mayoría de consultados. Sobre todo con formaciones como PSOE y Unidas Podemos que pescan parte de sus votos en el mismo caladero electoral y se sustentan en liderazgos fuertes como los de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. "Es fundamental no caer en la tentación de usar el Gobierno como un elemento de competición electoral con tu socio; la acción de gobierno debe ser unitaria", advierte Touriño, quien recomienda evitar "la imagen de que hay dos presidentes" o "dos Gobiernos" y establecer mecanismos "de respeto y lealtad mutua".

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¿Pero cómo lograrlo? "Deben tener un equipo que pacte la comunicación cada día, desde primera hora de la mañana, para evitar voces disonantes. La extrema derecha les va a plantear una emboscada continua y tienen que pactar las respuestas. El relato de la obra de un Gobierno, los grandes mensajes, debe ser único", plantea Joan Puigcercós, que fue consejero por Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) en el tripartito que presidió el socialista José Montilla en Cataluña entre 2006 y 2010. Al no tener mayoría absoluta en el Congreso, PSOE y Unidas Podemos deberían "consensuar también las negociaciones con los socios parlamentarios", añade Puigcercós, y prepararse para lo que, a su juicio, será el foco de todas las tensiones: "En la cartera de Hacienda se va a sudar sangre para repartir el presupuesto entre tantos ministerios y socios parlamentarios".

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Manuel Alcaraz, consejero en la primera coalición en la Comunidad Valenciana entre socialistas y Compromís, formación esta última a la que pertenece, considera clave "la habilidad del diseño" del Ejecutivo: "El mestizaje de cargos socialistas y de Compromís en las mismas consejerías que hubo en nuestro caso me parece que fue un acierto, porque nos dio seguridad e interlocutores. En algunos departamentos pudo ser un desastre, como también ocurrió entre personas del mismo partido, pero limitó el riesgo de las coaliciones de que al final haya dos Gobiernos".

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EL PAÍS

Otra de las dificultades estriba en conjugar culturas políticas diferentes. Touriño admite que en el bipartito gallego pesó el hecho de que los cargos del PSdeG-PSOE y del BNG perteneciesen a generaciones distintas, no se conociesen bien previamente y llegasen a una Administración "construida y controlada por afines al PP" tras muchos años de dura lucha entre el socialismo y el nacionalismo gallego por el mismo electorado.

PSOE y Unidas Podemos también deberán encajar sus trayectorias. El valenciano Alcaraz explica que la poca cultura de gobierno de Podemos le lleva a pensar "mucho más en términos ideológicos que en conseguir logros concretos", frente a un PSOE "que ha funcionado para gobernar", lo que para "muchos cuadros medios significa repartir poder". "Si consiguen equilibrar una cierta frescura e imaginación con la capacidad de gobernabilidad concreta, el Ejecutivo podrá funcionar, como creo que sucedió en la Generalitat valenciana", concluye.

Reparto de protagonismo

Jáuregui recomienda "discreción y trabajo interno" dentro del Gobierno para "gestionar las diferencias y la comunicación", para que "todo esté engrasado y no se transmitan las discrepancias": "La exteriorización de la división interna es letal". Considera "imprescindible" una "pareja de equilibrio" que "hable a diario" y que podría estar integrada por el secretario general de Presidencia y el jefe de gabinete de Iglesias. Puigcercós recomienda que PSOE y Unidas Podemos incorporen a sus equipos a personas que acrediten "autoridad y legitimidad entre los suyos" y "empatía con los socios de gobierno".

El reparto del protagonismo es otra posible arista que se debe pulir bien. Quintana reivindica que "la visibilidad de la fuerza minoritaria debe ser un objetivo" en el que debe implicarse el partido mayoritario porque "es un derecho democrático y si se deja al libre albedrío de cada uno acaba habiendo competición". Jáuregui coincide y llama al PSOE a ser "comprensivo" con Unidas Podemos. "El que está abajo es lógico que intente sacar la cabeza", esgrime, ya que es el que "corre mayor riesgo de diluirse".

En su conversación de estas Navidades, Jáuregui rememoró con Ardanza sus "rivalidades" cuando compartieron Gobierno, muchas de ellas "banales" a ojos de ahora, y cómo tras aquella coalición el PSE salió perdiendo y bajó tres escaños en las elecciones: "Fueron años muy difíciles. Tuvimos que ceder y los compañeros socialistas no siempre lo entendieron. Pero había que incorporar al nacionalismo vasco a la lucha contra ETA. Eran valores superiores, eran razones de Estado".

Con información de Ignacio Zafra.

Griñán: "Mi experiencia con IU fue de mutua lealtad"

LOURDES LUCIO

Los Gobiernos de coalición no han sido excepcionales en Andalucía. Cuatro ha habido en casi 38 años. Los socialistas pactaron con el desaparecido Partido Andalucista en la V (1996-2000) y VI (2000-2004) legislaturas. En 2012, el PSOE perdió las elecciones, pero mantuvo la Junta gracias a un acuerdo con IU. Desde 2019, PP y Ciudadanos comparten el Gobierno andaluz, sostenido en el Parlamento por la ultraderecha de Vox. Su singladura es pacífica, de momento.

José Antonio Griñán fue el presidente que impulsó el pacto con IU. "Nunca quise un acuerdo de investidura ni de legislatura, sino de Gobierno con un partido respetable como el PCE. La coalición responde siempre a la lealtad mutua. No se mide por las simpatías, sino por el cumplimiento de lo que se pacta previamente. Mi experiencia fue muy buena", afirma a EL PAÍS. En ese Gobierno, la vicepresidencia recayó en el entonces coordinador de IU, Diego Valderas, al que Griñán considera un "gran político".

Mario Jiménez fue uno de los muñidores de la primera coalición de izquierdas en Andalucía, primero como vicesecretario general del PSOE andaluz y luego como portavoz del grupo parlamentario. Reconoce que construir el acuerdo fue trabajoso —"a los comunistas les encantan las discusiones", dice, pero que ambos partidos lograron dar una "respuesta seria y responsable", con el apoyo de los sindicatos, en pleno apogeo de la crisis económica. "Lo que le da estabilidad a una coalición es que se mantengan los principios políticos y los protagonistas", sostiene.

No ocurrió así. Griñán dimitió de la presidencia. Lo sustituyó Susana Díaz. Y Valderas dejó de ser coordinador de IU. Antonio Maíllo lo relevó en el cargo. "La coalición funcionó bien hasta que cambiaron las circunstancias de la otra parte", afirma Jiménez. La misma opinión mantiene Maíllo de los socialistas: "Desde el punto de vista de la interlocución se pasó de una visión estratégica y a largo plazo de Griñán —incorporar a IU a la cultura de gobierno sin humillaciones y con paciencia y pedagogía a un quiebro con Susana Díaz, necesitada de legitimar su elección con una fase más vertical en las relaciones entre las partes".

La coalición de izquierdas en Andalucía no cumplió los tres años de vida. Para Jiménez, fue un modelo de referencia para el resto de España; para Maíllo, "un intento de construir en plena crisis una política diferenciada tanto del Gobierno de Rajoy como del propio Gobierno andaluz del PSOE de anteriores legislaturas".

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Sobre la firma

Sonia Vizoso
Redactora de EL PAÍS en Galicia. Es licenciada en Periodismo por la Universidad de Santiago. Lleva 25 años ejerciendo el oficio en la prensa escrita y ha formado parte de las redacciones de los periódicos Faro de Vigo, La Voz de Galicia y La Opinión de A Coruña, entre otros. En 2006 se incorporó a El País Galicia.

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