Inventos que son más antiguos de lo que pensábamos
La desfibrilador, el microondas o la fibra de carbono se basan en hallazgos anteriores al siglo XX
Algunos de los ingenios que usamos cada día tienen su origen en descubrimientos o patentes más antiguas de lo que podría parecer. La fibra de carbono, los desfibriladores y el aire acondicionado se deben a descubrimientos logrados mucho tiempo antes de que fueran patentados o explotados para los usos actuales.
La electricidad en el corazón de los perros y el desfibrilador
Un estudio concluyó que en los últimos años se han salvado unas 1.700 vidas anuales en EE UU por el uso del desfibrilador en personas en parada cardiaca antes de que las atiendan los servicios de emergencia. En los años 40, un cirujano, Claude Beck, aplicó descargas sobre el pecho de un joven paciente al que acababa de operar y que había sufrido un paro cardiaco. Su corazón volvió a latir.
Años más tarde, en 1965, el médico irlandés Frank Pantridge creó el desfibrilador portátil. Pero en la base del invento está un descubrimiento que se remonta a 1899. Dos médicos de la Universidad de Ginebra (Suiza), Jean-Louis Prévost y Federico Batelli, demostraron en perros adultos que una descarga eléctrica podía revertir las fibrilaciones ventriculares (contracciones desordenadas y débiles del corazón) que derivaban necesariamente en la muerte del animal.
El microondas deriva del radar y de un tentempié derretido
En la Feria Mundial de Chicago de 1933 la casa Westinghouse mostró cómo un transmisor de radio en onda corta de 10 kilovatios era capaz de cocinar filetes y patatas, pero la hazaña no pasó de la curiosidad. En aquella década varios países desarrollaron por su lado sistemas de detección basados en radar, un descubrimiento que, a su vez, deriva de los de los experimentos de Heinrich Hertz a finales del siglo XIX para mostrar que las ondas de radio rebotaban en los objetos metálicos.
La posibilidad de usar microondas para cocinar comida volvió a surgir, por azar, en 1945. Un técnico estadounidense que apenas contaba con estudios básicos, Percy Spencer, trabajaba en la prueba de un magnetrón (un aparato que convierte la electricidad en energía electromagnética en forma de microondas) en las instalaciones de Raytheon Corporation y al pasar cerca del aparato se dio cuenta de que un pequeño tentempié que llevaba en el bolsillo se había derretido. Luego repitió la experiencia con semillas de maíz y un huevo que explotó ante sus narices. Spencer no se benefició económicamente del descubrimiento, pero sí su empresa: Raytheon se lanzó a la producción de los primeros hornos microondas (que llamó, precisamente, Radaranges) solo un año más tarde, en 1946. Un relato reproducido por doquier afirmaba que el tentempié era una barra de chocolate, pero en una entrevista de la revista Popular Mechanics y otra de Business Insider a su nieto, este aseguró que más bien sería una barra de cacahuetes con caramelo, a las que su abuelo era muy aficionado.
La fibra de carbono es hija de las bombillas
El físico y químico Joseph Swan buscaba un filamento para su lámpara incandescente (aunque la fama se la terminara llevando Edison, Swan se le adelantó unos años) y usó filamentos de papel carbonizado en la década de 1860. Edison hizo algo parecido: usó un filamento de fibra de carbono para iluminar las primeras bombillas incandescentes, pero cogió hilos de algodón y astillas de bambú, les dio forma de filamento y las sometió a altas temperaturas. El resultado: una fibra carbonizada.
El tungsteno desplazó pronto a la fibra de carbono como material de los filamentos (aunque se siguió usando en algunas lámparas para uso naval, porque aguantaba mejor las vibraciones provocadas por las olas). La resistencia y la ligereza del material lo hicieron competir, muchos años más tarde, con el acero y el aluminio, y por así empezó a usarse para la fabricación desde aviones a coches de carreras y raquetas de tenis.
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